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Fanta y política


Decía el filósofo español Jesús Ibáñez que nada representa mejor la pérdida del sentido que la Fanta, el refresco de naranja que es todo menos naranja. La evolución del color de la Fanta es el mejor ejemplo de cuando vaciamos el sentido y el objeto termina siendo solo su referente. La Fanta original era mucho más amarilla, como lo es el jugo de naranja, sin embargo, el “sabor naranja” terminó siendo identificado con el color, por lo que los fabricantes le quitaron el contenido original de jugo de naranja y le subieron el tono al refresco. Hoy el “sabor naranja” está identificado con el color, no con la fruta.

Algo similar pasa con la política. Lo importante es que parezca, que los ciudadanos crean que algo es, aunque no sea realidad.

El mejor ejemplo son “los derechos” a los que supuestamente tenemos acceso universal. En México, nos dicen el presidente y la reina Elizabeth de las mentiras de los miércoles, tenemos derecho universal a la salud. En la letra sí, pero en la realidad a raíz de la desaparición del Seguro Popular y la creación del Insabi hubo mucho más ciudadanos que tuvieron que recurrir a la medicina privada.

Esto mismo ha sucedido en México desde hace décadas, donde por alguna extraña razón consideramos que consagrar los derechos en la Constitución soluciona los problemas. El verbo es inmejorable, pues consagrar hace referencia al mito, al reconocimiento y la firmeza del acto más allá de la realidad. Lo que recibimos los ciudadanos son Fantas, servicios institucionalizados (embotellados) que dicen solucionar problemas pero que en realidad solo los perpetúan, pues su contenido no es lo que parece. Más aún, si la Fanta en realidad fuera de naranja no podría costar lo que cuesta, sería mucho más cara y muchas menos personas la consumirían, así que todos fingimos: sabemos que pagamos poco por un refresco que no es de naranja, pero parece, y que pagamos pocos impuestos por unos servicios que sabemos que no son, pero parecen.

¿Quién es el responsable de que la Fanta sea como es: el productor o el consumidor? Hay uno que engaña y otro que se deja engañar, uno que le sube el tono al naranja y otro que exige que se suba el tono, que quiere un producto que se parezca más a su imaginario que a la realidad. Lo mismo pasa en la política. Si nos dicen que en México los servicios de salud ya son gratuitos y universales, como en Dinamarca, es porque hay quien quiere creer que así sea, aunque termine acudiendo al consultorio de la farmacia porque nunca obtendrá el servicio gratuito que le prometieron.

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La Fanta existe porque la compramos. Los políticos mienten porque nosotros queremos, necesitamos, ser engañados. 

Lo importante es que los ciudadanos crean que algo es… El mejor ejemplo son “los derechos” a los que supuestamente tenemos acceso universal.

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