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Opinión

El sultanato de Erdogan

Expansión – Opinión

(Expansión) – Hasta hace un mes todo presagiaba que las elecciones generales del 2023 presentarían el mayor desafío para el presidente turco a lo largo de sus más de dos décadas de carrera política. La economía turca enfrenta una crisis prolongada, sobrevinó el peor terremoto de los últimos 100 años, y el partido oficialista atestiguó deserciones de políticos clave como el exprimer ministro Ahmey Davutoğlu. Además, la oposición había creado un poderoso frente de seis partidos que abarcó casi a todo el espectro de la política turca; sin embargo, Recep Tayyip Erdogan salió avante, ganando su novena elección consecutiva. ¿Cómo sucedió esto?

Una inflación galopante del 43.6% en abril de este año (85% a finales de 2022, la segunda más alta entre los miembros del G20), la devaluación de la lira -que en cinco años perdió el 80% de su valor con respecto al dólar-, el desempleo juvenil que registró una tasa del 19% en 2022 y las políticas injerencistas del presidente hacia el Banco Central que se fusionaron con la destrucción a causa del terremoto con costos equivalentes al 4% del PIB, nos hicieron creer que Erdogan no conseguiría su reelección. Ciertamente nos equivocamos, porque el presidente renovó su mandato por cinco años más y se posicionó como un político infalible y líder indiscutible del primer cuarto de siglo de la política turca. La tragedia humanitaria del terremoto con más de 50,000 muertos y 100,000 heridos y el destape de una extensa red de corrupción inmobiliaria tejida entre el gobierno y los desarrolladores que se saltaron todos los códigos de la legalidad no jugaron en contra del presidente. Erdogan logró encapsular el debate público sobre el terremoto ganando la segunda vuelta en las 11 provincias afectadas, gracias al control férreo que ejerce sobre los medios de comunicación y considerando que casi el 80% de la población no puede leer otros idiomas, además del turco. Precisamente, la deriva autoritaria del presidente, el piso desnivelado de la contienda electoral y la construcción del sultanato concentrado en la figura de Erdogan como jefe de Estado y de Gobierno, líder del partido gobernante y al mismo tiempo de la policía nacional y las fuerzas armadas nublaron el temperamento del cambio. Al transformar la Constitución a un sistema hiper-presidencialista, Erdogan actúa como un “ califa ”, aquel que desprecia las normas electorales, explota la agenda islámico-religiosa, al tiempo de amasar más controles sobre la burocracia, el poder judicial y los medios de comunicación. No olvidemos el cambio de la ley electoral en 2022 que le permitió a su partido (Justicia y Desarrollo o AKP) mantener mayoría en la Asamblea General en alianza con los partidos Movimiento Nacionalista y del Bienestar. Erdogan también asentó su victoria en la propagación del sentimiento nacionalista y el humor antiinmigrante que supo explotar Sinan Ogan, quien atrajo durante la primera vuelta el 5.2% del voto total y prometió una política dura en contra de los migrantes, devolver a los sirios a su país, aún en guerra y romper con el tratado de la Unión Europea. Recordemos que este líder ultraderechista respaldó a Erdogan de cara al balotaje. Por otra parte, el oficialismo se encargó de encubrir los abusos, la mala gestión económica, la corrupción y la reducción de libertades desviando la atención hacia los logros industriales, militares e internacionales de Turquía bajo el mando de Erdogan, enalteciendo el estatus creciente de Turquía como una “potencia internacional”, y presentando a los kurdos (la minoría étnica más grande de Turquía) en su conjunto y sin distinción como una amenaza a la seguridad nacional y como grupo terrorista.

Toda esta mixología de factores cohabitó con los errores y reveses de la oposición: la falta de tracción y carisma de Kilicdaroglu, su historial reprobado en materia electoral y el retiro tardío de la candidatura de Muharrem İnce. Todo ello ejemplifica cómo el hombre fuerte de Turquía continuará al frente para un tercer mandato presidencial, expandiendo su legado como lo hiciera Kemal Atartuk 100 años atrás, aunque en condiciones totalmente opuestas bajo las banderas del secularismo, liberalismo y democracia. La metamorfosis continua ha sido parte del éxito rotundo de Erdogan. ¿Le será un cuarto de siglo suficiente para gobernar? ¿Podrá ser candidato en 2028 y quedarse hasta el 2033? Todo indica que sí, pues aunque la Constitución establece dos periodos presidenciales consecutivos como límite, también señala que si el parlamento se disuelve antes de tiempo y se convoca a elecciones anticipadas, el mandato presidencial en turno no se contabiliza. Por ende, Erdogan podría postularse para presidente tantas veces como él quiera, una acción común de los autócratas de este siglo. Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y consejera de la Junta Directiva del COMEXI. Síguela en Twitter , Facebook y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión.

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