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Ideología y política exterior

Cuando los patos le tiran a las escopetas tenemos que reflexionar. Hace unos días, pasó algo inusual. Durante una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el senador republicano de Tennessee, Bill Hagerty, preguntó al subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols: “¿El Departamento de Estado se opone a la interferencia extranjera en las elecciones de Estados Unidos?” Nichols respondió: “Sí senador”. Entonces Hagerty hizo una segunda pregunta: “¿El Departamento de Estado condena la amenaza de AMLO de interferir en futuras elecciones estadounidenses?” Y Nichols tuvo que responder: “Así como respetamos la soberanía de México le pedimos al presidente López Obrador que respete nuestra soberanía”.

El senador se refería al reciente despliegue diplomático del gobierno de México contra algunos legisladores republicanos y la reunión del canciller con los cónsules mexicanos en Washington.

Ante este tipo de casos, siempre es útil volver a los orígenes. El prestigio de la política exterior de México se construyó, a lo largo de los años, porque los gobiernos habían seguido una ruta clara:

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  • Autodeterminación de los pueblos: México respeta el derecho de los pueblos a elegir su propio destino, sin interferencia externa.
  • No intervención: México se abstiene de intervenir en los asuntos internos de otros países y promueve el diálogo y la solución pacífica de conflictos.
  • Solución pacífica de controversias: México busca resolver las controversias internacionales de manera pacífica y mediante el diálogo y la negociación.
  • Respeto a los derechos humanos: México defiende y promueve los derechos humanos a nivel internacional y trabaja en colaboración con otros países para su protección y promoción.
  • Cooperación internacional: México promueve la cooperación internacional en áreas como el desarrollo, la seguridad, la protección del medio ambiente y el combate al crimen organizado y al narcotráfico.
  • Integración regional: México promueve la integración y cooperación regional, especialmente en América del Norte, América Latina y el Caribe, y trabaja en colaboración con otros países para fortalecer la región y su papel en el mundo.
  • Diplomacia económica: México promueve una política exterior basada en la apertura económica y la cooperación comercial, fomentando la inversión y el comercio con otros países y regiones.
  • Prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza: México se opone a la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales y defiende el respeto al derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

El énfasis y la aplicación de estas decisiones fundamentales han variado según el contexto internacional y las prioridades del gobierno en turno. El problema surge cuando se pretende que los principios se conviertan en ideología. A nadie sorprendería que un país que decide que la ideología juegue un papel relevante en su política exterior tenga que asumir las consecuencias. La ideología se puede definir como un conjunto de creencias y valores que guían a los individuos y a las naciones en sus decisiones y acciones. En política exterior, la ideología puede utilizarse como marco para la toma de decisiones, moldeando el comportamiento de un estado hacia otros estados y organizaciones internacionales.

La ideología puede influir en la elaboración de la política exterior de varias maneras:

  • Puede proporcionar un sentido de identidad y propósito para un estado, definiendo su lugar en el sistema internacional y guiando sus acciones. Por ejemplo, un estado con una ideología democrática liberal puede priorizar la promoción de la democracia y los derechos humanos en su política exterior, mientras que un estado con una ideología socialista puede preferir la promoción de la igualdad social y económica. La ideología también puede ayudar a moldear la percepción de un estado sobre las amenazas y oportunidades, influyendo en ciertos temas y la asignación de recursos.
  • Puede afectar la forma en que un estado interactúa con otros estados en el sistema internacional. Es frecuente que los estados con ideologías similares cooperen entre sí, formando alianzas y asociaciones basadas en valores e intereses compartidos. Por el contrario, es más probable que los estados con diferentes ideologías se involucren en conflictos y competencias, ya que sus diferencias pueden conducir a choques sobre valores e intereses. Durante la Guerra Fría, las diferencias ideológicas entre Estados Unidos y la Unión Soviética llevaron a un periodo prolongado de conflicto y tensión entre las dos superpotencias.
  • Puede afectar la forma en que un estado implementa su política exterior. La ideología de un estado puede definir la forma en que utiliza sus recursos diplomáticos, económicos y militares, así como las tácticas y estrategias que emplea para lograr sus objetivos. Por ejemplo, un estado con una ideología pacifista puede priorizar las medidas diplomáticas y económicas en su política exterior, mientras que un estado con una ideología más agresiva puede tener más probabilidades de utilizar la fuerza militar como herramienta de política exterior.

Los principios de la política exterior mexicana han jugado un papel importante en la configuración de las interacciones de México con la comunidad internacional. Cuando se utilizan mal, sin embargo, juegan un papel similar a la ideología. No son estáticos ni monolíticos. Pueden evolucionar con el tiempo en respuesta a circunstancias cambiantes y nuevos desafíos. Por ejemplo, el compromiso de México con la no intervención se ha visto desafiado en los últimos años por el surgimiento de los cárteles de la droga, organizaciones criminales y traficantes de personas.

La crisis de los últimos días en las relaciones México-Estados Unidos, por los desafíos de la migración y el fentanilo, me recordó la teoría de los ciclos de la historia desarrollada por Arthur Schlesinger Sr. en su libro “The Cycles of American History”, publicado en 1986. La teoría propone que la historia se caracteriza por un patrón recurrente de ciclos que se repiten con el tiempo, y cada ciclo dura aproximadamente de 30 a 40 años.

Schlesinger argumenta que hay cuatro ciclos principales de la historia que se repiten: los ciclos de crecimiento, consolidación, crisis y renovación. Durante el ciclo de crecimiento, hay una expansión de la economía, las instituciones sociales y el poder político. A esto le sigue un ciclo de consolidación, donde las instituciones se establecen y solidifican, y hay un enfoque en mantener las ganancias obtenidas durante el ciclo de crecimiento. La fase de consolidación conduce a un ciclo de crisis, donde las instituciones establecidas se estancan y no pueden adaptarse a nuevos desafíos y crisis. Finalmente, la crisis conduce a un ciclo de renovación, donde hay un período de convulsión y cambio que da lugar a un nuevo ciclo de crecimiento.

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Según Schlesinger, estos ciclos de la historia están impulsados por una variedad de factores económicos, sociales y políticos. Por ejemplo, el ciclo de crecimiento suele estar impulsado por los avances tecnológicos y las oportunidades económicas. El ciclo de crisis suele estar causado por el malestar social y la polarización política.

La teoría de Schlesinger puede ayudarnos a entender las crisis bilaterales. La relación entre Estados Unidos y México se ha caracterizado por ciclos de cooperación y conflicto a lo largo de la historia. Estos ciclos han sido moldeados por una variedad de factores, que incluyen cuestiones políticas, económicas y culturales.

La historia de la cooperación antidrogas entre Estados Unidos y México también se ha caracterizado por ciclos de cooperación y conflicto: Cooperación temprana (décadas de 1960 a 1970). Tensiones y escalamiento (décadas de 1980-1990). Cooperación renovada (década de 2000). Tensiones y cambios en la estrategia (2010-presente). Comprender la esencia de estos ciclos es importante para los formuladores de políticas que buscan mejorar la cooperación antidrogas entre los dos países.

Pero más allá de los principios y los ciclos, una nación exitosa necesita plantearse una doctrina de política exterior: un conjunto de principios, metas y estrategias que guíen las decisiones y acciones. Se requiere una doctrina que incluya: intereses nacionales, valores, diplomacia, poder duro (económico y militar) y poder suave (cultural), contexto regional y global, coherencia y perspectiva a largo plazo. La ideología en política exterior sólo conduce a más polarización y confrontación.

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