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Una mala: el dinero estará más caro

La Reserva Federal no se dejó impresionar por los problemas del sistema bancario y tomó la decisión de incrementar su tasa de referencia en otro cuarto de punto porcentual, para llevarla hasta un nivel de 5 por ciento.

Además, en su comunicado, el banco central norteamericano sugirió que seguirá incrementando sus tasas en el futuro y que las alzas dependerán de las condiciones del mercado.

Powell, en su conferencia posterior al anuncio, reconoció, sin embargo, que sí se analizó la posibilidad de interrumpir el ciclo de alzas.

Los mercados financieros ya habían descontado esta determinación, pero con todo, las bolsas cayeron al término de la jornada.

La visión de la Reserva Federal, por ahora, es que el sistema bancario norteamericano es sólido y no tiene riesgos sistémicos, por lo que no detendrá los incrementos aun a costa de que esto implique un menor crecimiento para la economía.

La perspectiva para 2023, según la Fed, es un crecimiento de apenas 0.4 por ciento en el PIB de Estados Unidos.

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Si es correcta la previsión de la Fed en materia de crecimiento, mucho menor, por ejemplo, que lo estimado por el FMI, de 1.4 por ciento, no sería raro que tuviéramos algunos trimestres con signo negativo.

Con la determinación de la autoridad monetaria norteamericana prácticamente puede dar por hecho que el Banco de México también incrementará su tasa en un cuarto de punto la siguiente semana.

¿Qué es lo que implica para la economía que el dinero todavía encarezca más?

Que aún no se ha conseguido el objetivo de frenar la inflación, por lo que habrá persistencia en las políticas restrictivas, aunque se aumenten los riesgos para la banca y el crecimiento sea menor, con todo lo que esto implica.

En EU se va a ver con cuidado la inflación y el mercado laboral, para saber en qué momento se llegó ya a la llamada “tasa terminal”.

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En México, desde luego que el foco estará en la llamada inflación subyacente y en el ritmo de crecimiento de la economía.

Si no baja sustancialmente la inflación que no considera alimentos y energéticos, tampoco se ve espacio para que cambie la política monetaria.

La cifra del Indicador Oportuno de Actividad Económica para febrero, que ayer dio a conocer el INEGI, registra aún un nivel elevado, de 3.5 por ciento a tasa anual, superior a las previsiones.

Con estos datos, resulta difícil imaginar que el Banco de México vaya a detener ahora su ciclo alcista.

Y, si la Fed vuelve a subir otro cuarto de punto el próximo 3 de mayo, creo que el Banxico lo hará también el 18 de mayo para dejar las tasas en lo que tentativamente muchos analistas consideran la “tasa terminal”, de 11.50 por ciento.

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El efecto que este hecho tenga sobre el consumo y el crecimiento aún está incierto.

El consenso para el PIB de este año es que crezca 1.4 por ciento, pero cada vez hay más instituciones que estiman tasas más bien cercanas al 2 por ciento por el efecto positivo que el nearshoring tiene en la inversión.

Veremos si la promesa que representa se hace realidad.

Precisiones

Dos precisiones respecto a la columna del día de ayer. Nuestro amigo, Pascal Beltrán del Río, nos recordó que el primer sexenio en México fue establecido por Porfirio Díaz y tuvo lugar de 1904 a 1910. Posteriormente, la Constitución de 1917, en su redacción original, fijó periodos de cuatro años. Sin embargo, una reforma realizada en 1927 estableció los sexenios, el primero de los cuales fue de 1928 a 1934, periodo para el que fue electo Álvaro Obregón, quien fue asesinado antes de tomar posesión. Así que no, el de 1934-1940, no fue el primer sexenio.

Por otro lado, descendientes del general Juan Andreu Almazán me corrigen y recuerdan que se escribe con U y no con W, agregando que, en las batallas políticas de hace décadas, sus adversarios –como hoy se dice– lo escribían con “W”, para dar la impresión de un origen extranjero, cuando su familia era de… Olinalá, Guerrero.

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