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Un truco del ‘wifi’ que le puede salvar el día (y ahorrarle un montón de plata)

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OK, me va a odiar por esto. Pero recuerde que solo soy el mensajero. Como contrapartida, le voy a dejar un truco para mejorar sustancialmente la cobertura WiFi en su casa, su estudio o su local (siempre y cuando tengas equipos relativamente nuevos). Y si, como es el caso de la mayoría, tiene un mix de tecnologías, lo mismo. Este truco ayuda en cualquiera de los dos escenarios. Manos a la obra.

Como les conté en alguna columna anterior, cambié de proveedor de conexión con Internet. Pasé así de 9 megabits por segundo (mbps) a 300. Dado que la pandemia me ayudó a tomarle la mano a los caprichos electromagnéticos de wifi dentro de casa, había un punto en particular en el que, según mis cálculos, el router tenía que entregar no menos de 80 mbps en mi estudio. En los cuartos cercanos, mucho más, pero el lugar problemático es mi estudio, por su ubicación.

Dicho sea de paso, y aunque cueste un poco creerlo, nunca, salvo en el diario, había tenido una conexión de más de 9 mbps. En el caserón barraquense donde viví hasta octubre de 2015 me arreglaba con 3 mbps y tuve esa misma velocidad cuando me mudé a la provincia de Buenos Aires, por medio de microondas; luego la subieron a 9 mbps. Por entonces, el cable todavía no llegaba tan lejos. Tan lejos es a 50 kilómetros del Obelisco.

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Así que 80 mbps iba a ser un lujo exótico, y ya me estaba regodeando con la idea de poder descargar –por ejemplo– los controladores de Nvidia en un minuto en lugar de en 10, además de que, con el router en ese punto en particular, podría por fin unificar la red local, lo que a su vez simplificaría un montón de operaciones; los discos compartidos, sin ir más lejos.

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En fin, todo anduvo bien con el cableado y la instalación, y cuando medí la conexión al lado del router, efectivamente, entregaba 300 mbps. Un buen router 802.11ac, además, así que subí a mi estudio a probar si mi cálculo a ojo de buen cubero había sido correcto. Pero, para mi más absoluto asombro, la conexión medía solo 9 mbps. Era como un hado fatal que me perseguía. Poco ancho de banda incluso con una conexión de 300 megas. Lo pensé un poco, mirando el numerito en Fast.com, y llegué a una conclusión: no podía ser.

Un parpadeo extraño

Pero en el medio pasó otra cosa. La computadora con la que trabajo en casa tiene tres pantallas. La principal se conecta por Display Port; la secundaria por HDMI, y todavía hay otra, antigua pero sólida como un acueducto romano, que se conecta por VGA mediante un adaptador Display Port. Amo ese monitor porque tiene cámara web y un buen concentrador USB, así que, hasta que diga basta, voy a seguir usándolo.

Fuera de que conectar tres monitores de diferentes generaciones requiere paciencia, suerte y pactar con seres preternaturales, la cosa es que una vez que todo anda, anda bien, sin fallar nunca. Hasta ahora. Cuando logré que las tres pantallas se encendieran, activé la placa wifi recién instalada en mi máquina, para probar la nueva conexión con Internet, y en ese momento, la pantalla VGA se apagó. Después se prendió. Después se apagó de nuevo. Se quedó así unos minutos y, cuando fui a levantarme para ver que podía estar pasando, se encendió de nuevo. Me senté. Y se apagó definitivamente.

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Lo que me faltaba, en este sábado frustrante. Con una vuelta de tuerca: al principio ni se me ocurrió asociar wifi con la pantalla. Pensé que, simplemente, después de tantos años, ese monitor había fallado. Lo había desconectado, vuelto a conectar; tenía sentido: falló el hardwarePero créanme, casi nunca es el hardware. Lo vengo diciendo hace décadas.

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De momento, me resigné a que la pantalla estuviera fallando y volví a mi problema principal: el ancho de banda. Desactivé wifi en la computadora, para revisar la configuración, y entonces el monitor volvió a encenderse. What? Levanté los brazos al cielo, recité unos sutras mal pronunciados, y me quedé mirando las pantallas sin entender. Activé wifi. La pantalla se apagó. Lo desactivé. El monitor volvió a la vida.

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Ok, calma, ya sé, no tiene sentido. Pensemos, me dije. Hice veinte búsquedas en Google, pero nada. Le pregunté a GPT, imagínense mi desesperación. Se alzó de hombros. Empecé a preocuparme. En 72 horas tenía que dar una charla para Lacnic y la Sociedad Interamericana de Prensa, así que no era buen momento para que tener problemas con la cámara, la conexión y las pantallas.

