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Opinión

El destape

Actualizado: Guardar

Los niños de 3 años están a punto de conocer el rostro de sus cuidadores de la guardería. Van a salir por fin de la distopía de las caras homogéneas para adentrarse en un mundo de napias inesperadas, de bocas insólitas, de brackets y de inmensas dentaduras encajadas como por arte de birlibirloque en minúsculas cavidades orales, por mentar sólo algunos ejemplos del amplio catálogo de sorpresas que suele deparar el descorrimiento de cortinas faciales. Los chiquillos sufrirán su primer desengaño, que será parecido al de los niños de mi época ante la primera revelación física de un determinado locutor de radio. O como cuando vimos la película de Tom Sawyer y el protagonista no coincidía con el que habíamos

 diseñado en nuestra fantasía. La imaginación ajena es siempre enemiga de la propia y todos tenemos una tendencia natural a diseñar el rostro que se nos oculta. Porque esa es la única parte del cuerpo que, salvo en circunstancias excepcionales, hemos llevado desnuda desde nuestro origen. La humanidad no ha usado jamás ropa interior para el semblante.

El Gobierno ha decretado el destape para dentro de dos semanas. Adiós a las mascarillas en espacios cerrados. Sánchez nos concede la libertad de imagen justo cuando los precios nos esclavizan. Y no sé si en estas circunstancias merece la pena que nos descubramos. Está a punto de eclosionar un brote de perplejidades, de bellezas durmientes y de fealdades corregidas por el antifaz. Y así como ganaremos bocanadas de aire y transparencia, también perderemos algunas ventajas caras: poder bostezar mientras nos hablan, maldecir al presidente por lo bajini… A partir de ahora volveremos a leernos los gestos. En definitiva, ganaremos algo de alegría en este frenesí de tristezas, pero ejercitaremos menos la imaginación, que es lo único asequible al bolsillo que nos han dejado.

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De pequeño me dormía con ‘Supergarcía’. Lo soñaba esbelto, con pelo rizado y barba dura. La primera vez que lo vi me solivianté. Lo digo porque a ver si la eliminación de las mascarillas va a provocar, además de la séptima ola, los peores chascos de nuestras vidas.

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