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¿Para qué lo trajo? Cambio en la Segob


La designación de un nuevo titular de la Secretaría de Gobernación (Segob), Adán Augusto López, hasta hace unos días gobernador de Tabasco, sacudió los corrillos políticos por razones que residen en el morbo más que estrictamente en la trascendencia política.  

En realidad esta oficina es una sombra de lo que alguna vez fue. Durante el periodo del régimen de un solo partido que cubre la mayor parte del siglo XX, el del PRI-Gobierno, el titular de la Segob era considerado el jefe del gabinete, el alfil ejecutor de la voluntad presidencial y una especie de vicepresidente del gobierno en turno. Por lo demás solía ostentarse como el candidato con más probabilidades para convertirse en el siguiente soberano. Sin embargo, esto último no ha vuelto a suceder desde hace 51 años, cuando Luis Echeverría pasó de la oficina de Bucareli a Palacio Nacional. A partir de ese momento, los presidentes han procedido del llamado gabinete económico o han sido resultado de la alternancia en el poder.

Enrique Peña Nieto, primer presidente priista reciente que no perteneció a la tecnocracia, intentó restablecer parte de la preeminencia que solía tener el secretario de Gobernación, esta vez a través de la figura de un político importante, Miguel Ángel Osorio Chong. Pero las inercias jugaron en su contra y rápidamente el ministro responsable del gabinete económico, Luis Videgaray, se impuso como vicepresidente de facto.

Con el gobierno de la 4T el desdibujamiento de la Segob ha sido aún mayor. No sólo porque el estilo personal de gobernar de Andrés Manuel López Obrador convierte a todos los ministros en personeros de su voluntad y porque la Oficina de la Presidencia controla buena parte de las subsecretarías de todos los ministerios. También porque específicamente esta cartera ha perdido funciones importantes (y con ello el presupuesto y la influencia política aparejada); esencialmente todo lo relativo a seguridad pública y gran parte de los temas jurídico políticos que ahora lleva Julio Scherer, asesor jurídico del presidente.

Durante estos tres años Olga Sánchez Cordero fungió más como una figura digna y presentable para hacer tareas de relaciones públicas de alto nivel, amén de algunas encomiendas de negociación política encargadas directamente por AMLO. Lo anterior no lo digo en demérito de la ex ministra de la Suprema Corte. Me parece que en el limitado espacio que le otorgó este apretado diseño institucional fijado por Palacio Nacional, Sánchez Cordero hizo un trabajo digno e incluso, como en el tema de las mujeres, con una autonomía y un sello personal más allá de la opinión del presidente.

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En resumen, por las reducidas atribuciones y el limitado protagonismo que ostenta la oficina que ocupará Adán Augusto López, en teoría es un movimiento mucho menos importante de lo que podría haber significado en el pasado.

Pero esto es solo en teoría. Tratándose de López Obrador y el enorme peso que tiene su voluntarismo, al margen del diseño institucional, las tareas del nuevo inquilino de Bucareli pueden ser tan decisivas o tan banales como lo quiera el presidente. Y esa es justamente la incógnita que habrá de ser despejada en las siguientes semanas. ¿Para qué lo trajo?

Por un lado, el hecho de que se trate de un político crecido a la sombra del obradorismo, hace del secretario de Gobernación una extensión de la oficina presidencial. Se trata de un miembro del círculo de confianza del mandatario. Adán López es hijo del notario tabasqueño que solía oficializar los documentos jurídico políticos del movimiento de AMLO en Tabasco. A diferencia de Olga Sánchez Cordero, una figura de importancia nacional por mérito propio, la trayectoria local de López y su escaso conocimiento de los actores nacionales, lo convierten ahora, para efectos de negociaciones políticas, literalmente en un personero del presidente.

Esto ha sido leído como un intento de AMLO de pluralizar sus alfiles políticos y una suerte de desencanto o enfriamiento con los que hasta ahora venía utilizando: Julio Scherer en lo jurídico, Olga Sánchez Cordero en encomiendas específicas, Ricardo Monreal en lo legislativo, Mario Delgado en lo que concierne a Morena, y un largo etcétera.

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Algunas columnas, incluso, lo han señalado como un reforzamiento de la baraja de suspirantes presidenciales con los que cuenta López Obrador. En algún momento él ha señalado que sus cartas son una aplanadora con respecto a los posibles candidatos por parte de la oposición. Pero bien mirado, las opciones reales de la 4T para un proyecto postsexenal se reducen a Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, toda vez que la posibilidad de recurrir a Ricardo Monreal se ha vuelto intransitable para el presidente, molesto por las continuas iniciativas políticas abiertas o clandestinas de parte del aún coordinador del Senado. Más allá de los mencionados, AMLO carece realmente de opciones firmes para sucederlo. Y considerando la volatilidad de la política, que puede destruir la carrera de cualquier protagonista intempestivamente, la incorporación de Adán López a la escena nacional puede ser leído, efectivamente, como una ampliación de los planes B frente a alguna contingencia.

De ser así, el presidente tendría que “placearlo” intensivamente en lo que resta del sexenio, porque el funcionario es un perfecto desconocido para la mayor parte del país. Las tareas que le sean asignadas por López Obrador en los próximos meses ofrecerán alguna pista de las intenciones que entraña este nombramiento: si consisten mayormente en negociaciones a puerta cerrada con otros actores políticos revelaría la mera necesidad de un operador de confianza adicional. Por el contrario, si se trata de responsabilidades que impliquen aplausos, reflectores y representaciones en nombre del Jefe de Estado podríamos estar hablando de la fabricación de un suspirante.

Todo esto al margen de las capacidades reales, hasta ahora desconocidas, de un hombre que ganó la campaña a la gubernatura de Tabasco absolutamente garantizada y que durante tres años ha llevado una gestión más bien discreta. Imposible saber si existe allí algo que pueda ser considerado como “material presidenciable”. Aunque examinando la colección que ha pasado por Los Pinos, habría que concluir que eso nunca ha sido un obstáculo para hacerlos presidentes. Veremos. 

www.jorgezepeda.net

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