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Internacional

El partido por Chile: Boric 2 – Kast 3

Si usamos el símil de un partido de fútbol entre los equipos del presidente Gabriel Boric y la oposición representada en parte por José Antonio Kast, el marcador hasta el momento iría 2-3. Habrá que ver si en diciembre Boric empata, o si la nueva Constitución, en una asamblea con mayoría de derecha, es aprobada en el plebiscito. Se debe aclarar que Kast puede no necesariamente ser el articulador de la oposición, y que su favorabilidad se deba más a un juicio en contra del Gobierno que a uno a su favor.

El primer encuentro entre los dos enfoques se dio el 25 de octubre de 2020, en el plebiscito que ratificó el inicio del proceso de la nueva Constitución. La aprobación obtuvo el 78,3%. El 15 y 16 de mayo de 2021 la elección de los constituyentes encargados de redactar la nueva Constitución favoreció ampliamente al campo que más tarde encarnaría Gabriel Boric (1-0).

En las elecciones presidenciales de fines de 2021, ni Boric ni Kast se contaban entre los líderes más promisorios. Personas como Daniel Jaude y Joaquín Lavín parecían los llamados naturales a liderar la izquierda y la derecha, respectivamente. El 21 de noviembre de 2021 Kast, líder del Partido Republicano, tomó delantera al ganar las primarias con 27,9%, frente a 25,8% de Boric del llamado Frente Amplio (1-1).

Nunca había sucedido que el ganador de la primaria no se alzara con la segunda vuelta. Pero estos son tiempos de sorpresas, y en la segunda vuelta Boric obtuvo el 55% y Kast el 44% (2-1). Luego, tras una rápida pérdida de popularidad del presidente entrante, vendría el rechazo a la nueva Constitución, con 61,9% de los votos contra 38,1% por el Apruebo (2-2). El último certamen democrático en que estas dos visiones se batieron fue el 7 de mayo de 2023, en el que los partidos de derecha obtuvieron el 64% de los puestos para redactar la nueva Constitución (Boric 2- Kast 3).

Los políticos están acostumbrados a mostrarnos el mundo a través de sus lentes, y a definir ganadores y perdedores. Pero estoy persuadido de que al final del día existe la posibilidad de una solución virtuosa. Es decir, lograr una Constitución liderada por la derecha que sea incluyente y aprobada por la mayoría, y que el Gobierno liderado por la izquierda termine haciéndolo bien. Se puede dar un gana-gana. Ambos bandos tienen la intención de hacer las cosas bien.

El país como un todo está en lo que los anglosajones llaman un soul searching, un buscarse el alma, tanto de los vencedores como de los vencidos. Máxime cuando los vencedores de hoy eran los vencidos de hace poco, y viceversa. Los repentinos cambios en los sentimientos de los votantes y su disposición a castigar severamente a los políticos es algo nuevo, y debe ser contemplado por todos de aquí en adelante.

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El llamado que más se escucha en Chile es a la moderación. A que el Gobierno se modere en su pretendida aniquilación del llamado neoliberalismo, etiqueta que le ponen arbitrariamente al pasado reciente; y que la oposición se modere en la redacción de la nueva Constitución.

Veamos los retos de Boric para enrutar su Gobierno y poner su parte en el gana-gana. Su administración tiene varios frentes clave, entre los que se destaca la reforma previsional, la de salud, la estrategia para manejar el litio y la lucha contra la inseguridad tanto en las calles, en el sur del país frente a muchas comunidades, y en el norte ante el problema de la inmigración ilegal.

En el Congreso hay un precedente difícil que es una reforma tributaria que el Senado se resistió a considerar. No puede pasar lo mismo con las demás. La reforma previsional busca que los chilenos tengan una “pensión digna”. El sistema actual tiene fortalezas, pero también debilidades. Primero, se le acusa de baja densidad de cotizaciones, dejar fuera a muchos trabajadores independiente, altas comisiones (si bien están en el promedio de la OCDE), alta informalidad y discriminación a la mujer.

Las discusiones se centran en cómo ampliar el Sistema de Pensiones Solidarias, la cobertura y densidad de cotizaciones del pilar contributivo; aumentar la edad legal de jubilación; incentivar la competencia y disminuir las brechas de género.

