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Lo llamábamos el índice corruptor

Todavía recuerdo perfectamente cuando íbamos a pasar las pruebas físicas, a mitad de temporada y ese mismo día teníamos que pasar por el dentista: desfilar uno a uno por una sala en la que estaba Enríquez Negreira, casi siempre acompañado de Medin Prego, ambos vicepresidentes del CTA. Ellos nos ‘informaban’ de cómo íbamos clasificados en ese momento.

Te daban una hoja del tamaño de medio folio, escrita a mano, ponía tu nombre, categoría arbitral y el grupo en el que estabas clasificado. Grupo 1, si estabas con opciones de ascender; grupo 2, de todo, y grupo 3, de bajar de categoría si no espabilabas. En ese papel te debían indicar las cosas a mejorar, aunque normalmente estaba en blanco.

En teoría, tus rivales eran tus compañeros del comité al que pertenecieras y dependías más, teóricamente, de cómo te valoraban en tu territorial. A medida que se acercaba el final de temporada, era el presidente de tú comité el que llamaba directamente a Victoriano Sánchez Arminio y pedía reunirse con él.

Ahí, este le indicaba si había algún árbitro con opciones de cambiar de categoría, para bien o para mal, y en muchos casos se ‘negociaba’ el nombre para esos puestos. Era entonces cuando entraba en acción, creíamos, el famoso coeficiente corrector.

No nos lo enseñaban. A nosotros solo nos decían nuestra nota final y, si reclamábamos, te contaban que había cuarenta por delante. Sin explicaciones, sin justificación de criterios, nada.

Lo que sabíamos por el boca a boca era que clasificábamos por unos informes que nos hacía un delegado (ex árbitro). El informe tenía dos notas: la puntuación de campo (imaginemos del 0 al 10 ) y la dificultad (1, 2 o 3). Ambas se sumaban y daban la nota del informe. Evidentemente ambas se basaban en criterios subjetivos del informador.

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Con esas notas se hacía media aritmética, y luego el CTA , o su presidente, ponía el índice corrector que creía. Como no sabíamos en qué criterios se fundamentaba, nosotros le llamábamos el índice corruptor.

Este índice lo vi un día en el despacho de Victoriano. Estaba al lado de las puntuaciones de cada árbitro, y lo marcaba con un lapicero. Así era más fácil, poder corregirlo, claro.

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