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Marcelo y el zigzagueo

Al presidente López Obrador le encanta dar a conocer sus directrices en la plaza pública. También le gusta dar clases de historia a nivel multitudinario. No importa que a nadie le interesen ya los episodios ni los personajes que comenta, lo que él quiere es anunciar al aire, a la gran plaza nacional, sus fantásticas decisiones, su sentido de la historia, y por qué él, de entre todos los demás, es el mejor. Ya ni Lázaro Cárdenas se salvó. El Presidente ilustró a la población mexicana respecto de la equivocación crucial del tatita michoacano. Se equivocó, nos dijo el merolico de Palacio, en su sucesión: debió escoger a otro general, a Francisco Múgica. Lázaro Cárdenas titubeó, tuvo miedo de los conservadores, dijo el tabasqueño. Pero eso que sucedió por allá en 1940, no le pasará a él en 2024.

Así pues, el evento de celebración de la expropiación petrolera que realizó Lázaro Cárdenas se convirtió en una asamblea de Morena en la que el líder le puso su tallón al general y dijo, entre otras cosas, que “está asegurada la continuidad”, que es una de las características de Claudia Sheinbaum; advirtió que el pueblo no traiciona, lo que para él significa que va estar con él: que “los oligarcas no regresarán”, y eso simplemente porque nunca se han ido. Pero fue más allá, si no “movilizó” a miles de a gratis. Dejó en claro que no hay que desviarse del camino que él ha trazado, que no hay más ruta que la suya.

Al Presidente le gusta la vieja política, en la que se formó del PRI del tapadismo, el secretismo, los mensajes por aquí, algo críptico por allá, una foto así, un mitin acá. Y aparte es apasionado del beisbol, así que seguramente está al tanto de las señales indispensables del cátcher. Y claro, pues “el respetable” reacciona a las señales que manda ni más ni menos que el presidente de la República. No importa si son prácticas añejas, que ya estaban en el baúl. El Presidente ha tomado el llavero del ropero y ha desempolvado todo, así que, como hace décadas, hay que ponerse a interpretar lo que dijo el señor.

“Nada de zigzagueos”, manifestó de manera enfática el Presidente a los suyos. Nada de buscar soluciones distintas a las decisiones ya tomadas por el líder, nada de tonos grises. Es blanco o negro, o se está con el proyecto o no se está: a favor o en contra. No es tiempo de medias tintas ni de agua tibia. El proyecto es más allá de este sexenio. El gobierno entrante no será el de Claudia, será la continuación del de AMLO, en eso no debe haber duda, dijo en pocas palabras López Obrador en el evento sabatino.

Y bueno, no queda más que preguntarse a quién se refirió el Presidente con el zigzagueo y el destinatario es claro. El que zigzaguea aquí y allá es el mismísimo Marcelo Ebrard, que hace un par de días presentó un libro de memorias que bien pudo llevar de título “la vida en zigzag”. Los coqueteos con el neoliberalismo, la confianza que despierta en el centro-derecha, el gusto con que lo ven los empresarios, su fascinación por el oropel, su toque parisino, todo eso son claros elementos desviacionistas que impiden garantizar el proyecto lopezobradorista de destrucción nacional.

Si alguien pensaba que el zigzagueante Marcelo podría ser el candidato de AMLO, el sábado pudo despejar sus dudas. No hay más encuesta que lo que decida el líder, no hay más camino que el suyo, no hay otra palabra que la que sale de su boca. A zigzaguear en los patines, no en la ‘4T’.

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