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– Verborrea


Para efectos de la propaganda previa al III Informe de Gobierno de la actual administración federal, y casi seguramente de la posterior, sus “creativos” retomaron -sin preocuparse por los derechos de autor, porque la frase es del dominio público- el slogan que utilizaron, 38 años ha, los panistas Luis H. Álvarez y Pancho Barrio en las campañas que los llevaron a las alcaldías de Chihuahua y Ciudad Juárez, respectivamente: “Hechos, no palabras”.

“Nadie vende pan frío”, reza el adagio. Por lo demás, diríase que la proclividad a ver sistemáticamente el vaso medio lleno es consustancial a todos los gobiernos -monárquicos, dictatoriales, autoritarios o demócratas- mientras que el afán de ver sistemáticamente el vaso medio vacío es consustancial tanto a sus críticos como a sus adversarios (propiamente dichos).

-II-

El impacto del III Informe en la opinión pública será, salvo prueba en contrario, el de cuantos lo precedieron, desde que se lleva registro de ellos, al margen de que correspondan al satanizado período neoliberal o a la nunca bien ponderada “cuarta transformación”: loas de unos, diatribas de otros, escepticismo de algunos más… e indiferencia de la mayoría.

Se entiende -se explica, aunque no se justifique- que quienes elaboran los informes pongan el lente de aumento en los logros, lo mismo en los evidentes que en los dudosos, de la misma manera que los críticos tienden a poner el suyo tanto en las notorias y hasta escandalosas carencias como en la cuestionable veracidad de los cacareados logros.

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(Es probable que de casi todos los gobiernos pueda decirse lo mismo que de los libros: que ni los hay tan malos que no tengan nada de bueno, ni tan buenos que no tengan algo de malo).

-III-

En todo caso, si de algo puede tenerse la sospecha -por no decir la certeza- es de que ninguno de los gobiernos de los que tienen memoria las actuales generaciones, tendió tanto a la verborrea (por definición, “palabrería excesiva”) como el actual. Ni López Mateos (consciente de su carisma), Echeverría (proclive al populismo), López Portillo (con ínfulas de intelectual de altos vuelos), Salinas o Fox (bastante locuaces) en su momento, dedicaron tanto tiempo como López Obrador en lo que va de su ejercicio, a cacarear… lo mismo cuando ponían huevo que cuando no.

Al fin del cuento, es probable que venga al caso considerar, parafraseando a Thomas de Kempis, que “No eres más santo porque te alabes, ni más vil porque otros te desprecien”.

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jagelias@gmail.com

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