Connect with us

Opinión

Algunos mitos latinoamericanos

(Expansión) – Pase unos días de asueto en Argentina, un hermoso país en donde tengo amigos entrañables. No pude dejar de pensar en lo mucho que en América Latina tenemos en común, incluyendo algunos mitos. Uno que es casi fundacional es la insistencia en confundir riqueza con abundancia de recursos naturales. Lo último es evidente para cualquier visitante de nuestras repúblicas. ¿Por qué entonces no somos ricos?

Esta aparente incongruencia entre países “ricos” y ciudadanos pobres da pie a una amplia tradición latinoamericana. Moisés Naim, por ejemplo, argumenta que está en la raíz del mito chavista: alguien te quitó lo que era tuyo y yo estoy aquí para devolvértelo.

También explica la fascinación regional con las versiones maniqueas del enemigo afuera. En un libro reciente, Mark Koyama y Jared Rubin hacen una espléndida revisión del argumento colonialista. Hacen ver lo mal que envejeció “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, que sin embargo se mantiene como obra mítica entre la izquierda doctrinaria, no solo en Buenos Aires y en Ciudad de México sino, sobre todo, en La Habana. La culpa la tienen invariablemente los de afuera, no importa que hayan transcurrido 60 años de virtual aislamiento.

Las versiones más socorridas entre los gobiernos populistas de la región combinan adversarios externos e internos. Los enemigos de “la revolución”, “del movimiento” o “de la patria” son un aglomerado de intereses foráneos y locales, que intentan mantener a toda costa sus privilegios. Son mitos familiares a cualquier habitante de Buenos Aires, la Ciudad de México, y muchas otras ciudades de la región.

¿Cómo se reflejan en las decisiones de política económica?

Cuando la presunta fuente de riqueza tiene que ver con algún recurso natural concreto – petróleo, gas natural y hoy en día litio – el mito que prevalece es que es necesaria una solución de monopolio. Entre uno público o privado, es preferible el primero y se crean así empresas estatales para – como diría el clásico – administrar la abundancia. La idea de que independientemente del tipo de propiedad, competencia y una estructura regulatoria fuerte y eficiente son mejor solución comenzaba a despuntar en nuestra región. No obstante, el mito se esta reimponiendo y en su versión más nociva: el desempeño pasa a segundo término ante argumentos fundamentalmente ideológicos.

Advertisement

Cuando las actividades promisorias son más variadas o difíciles de controlar de forma centralizada, es el mito fiscal el que prevalece. La idea de que somos países ricos con ciudadanos pobres supone que la riqueza no se crea, solo se distribuye y, entonces, la política fiscal puede olvidarse de los incentivos a generar fortuna y concentrarse por completo en a quién le quita y a quién le da.

Si a lo anterior se añade un gobierno con estructuras clientelares grandes, el Leviatán que surge es tan insaciable que termina por devorarse a sí mismo. Esta es en gran medida la historia del peronismo: Domingo Cavallo documenta desde finales de los años 80 cómo el esfuerzo por tasar a la eficiente agricultura argentina para impulsar el crecimiento urbano e industrial genera un modelo insostenible, que experimenta crisis cada vez más recurrentes.

¿Por qué entonces el peronismo mantiene el poder en este 2023? Fundamentalmente porque se impone su peor versión: más ideológica, más corporativista y populista. Pero también enfrenta aritméticas macroeconómicas cada vez más perversas. Los niveles de inflación superiores al 100% anual tienen que ver con una plena dominancia fiscal, a pesar de políticas tributarias cada vez más onerosas y fuera de toda lógica y con una tendencia, esa sí, muy argentina, a experimentar con controles cambiarios. Raúl Fernández, otro gran economista argentino, apunta a que ya en 1899 The Banker en Londres afirma que “…no hay pueblo en el mundo al que más le gusten los experimentos monetarios que el pueblo de Argentina”.

Todo indica que en las elecciones de este año por ende podríamos ver una derrota del peronismo. Seria a mi juicio una buena noticia, pero el tránsito a formas de gobierno más efectivas y razonables – la derrota del populismo pues – pasa por abandonar de una vez por todas algunos de los mitos que nos aquejan. Países como Argentina o México tienen un tremendo potencial, pero seguramente un japonés nos diría que eso no implica riqueza: esta viene del esfuerzo, del talento y, sobre todo, del sentido común – a veces el menos común de los sentidos en nuestra región.

Advertisement

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Expansión – Opinión

Advertisement

Nacional

Más

Populares