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Cómo cerrar la brecha de la normativa sobre IA

El 22 de marzo el Instituto Future of Life publicó una carta abierta en la que solicitaba que se suspenda por seis meses el desarrollo de los sistemas de inteligencia artificial generativa y mencionaba los potenciales peligros que implican para la humanidad. Desde su publicación, numerosas figuras de alto perfil plantearon temores similares (entre ellas, Geoffrey Hinton, el pionero de la IA que renunció hace poco a su puesto en Google para dar la alarma sobre la «amenaza existencial» que implica la tecnología en cuyo desarrollo tuvo un papel fundamental).

No debemos desestimar la gravedad de esas advertencias. Los pedidos para que el gobierno intervenga rara vez surgen de las empresas tecnológicas, que en los últimos años resistieron ferozmente los esfuerzos de los responsables de las políticas estadounidenses y europeas por regular la industria; pero dada la promesa económica y estratégica de la IA generativa, no se puede esperar que el desarrollo se detenga o desacelere por sí solo.

Mientras tanto, los miembros del Parlamento Europeo votaron a favor de una versión más restrictiva de la Ley de IA —el marco regulatorio de referencia diseñado para abordar los desafíos que plantean los sistemas de IA «tradicionales»— en un intento por adaptarla a los llamados «modelos fundacionales» y sistemas de IA generativa avanzada como el GPT-4 de OpenAI. Como uno de los principales negociadores de las revolucionarias Leyes de Mercados Digitales (LMD) y de Servicios Digitales (LSD) de la Unión Europea, reconozco la importancia de crear un mundo digital centrado en los humanos y mitigar los impactos potenciales negativos de las nuevas tecnologías, pero la velocidad a la que la UE está creando medidas restrictivas es preocupante por diversos motivos.

En primer lugar, los modelos grandes de lenguaje (LLM, por su sigla en inglés) como el GPT-4 podrían ampliar significativamente la productividad de los oficinistas. En una época en que los países desarrollados buscan desesperadamente formas de aumentar la productividad, Europa no puede darse el lujo de dejar pasar una revolución tecnológica que podría ampliar su competitividad… pero la versión de la ley de IA dictada por el Parlamento Europeo funciona como una prohibición de facto al desarrollo de los LLM en el continente.

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En segundo lugar, la rápida respuesta de la UE podría resultar en la pérdida de otra oportunidad para que Estados Unidos y Europa acuerden un marco común para regular a la industria tecnológica. Hasta el momento las conversaciones sobre la regulación transatlánticas se vieron plagadas por malentendidos y ambos lados avanzaron en sus propias iniciativas sin la coordinación adecuada.

En los últimos años, la UE aprobó varios proyectos de ley de gran alcance para regular al sector tecnológico, como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), el Reglamento de Gobernanza de Datos, la LSD y la LMD; pero mientras Europa abrazó una regulación digital más estricta, a veces a costa de su propia competitividad, EE. UU. se mostró lento a la hora de adoptar nuevas reglas debido a las divisiones partidistas y a la preocupación por posibles violaciones a la libertad de expresión. Desafortunadamente, aunque hace falta un marco común para garantizar la competencia justa entre las empresas, hay pocas señales de que los enfoques estadounidense y europeo para la supervisión del sector converjan pronto.

Ciertamente, se prevé que ambas partes implementarán marcos regulatorios alineados con sus necesidades y prioridades, pero la incapacidad para encontrar puntos en común en la regulación digital tuvo como resultado ineficiencias en el corto plazo y podría llevar a una desconexión en el largo plazo, porque resulta cada vez más difícil mantener un espacio digital compartido cuando hay divergencias significativas en las normas y regulaciones. Esto también tiene implicaciones políticas: cuando las democracias no logran unirse en torno a valores y metas compartidos, las fuerzas y regímenes iliberales prosperan.

El poder transformador de los LLM, especialmente su potencial para causar una disrupción socioeconómica generalizada debido al desplazamiento de millones de trabajadores, sube la apuesta para que los responsables de las políticas europeas y estadounidenses establezcan un marco regulatorio compartido. Para eso serían necesarias concesiones de ambas partes: la UE tendría que pausar su legislación relacionada con la IA y EE. UU. —que experimentó dificultades para limitar los daños colaterales de las nuevas tecnologías a pesar de liderar la innovación mundial— tendría que encontrar la manera de lograr un consenso bipartidista en el Congreso.

Aunque la armonización regulatoria no será fácil, sigue siendo la solución más factible a largo plazo. Europa debe aprovechar la oportunidad de ganar una ventaja competitiva y EE. UU. debe intervenir para poner freno a la espiral descendente que actualmente hay en la esfera de la IA.

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De manera muy similar a lo que ocurrió antes con el sector bancario, el sector digital se convirtió en esencial para el funcionamiento de nuestras economías y sociedades. Pero mientras la industria financiera funciona bajo normas comunes que buscan garantizar la estabilidad y equidad —como los protocolos antifraude, los marcos anticorrupción y la regulación prudencial— la regulación de la industria tecnológica es fragmentaria y, por ello, ineficaz.

El actual momento crítico podría ofrecer una oportunidad única para cambiarlo. Si la aprovechamos podríamos garantizar que EE. UU. y Europa se beneficien gracias al inmenso potencial de las IA generativas y que esa tecnología se desarrolle en un marco ético y responsable.

Cédric O fue secretario de estado de economía digital de Francia (2019-22).

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