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Algunos puntos de solidaridad que implican mayor gasto público están atados a que se apruebe una reforma tributaria. El gran dilema es si se pueden lograr avances graduales, o si el Gobierno se empeña en refundar el sistema y eliminar lo que el considera las características neoliberales. Radicales y reformadores volverán a la carga.

Al respecto, un diputado llama a la sensatez y pide “dejar de lado la ideología y hacer algo práctico”. Por ejemplo, aprobar una pensión garantizada universal, que discrimine la situación del beneficiario y ayude más al más necesitado. También, que la solidaridad sea con el presupuesto público y no a través del sistema de ahorro pensional. La oposición pide respetar el sistema de ahorro individual, la propiedad de los fondos y la libertad de elección.

Una segunda área de enfrentamiento es el litio, mineral considerado crítico para la manufactura de baterías. Chile es uno de los países que por su riqueza minera más se puede beneficiar con la transición energética. A fines del año pasado su precio pasó de los 6.000 a los 80.000 dólares la tonelada; si bien su coste se encuentra alrededor de los 30.000 dólares, la expectativa es que el precio se mantenga muy por encima del promedio histórico ante la creciente demanda por parte del sector de vehículos eléctricos. En 2022, las ventas de litio de Chile aumentaron 777% hasta los 7.800 millones de dólares, sólo superadas por el cobre.

La propuesta del Gobierno es que su propiedad y explotación giren alrededor del Estado. Tanto en Chile como en el resto de la región hay suficiente evidencia de que, para citar a Mao, es mejor que miles de flores florezcan, tanto privadas como públicas, y revelen el valor inmenso que se puede crear en esta industria a largo plazo.

El frente más desafiante es la inseguridad. Cifras recientes muestran que, respecto del año pasado, los robos aumentaron 60% y los homicidios 33%. El norte está asolado por la crisis migratoria y el sur por protestas de comunidades. Ha caído el número de condenas y aumentado las absoluciones. En 2022 las detenciones alcanzaron 274 personas, con un aumento de 5,4%, mientras que 934 personas murieron por actividades delictivas.

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Esa es tal vez la causa singular más importante detrás del descenso en la aprobación de Boric, en especial cuando otorgó indultos a algunas personas capturadas por el estallido social del 18 de octubre de 2019, varios de ellos con antecedentes previos al 18-O y a un condenado por asaltar un banco.

En suma, el Chile actual tiene rápidas y marcadas oscilaciones del péndulo político, en elecciones atípicamente frecuentes. Un Gobierno sin mayorías en el Congreso. Una agenda profunda que incluye cambio de Constitución, que va por un segundo intento. Un Congreso que recientemente se negó a discutir una reforma tributaria, y ahora se resiste a la reforma pensional. Oposición a modificaciones al sistema de salud. Preocupación por la inmigración en el norte, la violencia en el sur y la delincuencia en las calles. Discusión sobre el papel del Estado y del sector privado en la explotación del litio, y zozobra empresarial ante la inminencia y profundidad de los cambios en las reglas del juego.

Hay visiones muy divergentes sobre lo que debe ser el futuro del país. Eugenio Tironi, analista chileno, encuentra la causa de los problemas de Boric en “creer que la empatía y voluntad de efectuar cambios estructurales bastaban para atajar las tendencias disociativas que vienen aquejando a Chile”.

En lo que queda de 2023 Boric y Kast tienen la oportunidad de encontrar puntos de encuentro, y convertir este juego de uno contra el otro en uno gana-gana, lo cual requerirá que migren de una visión de rivalidad política irreconciliable a una de genuino liderazgo por Chile. El partido no hay que perderlo. La generación de oro del fútbol chileno muestra cómo se unió el país detrás de un objetivo común. Con tanto en juego en 2023, es una inmejorable ocasión para eso.

Si no se pusieran de acuerdo, se sentaría el precedente de que los presidentes no pueden gobernar, las coaliciones no permiten pasar leyes, las constituciones no son aceptadas y la oposición se dedica obstaculizar al otro. Ese no es el Chile que hemos conocido, que ha sido ejemplar por décadas, del que está pendiente toda la región. Con seguridad habrá una forma esperanzadora de resolver los dilemas actuales

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