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Nacional

¿Se volvió loco?


Algo anda muy mal en Palacio Nacional.

Debe haber problemas ahí adentro.

Y es que esta semana, desde el lunes, el Presidente López Obrador salió a arremeter con todo contra toda esa pléyade que él considera sus villanos favoritos empezando por supuesto por Hernán Cortés a propósito del aniversario de la caída de la Gran Tenochtitlán pero también pasó a repasar al INE, al Tribunal Federal Electoral, a los diarios Reforma y Universal (a los cuales por cierto les hace una gran publicidad de a gratis) y rematando con la clase media, esa maldita clase media a la que considera inhumana y materialistas (incluso “ladina”) por aspiracionista.

Queda claro que en la naturaleza o ADN de los políticos de cualquier partido está el buscar, encontrar y señalar las diferencias para de ahí bordar y fomentar el proselitismo.

En el caso de López Obrador buscar esas diferencias, encontrarlas y exacerbarlas es lo que en su momento le permitió encumbrarse denostando a los neoliberales corruptos de gobiernos anteriores.

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Así se ganó una buena cantidad de adeptos.

Y si bien es muy plausible la esperanza que eso dio a los desposeídos del país hoy el modelo de combatir adversarios reales e imaginarios todos los días comienza a agotarse.

Fue muy duro para él reconocer que su política de ayuda a los pobres no ha conseguido disminuir la inopia, y también aceptar que su bandera de castigar a los corruptos del pasado fue despreciada olímpicamente por la gran mayoría de los mexicanos que sencillamente no fueron a las urnas a votar por enjuiciar a los emisarios del pasado.

Es probable que el desgaste que hemos vivido con la pandemia del coronavirus esté provocando que la mayoría de nosotros ya no estemos tan seguros que dividir es la mejor opción.

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Quizás, y con el ánimo de que ya esto termine, entre nosotros mismos estamos provocándonos una nueva forma de ver las cosas.

Es probable que haya llegado el momento de buscar las semejanzas entre todos y tratar con ellas de reconstruir un país azotado por un virus y por la severa crisis económica que ese virus provocó.

Todos hemos sufrido pérdidas cercanas, además amigos nuestros viven con secuelas severas por el contagio, y hay enormes dudas sobre la capacidad del gobierno para manejar la emergencia y desde luego tratar de paliar la situación económica.

De ser así, es buen momento para que desde las sociedad apartidista empiecen a surgir los liderazgos que le apuesten a las semejanzas, que no son pocas.

Ahí brotaría una auténtica y legítima oposición, y no en el ataque a un presidente que cada día muestra más desgaste por la poca eficiencia de sus métodos.

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Quizás llegó el momento de leer las señales de la sociedad mexicana, particularmente de la clase media, en una hora de hartazgo pero a la vez de esperanza.

Fuente

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