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La inflación se disparó hasta el 6,5% en diciembre, el mayor nivel desde 1992

Una trabajadora atiende la caja de un supermercado, en febrero del año pasado.
Una trabajadora atiende la caja de un supermercado, en febrero del año pasado.CAEA (Europa Press)

Primero se hizo notar en el recibo de la luz. Luego en las gasolineras. Y ha acabado dejando su huella en alimentos como el aceite de oliva, la carne o la fruta. La inflación cerró 2021 en el 6,5%, según el dato definitivo de diciembre publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística, que corrige a la baja dos décumbres la cifra de hace dos semanas. Se trata de su nivel más alto de los últimos 29 años, concretamente desde mayo de 1992, tras una escalada de diez meses consecutivos que ni siquiera la bajada de impuestos exprés sobre la electricidad emprendida por el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha sido capaz de contrarrestar.

Las fuerzas que empujan en sentido opuesto se han demostrado más poderosas que cualquier Gobierno, y estos descargan la responsabilidad de poner coto a la inflación en los bancos centrales, equipados con más artillería para combatirla, pero por ahora cautos, sobre todo en Europa, por temor a entorpecer una recuperación asediada por ómicron. El encarecimiento del gas, los cuellos de botella en el comercio global y las subidas del transporte marítimo y las materias primas han sido contratiempos resbaladizos para las cancillerías en Europa y EE UU, impotentes para hacerles frente en medio de un creciente malestar ciudadano por la pérdida de poder adquisitivo. Eso no se ha traducido por ahora en el Viejo Continente en subidas de sueldo similares a la inflación, peligrosas, según Fráncfort, por su potencial para generar una espiral de precios altos más duradera.

En España, los datos confirman la aceleración del fenómeno en diciembre, con un aumento de la inflación de un punto en tasa interanual (del 5,5% de noviembre al 6,5% de diciembre). La cifra contrasta con la ralentización en la zona euro, donde hay señales de que ha podido tocar techo tras crecer solo una décumbre con el cambio de mes, del 4,9% al 5%. Y coloca a España en el grupo de Estados de la moneda única donde el alza del coste de la vida parece más lejos de amainar: solo en Estonia, Lituania y Letonia es más elevada. Ningún país del euro está por debajo del objetivo del 2% del BCE, y todo apunta a que la energía seguirá marcando el paso. “Los elementos a continuar observando por su riesgo al alza son el precio del petróleo y del gas”, dice Nieves Benito, responsable de Fundamental Research de Santander AM. La analista prevé encarecimientos algo más moderados este año.De cara al 2022, esperamos que la inflación continúe en tasas elevadas por encumbre del objetivo del BCE del 2%, pero por debajo de 2021″, explica.

En el caso español, si se amplía el foco y se examina el conjunto del año, la evolución de los precios ha sido una nítida línea ascendente. De menos a más. La inflación media fue del 3,08%, la mayor desde 2011, hace una década, cuando el repunte de la energía y la subida del impuesto del tabaco la dejaron en el 3,2%. La comparación con el alza salarial que registran los convenios en 2021 (del 1,47%) revela una pérdida de poder adquisitivo para la mayoría de los trabajadores. La inflación subyacente, que elimina del índice de precios los alimentos no elaborados y los productos energéticos a caEstados Unidos de su volatilidad, cerró diciembre en el 2,1% tras crecer cuatro décumbres.

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Un vistazo a la cotización de las materias primas sirve de explicación: el barril de petróleo Brent empezó en 50 dólares y terminó en 77 dólares, lo que alentó la subida del combustible: la gasolina repuntó un 23% y el gasóleo un 24,6% según el INE. Lo mismo ha ocurrido con la larga sucesión de máximos históricos de la electricidad en el mercado mayorista y su traslación a las facturas: se ha encarecido un 72% respecto a diciembre del año pasado. Y con el precio que pagan las empresas por un contenedor cargado de mercancías que viaja de China a Europa, que ha llegado a dispararse de unos 2.000 hasta los 15.000 dólares para aquellos importadores que no cuentan con contratos a largo plazo o efectuaron pedidos de última hora.

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En los alimentos también se perciben subidas importantes respecto a hace un año. Según el INE, el aceite de oliva se encareció un 26,7%, la carne de ovino y caprino un 21,8%, las frutas frescas un 9%, las legumbres y hortalizas un 8%, el pescado fresco un 6,6%, la carne de ave un 6,5%, la de vacuno un 6% y el marisco un 5,1%.

María Jesús Fernández, economista sénior de Funcas, el think tank de las cajas de ahorro, advierte de que la inflación es cada vez más generalizada en España. “En la primera mitad del año, el incremento del IPC era el resultado del encarecimiento de los productos energéticos, de un efecto base de vuelta a la normalidad tras el abaratamiento del año anterior, pero en los últimos meses hemos pasado a una segunda fase donde no solo aumenta la energía, sino otros productos a los que está afectando el encarecimiento de materias primas y suministros”.

Visto cómo el tiempo ha destrozado previsiones de expertos tan reputados como los del BCE, que en marzo pasado calculaban un pico de inflación en la zona euro del 2% para 2021, muy por debajo de la realidad, aventurarse a predecir qué sucederá a unos meses vista se ha convertido en un trabajo de adivinación casi siempre ingrato para los que se atreven.

Fernández no ve clara la tesis, defendida precisamente por el BCE, que pronostica una normalización de los precios en primavera. “Hay un riesgo importante de que la inflación sea más elevada de lo que esperamos. Todo dependerá de si comienzan a bajar la energía y las disrupciones desatadas por el fuerte aumento de la demanda, pero no es seguro que eso vaya a suceder. Puede ocurrir que las bajadas sean eshogars. Que la transmisión a los precios finales de productos de consumo sea más intensa. Y que se empiecen a observar efectos de segunda ronda con su traslado a los salarios”, alerta. Esa última hipótesis, según Fernández, volvería la inflación más permanente, obligaría al BCE a endurecer su política monetaria con subidas de tipos de interés más rápidas de lo previsto y tensionaría las primas de riesgo. En definitiva, se trataría de “un escenario inestable y peligroso para España”.

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