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Confundidos

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A mis padres con amor y agradecimiento.

 

El concepto de izquierda y derecha tiene su origen en la ubicación de dos bandos dentro de la Asamblea Nacional francesa después de la Revolución (francesa, obviamente), ya que a la derecha se colocaba la aristocracia y a la izquierda los revolucionarios. Desde entonces, el significado de ser de izquierda o de derecha ha cambiado radicalmente por muchas épocas (desde el comunismo y fascismo hasta el wokismo). Sin embargo, los políticos siguen aprovechando dichos conceptos para posicionarse dentro del favor del electorado.

La verdad es que el concepto de izquierda y el de derecha es inocuo e inoperante, ya que quien se autodefine como de izquierda cree que las siglas de un partido posicionan automáticamente en lo que cree que es izquierda. ¿Qué es ser de izquierda o de derecha hoy? Nadie lo puede responder, porque hoy la lucha es entre autocracias y democracias liberales, y los exponentes están tanto en un lado como en el otro de esta distinción imaginaria.

Pero no es el único concepto que se aprovecha para confundir por parte de los políticos; lo mismo pasa con los conservadores y los liberales. Nuestra historia dice que los liberales eran los buenos y los conservadores los malos, entonces los políticos llaman conservadores a sus adversarios y se autoproclaman como liberales. Un buen ejemplo es la figura de Juárez, que se identifica en nuestra historia con el liberalismo, y Maximiliano de Habsburgo se identifica como conservador, aunque, en la realidad, era al revés. Maximiliano era un príncipe educado bajo principios del liberalismo europeo surgido de conflictos, entre ellos, la Revolución Francesa. Pero no importa.

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En Estados Unidos, la connotación política “liberal” es negativa y la conservadora tiene muchos seguidores. El tema es que la denominación o autoproclamación no sirve de nada, sino al contrario, perjudica porque confunde. Y así está el mundo.

En España, los socialistas se autodefinen como protectores de los derechos sociales, mientras pasan leyes que dejan a violadores salir de la cárcel. En Francia, la izquierda protege a los migrantes que no quieren ni van a integrarse en su sociedad, dándoles tantos derechos que algún día van a sacar a los franceses de Francia. En Estados Unidos hay un precandidato del partido demócrata, sobrino de John F. Kennedy e hijo de Robert Kennedy, propagando rumores que eran de la extrema derecha, como la teoría de la conspiración de las vacunas.

El punto de estos conceptos es confundir electores y a trasnochados. Lo digo por experiencias cercanas. Conozco mucha gente del exilio español que se va con la finta de todo lo que se autoproclame de izquierda, aunque, en los hechos, haga lo contrario al interés que supuestamente persigue la izquierda.

El hecho es que en países latinos (Italia y Francia incluidos) la formación humanista nos ha programado a defender las causas de los débiles desde un marco teórico y no pragmático. En los países anglosajones su pragmatismo ha solucionado mejor las causas de los desposeídos sin tanto drama.

En esta disyuntiva y confusión general la izquierda ha tenido mejores ventajas para posicionarse que la derecha (insisto en el simplismo de los conceptos, pero tengo que usarlos). En México nadie quiere autodenominarse de derecha o conservador o neoliberal, aunque lo sea. Esta semana, Santiago Creel, militante del PAN, se dijo de izquierda (hágame usted el favor) aprovechando esta confusión general. Y con esto de que ahora uno puede considerarse lo que sea y con eso se exige el respeto y aceptación general, gracias al wokismo, pues ya está.

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Por todo esto me confieso que no soy de derecha ni de izquierda ni liberal ni conservador. Soy un demócrata, capitalista, que piensa que el individuo debe ser libre y tener los mismos derechos que el resto, que el gobierno está al servicio de la sociedad y que su papel en la economía debería ser sólo regularla. Creo que la ley es el marco donde todos debemos convivir y que el individuo dentro de su libertad debe adquirir responsabilidades colectivas para definirlo como ciudadano. ¡He dicho!

 

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