Hice todas las pruebas que pueden figurarse, sin éxito. Si prendía wifi, mi tercera pantalla se apagaba. Así como lo oyen. Y ahora viene la parte odiosa. Cuando todo lo lógico quedó descartado, decidí hacer algo ridículo: desenchufé el cable USB que va del monitor a la computadora (el que conecta el hub y la webcam). Por supuesto, no resolví nada con esto. Pero cuando lo volví a conectar, ¡tarán!, la pantalla VGA volvió a la vida, y ya no vaciló más. ¿Explicación? No tengo ni la más remota idea. Si a alguien se le ocurre algo, soy todo oídos.

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“Solo tienes que apretar el botón, Jim”

Entre tanto, quedaba el problema principal. Como dije, no podía ser que una conexión de 300 megas pasara a 9 en esos pocos metros, sin obstáculos significativos y con una escalera amplia en el medio que sirve de corredor para la señal. Por supuesto, había revisado el router, pero es de estos nuevos que dan cuatro opciones y nada más. No sea cosa que al usuario le de un soponcio. No vi nada que me pudiera ayudar; y no vi nada, básicamente, porque no había nada.

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Volví a conectar todo, corrí otra vez Fast.com y de nuevo me dio 9 mbps, sin cambios. Por experiencia, apreté el botón Mostrar más información y volví a correr el test. Ups. Para bajar datos desde Internet, la conexión estaba en solo 9 Mbps. ¡Pero los subía a 40 mbps! Era el mundo al revés. Las conexiones domésticas en general son asimétricas y suben datos a un cuarto de la velocidad a la que los bajan. Tuve que abrir las ventanas, porque mi cabeza humeaba peligrosamente, mientras rumiaba qué podía estar pasando.

Entonces se me ocurrió una idea, en medio de lo que en ese momento era una gran nube de confusión. Me conecté a la red de invitados. Corrí Fast.com, y de pronto tenía en mi estudio los 80 Mbps que había anticipado. Como invitado en mi propia casa, tenía la velocidad que había esperado desde el principio. ¡Qué estaba pasando!

Revisé la configuración de la red de invitados y advertí que en alguna otra prueba que había hecho en algún otro momento (no pregunten; no me acuerdo) le había desactivado la banda de 2,4 GHz. Es decir, la red de invitados estaba configurada para funcionar solo en la banda de 5 GHz.

Con ese dato, fui a revisar la configuración de la red principal, vi que estaban activadas las dos bandas (la de 2,4 y la de 5 GHz) y entonces (música de suspenso) mis ojos cayeron sobre un botón etiquetado con una palabrita que, en general, me da pánico: smart. Estaba activado el “cambio inteligente” entre bandas. El router decidía solito si usaba 2,4 o 5 GHz. Y por supuesto estaba decidiendo mal. Desactivé el odioso botoncito y también la banda de 2,4 GHz. Volví a conectarme y, ¡voilà!, ahora tenía mis 80 mbps en el estudio usando el wifi principal.

Una banda

¿Cómo es esto de 2,4 y 5 GHz? Grosso modo, routers, placas adaptadoras y dispositivos (notebooks, PC, smartphones) pueden usar dos bandas, 2,4 o 5 GHz (o ambas); depende de cuándo hayan sido fabricados. Cualquier equipo más o menos nuevo puede usar 5 GHz. Esta banda tiene algunas ventajas y algunas desventajas. Bien usada, puede resolver la conectividad en su casa sin recurrir a Mesh o repetidores. Los 5 GHz tienen una cobertura menor (no llegan tan lejos como 2,4 GHz) y son más susceptibles a los obstáculos (una pared con hierro, por ejemplo). Pero, como contrapartida, alcanzan anchos de banda mucho más altos sufren de menos interferencia.

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Ahora, lo lógico sería usar 2,4 GHz cuando tiene que conectar un equipo que está lejos. Pero si su router entrega mucho ancho de banda (300 mbps es mucho hoy, lo mire como lo mire), puede sacrificar distancia a cambio de ancho de banda. Que era exactamente el plan en casa; mi estudio no solo está lejos, sino en otro nivel, por lo que 2,4 GHz hace un trabajo pobre. Mi cálculo es que con 5 GHz llegaría con 80 megas al estudio; perdería mucho (220 Mbs) por la distancia, pero el resto (80 mbps) me resultaba más que suficiente. Y ya tenía probado que los 2,4 GHz no servían para esa tarea. Al parecer, el dichoso botoncito inteligente decidía que, como es lógico, convenía cambiar a 2,4 GHz con una antena que estaba lejos (es decir, mi computadora). Pero lo lógico depende de muchos factores, y al usar 5 GHz pasaba de 9 mbps a 80.

Por supuesto, no todos los dispositivos en casa están preparados para 5 GHz, así que la movida me dejaba desconectados varios equipos. Me quedaba probar qué ocurría si volvía a activar la banda de 2,4 GHz en el router. No pasaba nada. Mis 80 Mbps seguían ahí y los dispositivos incompatibles con 5 GHz volvieron a conectarse. Y todos felices. Al parecer, el cambio inteligente entre bandas no era tan inteligente, después de todo. Bueno, lo venimos viendo estos días. La inteligencia ya no es lo que era.

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