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Manuel Díaz Extremismos: Peligroso camino del PAN y Morena

Como dicen, en política no existen casualidades, la gira del español se presenta justamente cuando en México inicia la LXV Legislatura y AMLO necesita  un rompimiento de la alianza opositora. El líder del PRI, Alejandro Moreno abrió la posibilidad de romper alianzas y eso seguramente fortalecerá a los extremismos de populistas tipo AMLO o de extrema deseo tipo Anaya-Marko Cortes.

Los extremistas de cualquier bando Estados Unidosn un disfraz de derecha o izquierda, pero al final son lo mismo y actúan igual. Su interés es afianzarse en el poder, apoyados en corrientes religiosas y con un profundo desprecio a las minorías.

La visita a México de Santiago Abascal, presidente del partido español ultraderechista Vox, causó una gran polémica, luego de que algunos integrantes de la bancada del PAN en el Senado de la República firmaran la Carta de Madrid, con la que se busca detener la jalada  del “avance del comunismo” en el mundo.

En México, al igual que muchos países, sobre todo en naciones en vías de desarrollo, se da una intensa disputa entre grupos progresistas-liberales en contra de extremistas de derecha como Vox y el Foro de Sao Paolo.

En términos generales los extremistas de populistas resultan ser la misma cosa, son grupos fascistas, completamente antidemocráticos que aspiran a crear gobiernos autoritarios, sostenidos por la fuerza y que, para permanecer en el poder, Estados Unidosn el pretexto de garantizar que no lleguen los del otro extremo. La realidad es que, lo que no quieren, es que llegue la democracia.

El Foro de São Paulo se fundó en esa ciudad de Brasil  en 1990 impulsado por el PT de Brasil junto con partidos y grupos de disquetes de izquierda latinoamericanos, con personajes como el expresidente de Brasil Lula da Silva, Fidel Castro y Hugo Chávez entre otros.

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La idea fue reunir esfuerzos de los partidos y movimientos disfrazados de izquierda y ultraizquierda para “debatir sobre el escenario internacional” después de la caída del Muro de Berlín y “las consecuencias del neoliberalismo en los países de América Latina y el Caribe”. A este movimiento supuestamente de “ultraizquierda radical” se sumaron grupos violentos como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, entre otros.

Retomando la teoría de la Herradura, de que los extremos ideológicos se juntan, el ejemplo más claro se da en Brasil, entre la corriente de Lula da Silva y Dilma Rousseff y la de quien los sustituyó, el ultraderechista Bolsonaro.

Brasil, el país más importante económicamente de Latinoamérica, experimentó la llegada de la corriente más radical de la izquierda con Lula y fue sustituido por Dilma Rousseff, gran amiga de AMLO y Claudia Sheinbaum.

En el mandato de Lula y siendo la directora de Petrobras, Dilma Rousseff, ocurrió uno de los escándalos más grandes de la historia de ese país cuando la empresa de Marcelo Odebrecht, conocido como Lava Jato, declaró ante la justicia estadounidense haber pagado 13 millones de reales (unos US$4,15 millones) en efectivo al exmandatario Lula da Silva entre 2012 y 2013.

El escándalo de corrupción puso al descubierto parte de la red de corrupción que envuelve al Foro de Sao Paolo y abrió paso ala ultraderecha, apoyada por otro grupo extremista de derecha Vox, con Jair Bolsonaro.

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Las estrategias utilizadas por Bolsonaro no son muy distintas de las expresiones que utiliza el Foro de Sao Paolo en países como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador o México. Bolsonaro, siguiendo el juego de la polarización de Lula y Dilma, hizo eco y confrontó uno a uno en temas de homosexuales, políticas de corrupción, en fin, la estrategia era polarizar al país al máximo.

Las formaciones de extrema derecha utilizan el discurso de odio en contra de la educación por la diversidad y la tolerancia como una estrategia política para ganar popularidad. Esta estrategia de comunicación es la que Bolsonaro empleó por años hasta conseguir la presidencia de Brasil con el innegable apoyo de las iglesias evangélicas. El homólogo del ‘pin parental’ en Brasil es el programa ‘Escuela sin Partido’.

Luego de la caída estrepitosa de Lula y Dilma, quien asumió el poder fue Bolsonaro, un tipo similar, pero con la bandera ultraderechista. Brasil no cambió y sigue sumergido en la batalla de los extremismos que, cabe señalar, alimentó otro personaje, el expresidente Donald Trump.

Ahora México se encuentra amenazado por esas dos corrientes extremistas. AMLO es integrante del Foro de Sao Paolo y busca cumplir con la lógica de gobierno extremista, lo curioso es que utiliza exactamente la misma estrategia de polarización y de respaldo de las iglesias evangélicas que utilizó Jair Bolsonaro.

Ahora, ante el evidente fracaso en México de la corriente del Foro, derivado de la corrupción y el fracaso de las políticas públicas, como sucedió en Brasil, en lo que podría ser un plan B, llega la extrema derecha apoyada por Vox y algunos ilusos que les compran fobias innecesarias y que solo fortalecen a la

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Una parte del PAN en que están Ricardo Anaya y piezas claves como el actual dirigente de ese partido Marko Cortés, quien se ha encargado de cerrar el paso a una corriente democrática dentro del partido, avalaron de facto y de omisión el encuentro que sostuvo un grupo de senadores con Santiago Abascal de Vox.

La democracia se defiende del fascismo populista en el PAN o en MORENA a con sus aliados PES y VERDE que son fundamentalistas anti democráticos.

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