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Un grito de rabia y el signo de la cruz: De la Fuente inicia su etapa con estrella

No puede haber queja en Luis de la Fuente acerca del escenario de su puesta de largo. Con La Rosaleda llena y la gente volcada, incluida la numerosísima afición noruega que acompañó a su selección en Málaga, estrenó su palmarés con España con una amplia sonrisa gracias a otro debut mucho más abrumador. Los dos goles postreros de Joselu dieron otro cariz a la gran noche del riojano, que salvó el primer obstáculo de su trayecto de forma pulcra, con goleada y sin encajar. Pero aún lejos de que su bloque enamore al personal. Su etapa empezó con flor, la lesión de Haaland, y continúa con estrella. «Hay que seguir creciendo, este grupo puede dar muchísimo más», admitió.

El técnico, pantalón negro, chaqueta azul, zapatillas blancas, superó también el primer plebiscito popular. Ni su perfil bajo ni su falta de experiencia en el fútbol de primerísimo nivel provocan reacciones negativas en una grada que lo recibió con su mejor sonrisa. Lo ovacionaron con estruendo cuando su nombre sonó por la megafonía del estadio, aún lejos del nivel de decibelios que alcanzaron con Gavi o Morata, los más aclamados de su primer once.

Con la inclusión de cuatro jugadores que no estuvieron en el pasado Mundial, entre ellos Nacho y Iago Aspas dejó su impronta de ruptura con la anterior etapa. Además, recuperó a Rodri para el mediocentro y le puso de escudero a Mikel Merino. Cambia también el sistema. Del inamovible 4-3-3 de Luis Enrique se pasó a un 4-2-3-1 abierto a más registros.

En una jornada intensa para él, el seleccionador mostró de cara al exterior la misma tranquilidad que le ha acompañado durante toda la concentración en Las Rozas. Saludos, golpes en el hombro… Gesto relajado y afable al cruzarse con unos y otros, aunque la procesión va por dentro.

Con el estadio aún vacío departió sobre el césped con Luis Rubiales y Albert Luque, en una imagen casi idéntica a la que protagonizaba hasta ahora el presidente de la Federación con Luis Enrique y Molina. Cambian las caras, pero no los hábitos.

De la Fuente escuchó el himno abrazado a su segundo, Pablo Amo, al que dedicó unas cariñosas palmadas en la espalda a modo de cómplice unión. Están juntos en esto.

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De pie incluso antes del inicio, el riojano se santiguó dos veces con el pitido inicial. Es uno de sus pocos gestos característicos. En la zona técnica es comedido, aunque no deja de dar instrucciones. Tampoco se puede decir que lo que ocurría dentro el terreno de juego provocara taquicardias…

Con el gol de Dani Olmo soltó buena parte de la tensión acumulada, de nuevo sin aspavientos, aunque soltó un grito de rabia bien visible para las cámaras. Recibió, además, la felicitación de Amo y Miguel Ángel España, el preparador de porteros, y se acercó a la zona de los jugadores para chocar la mano con algunos de ellos. Pero el resultado era demasiado corto para perder la inquietud. El juego no despegaba.

Más tensión

En la segunda mitad aumentaron los intercambios de pareceres con su segundo. Tan pronto se escondía él en el banquillo como salía Pablo Amo a apuntarle algún detalle. Lo más cerca que estuvo de perder la calma fue con la lentitud de Laporte para mover un balón a posiciones delanteras. Con los brazos en alto y dando palmas, reclamaba la atención del central del Manchester City, al que reclamaba que enviara balones largos en diagonal a Ceballos. De la Fuente estaba serio, cada vez más pensativo, los músculos en tensión. A veces con los brazos en jarras, señal de un disgusto creciente. «Las sustituciones han venido para que los que han entrado aporten sus mejores virtudes, y lo han hecho», dijo sobre la aparición estelar de Joselu. «Celebro mucho su debut».

Los goles le hicieron por fin relajar el rostro, aunque no sentarse. Siguió de pie hasta el final. Cuando llegó, se abrazó casi uno por uno con el resto de miembros del banquillo, dio la mano al entrenador noruego y lanzó un último saludo, en dirección a la grada y sin receptor conocido, antes de meterse el primero en el túnel de vestuarios.

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