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Opinión

Horizonte inflacionario

(Expansión) – Imitar a pie juntillas lo que hace otro puede ocasionar que se cometan los errores de quien funge como modelo. El novel equipo que ocupa los sillones de la Junta de Gobierno del Banco de México no escucha a los expertos funcionarios ahí formados, prefiriendo seguir, sin chistar, la sombra de la autoridad monetaria de los Estados Unidos de América. Mala idea.

Nada de original, ni ajustada a la realidad nacional tiene eso que el instituto central llama “política monetaria”, que en realidad no es sino una grotesca copia de lo que hace la Fed. Suben cuando sube y bajan cuando baja.

En el 2009, la autoridad del vecino país cometió un error que pagó muy caro, al no sólo detener el alza de las tasas, sino, incluso, revertir los aumentos. Al poco tiempo, cayó en cuenta de que el movimiento a la baja fue circunstancial, y la precipitada relajación condujo a un pronto retorno al desorden. Aquí ya se anunció que en próximas semanas se mantendrá, si no es que se bajará, la tasa de interés, lo que es de anticipar será una reedición del error allá cometido.

Decir que la inflación ha comenzado a ceder, deja claro que no se da el justo peso a la incondicionalidad que aqueja a quien dejara el gabinete para presidir el Inegi, y que, por si ello fuera poco, comparte destino con un cuasi autónomo subgobernador del Banxico. Hace también patente que no se advierte el artificial y manipulado impacto de políticas efectistas de corto plazo, que han introducido bienes sin cargas de comercio exterior, así como facilitando su ingreso, al reducir y hasta suprimir, trámites previstos en la regulación aduanera.

Se puede apreciar un manejo sesgado en la toma de muestras, así como la forzada construcción de una narrativa articulada en franco apoyo al gobierno en turno. La canasta empleada no refleja a cabalidad la evolución de precios de un conjunto de productos que replique lo que está sucediendo en las calles. La inflación crece y aún impacta severamente el bolsillo de amplios sectores de la población.

Los improvisados integrantes del órgano de gobierno aplican de forma mecánica recetas que no atienden las particulares circunstancias que han provocado el movimiento alcista de los precios, y, seguramente, en un par de trimestres, caerán en cuenta de que hacerle el juego a los políticos que detentan el poder no conduce a nada bueno, pero sí ocasiona gran desprestigio. No es que lo hayan ganado o formado a lo largo del tiempo, pero el voto ciego de confianza que les dio el Senado comenzará a ser criticado con razón.

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La aparente baja es meramente coyuntural, y notoriamente provocada por decisiones gubernamentales que alteraron, por un breve plazo, la oferta de ciertos productos. A ello debemos sumar que la forma de aumentar los precios se oculta disminuyendo cantidad o calidad de los productos, los cuales, con artificiales cambios de presentación, crean el espejismo de mantenimiento o hasta reducción de precios.

La demanda se está contrayendo, por lo que la oferta parece colmar suficientemente las necesidades del público, manteniéndose así el nivel de precios. Ese efecto será transitorio, y desaparecerá, cuando la escasez de ciertos productos materialice el postergado ajuste. Nominalmente puede registrarse un nivel de ventas parecido al de años anteriores, pero lo que se lleva a casa ha menguado. La inflación sigue creciendo, pero, por ahora, se resiente en la mesa de los consumidores y no en las etiquetas.

A finales del siglo pasado, y principios de éste, nos llenamos de especialistas que tenían siempre alguna docta teoría que explicaba la inflación y la forma de controlarla. Hoy han sido sustituidos por quienes postulan una teoría mágica del mercado, la cual, al igual que las de sus antecesores, hará agua con el transcurso del tiempo. A final del sexenio dedicarán horas a explicar por qué, sólo con drásticos ajustes disciplinarios en el sector público y privado, se obtienen resultados duraderos. Los tiempos que corren no son propicios para ese tipo de medidas, no mientras haya procesos comiciales, pero de manera inevitable, la presión acumulada hará estragos.

La adicción a controlar la inflación, vía tasa de intereses, ha eludido, hace décadas, un inevitable trago amargo, siendo éste corregir el absurdo, inequitativo y desproporcionado margen financiero que prevalece en nuestro país. En tanto no se modere, la tasa de interés será un instrumento incompleto e imperfecto para incidir efectivamente sobre las variables, y, como hasta ahora, sólo aumentará las utilidades bancarias, incrementando a la larga la cartera vencida.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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