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La pista mexicana del avión iraní incautado

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Parece ser parte de una historia interminable, donde la participación de México siempre ha quedado a oscuras. Ayer, luego de un largo proceso judicial, un avión iraní-venezolano cuyo último viaje con destino a Argentina despegó desde el aeropuerto de Querétaro en México fue finalmente decomisado por el gobierno de Estados Unidos y voló desde Buenos Aires hacia ese país.

El 747-300M Dreamliner de carga, que fue propiedad de la empresa iraní Mahan Air y cuando ésta fue sancionada por fomentar actos terroristas fue entregado a la venezolana Emtrasur (filial a su vez de la estatal venezolana Conviasa), ha terminado en territorio estadunidense.

El avión iraní-venezolano, antes de su último viaje, en 2022, estuvo varios días en el aeropuerto de Querétaro, en México, nunca se supo por qué ni qué carga depositó y transportó. Su destino, luego de varios recorridos, era Buenos Aires, en Argentina. Allí fue retenido por pedido de las autoridades estadunidenses y se destapó un verdadero escándalo. Los tripulantes (20) eran en su mayoría de la Guardia Revolucionaria iraní, considerada un grupo terrorista por la Unión Americana, el avión era venezolano, pero en realidad habría sido cambiado de matrícula porque era un avión de la misma Guardia iraní. Nunca se supo qué transportaba ni por qué tenía una tripulación tan abundante, incluyendo mandos de esa organización militar de Irán, normalmente un avión de carga lleva  dos o tres tripulantes.

Como hemos señalado, como parte de las controvertidas relaciones que mantiene el gobierno de México con Estados Unidos, hay capítulos que no se aquilatan en nuestro país con la importancia que deberían tener: uno de ellos es la relación con organizaciones o países considerados terroristas por Estados Unidos o por distintas instancias internacionales.

Más allá de la relación con Cuba, una de las que más inquieta en Washington es la establecida con dos países que han desarrollado una intensa sociedad entre sí, como Venezuela e Irán, y la relación de éstos con grupos como Hamás y Hezbolá. Ese avión con una tripulación ligada a la Guardia Revolucionaria iraní, con otros 14 pasajeros venezolanos, estuvo en México, en Querétaro varios días, no hubo control sobre su tripulación, recibió una carga (autopartes) que es sospechosamente pequeña para un avión de esa magnitud, y partió hacia Argentina, donde fue detenido precisamente porque había sido denunciado por EU.

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El avión debió haber sido retenido en México: estaba boletinado por autoridades aeronaúticas, pero también por la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC), con la que México mantiene una relación particularmente estrecha. Era propiedad de la compañía estatal venezolana Conviasa, que está en la lista negra de la OFAC que, como se sabe, elabora un listado de personas y empresas con las cuales está prohibido operar, basada en lo que considera una amenaza para la seguridad nacional de la Unión Americana.

La Guardia Revolucionaria iraní y su grupo de élite, llamado Quds, están en esa lista, pero además son considerados agentes terroristas, por los atentados que han cometido en distintas partes del mundo. El avión, hasta enero de 2022, era propiedad de una empresa iraní que también está en esas mismas listas, porque se considera que vende y aprovisiona ilegalmente de armas a organizaciones terroristas.

Todos esos datos constan en las listas que cotidianamente utilizan y supervisan los gobiernos, como la de OFAC, incluyendo por supuesto el de México. Nunca se debió permitir el ingreso a nuestro país de ese avión, no se podía comerciar con él ni tampoco aprovisionarle combustóleo, se debería saber, por lo menos, que los ochos miembros iranís de su tripulación eran miembros de la Guardia Revolucionaria, porque estaban denunciados como tales y que el comandante es un miembro activo de la misma, familiar, además, del ministro del Interior de Irán.

Tan pública era esa información, que el avión que partió de Querétaro aterrizó primero en la ciudad de Córdoba, Argentina, pero no fue surtido de combustible por las empresas YPF y Shell, porque sabían que estaba boletinado por la OFAC. Luego se dirigió a Buenos Aires, donde tampoco fue aprovisionado, por eso trató de llegar a Montevideo. Pero el gobierno de Uruguay no le permitió aterrizar y regresó a Buenos Aires, donde, por la denuncia que recibieron fiscales y jueces, terminó siendo retenido, tanto el aparato como sus tripulantes.

Se reconstruyó el itinerario de ese avión antes de volar de Querétaro a Buenos Aires. En apenas tres semanas previas a su detención, había estado cinco veces en Caracas, cuatro en Teherán (capital de Irán), dos en Ciudad del Este (Paraguay), dos en Belgrado (Serbia), una en Moscú y otras dos en Querétaro. Ese solo itinerario de vuelos lo volvería altamente sospechoso. En Ciudad del Este se le trató de detener, pero logró despegar antes de ser bloqueado. Se supone que partió rumbo a Aruba, pero nunca llegó a la isla caribeña. Poco después apareció en Querétaro.

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En México se ha ignorado la investigación, pero está viva, como ayer mismo lo confirmó el gobierno estadunidense. Habrá que ver hasta dónde se estira la liga de la misma. Aquí hacemos como si no hubiera pasado nada.

 

 

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