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Un folleto contra el fentanilo

Ayer hablábamos, entre otros temas, de que en México se consumen muchas drogas, muchas más de las que el propio gobierno federal asume, incluyendo el fentanilo. Cuando se dice que el problema de consumo está en Estados Unidos, ésa es una realidad, pero ignorar lo que sucede en nuestro país sería absurdo: el consumo, las adicciones son graves problemas de salud pública a los que se destinan muchos menos recursos de los necesarios.

Ayer el presidente López Obrador anunció la estrategia para reducir el consumo de drogas en México, sobre todo de fentanilo, y así, aseguró, bajará el número de homicidios que se derivan, también dijo, del narcomenudeo. Objetivos importantes sí los hay en nuestro país. Pero la estrategia se basa en publicar un folleto que se leerá en las escuelas para explicar el daño que hacen las drogas y la campaña en medios sobre consumo, que ya existe. 

Eso no es una estrategia, es una ocurrencia de alguien que no tiene idea de lo que es el mundo del consumo de drogas, sus consecuencias, la forma en que opera el narcomenudeo y la manera en que los jóvenes se relacionan con las drogas hasta caer en las adicciones. Y peor aún, lo difícil que resulta salir de esa adicción, sobre todo en México, donde los centros públicos, gratuitos, de rehabilitación brillan por su ausencia.

Hemos tenido y tenemos notables especialistas en el tema de adicciones en México e instituciones como los Centros de Integración Juvenil, que hacen un trabajo muy importante con enormes esfuerzos personales. Pero el apoyo federal y estatal es mínimo para especialistas e instituciones. Se han reducido presupuestos (el de este año para todos los programas de prevención de adicciones es de apenas unos mil 400 millones de pesos), se redujeron dramáticamente los centros de atención psiquiátrica y psicológica y simplemente no hay estrategia alguna de atención a las adicciones y todo eso deviene en el surgimiento de centros de rehabilitación privados, muchos de ellos sin capacitación alguna, varios de índole falsamente religiosa y otros que son, como hemos tenido oportunidad de comprobarlo en nuestro trabajo como reportero, ligados directamente con la delincuencia, que los usa a su conveniencia. Existen, por supuesto, centros privados de calidad, pero alejados de las posibilidades económicas de la mayoría. Y los públicos, insistimos, brillan por su ausencia.

Tampoco hay medicinas accesibles para tratar casos de emergencia. Por ejemplo, ¿existe naxolona para casos de sobredosis en los centros de primeros auxilios, en los hospitales públicos, en las farmacias?, ¿alguien sabe que una inyección de naloxona es prácticamente lo único que puede salvar la vida en una sobredosis de fentanilo o de otras drogas?, ¿lo ha escuchado usted en alguna campaña publicitaria en México?. Por supuesto que no, porque se tiene una visión equivocada del consumo y de las adicciones.

Para el presidente López Obrador y otros funcionarios el consumo de drogas es el que provoca los crímenes, y las personas se drogan por alguna desviación psicológica o psiquiátrica o por debilidad personal. En muchas ocasiones cuando hablan de masacres, como ocurrió con la familia LeBarón, el Presidente destaca que los sicarios estaban drogados, como si eso explicara la ferocidad del crimen.

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Por supuesto que ciertas drogas detonan violencia, pero equiparar a adictos con criminales es una de las peores políticas públicas posibles. Tampoco se puede evitar el consumo de drogas con folletos o con campañas tipo Nancy Reagan de “sólo di no”. Claro que se debe advertir sobre el riego de las drogas, asumiendo además que, si no se hace bien, la consecuencia puede ser lo contrario de lo que se busca: despertar el interés en ellas. Pero el centro y los recursos deben ponerse en otras políticas que no hemos explotado.

Por ejemplo, el acceso rápido e incluso a distancia a la atención de adicciones, sobre todo para los sectores más populares. ¿Qué puede hacer una madre que descubre o sabe que sus hijos están consumiendo drogas?, ¿a quién consulta, dónde pide ayuda?, ¿acaso la va a encontrar en un folleto o en un anuncio que sólo dice que las drogas matan? Existe la llamada Línea de la Vida, para comunicarse telefónicamente, pero no creo que nadie la tenga presente. Si esto quiere ser tomado como lo que es, como un grave problema de salud pública, esos programas y esas formas de comunicación deben estar integrados plenamente con el sistema de salud, sobre todo con el IMSS, y ahora el IMSS-Bienestar, y con el ISSSTE. Deben establecerse mecanismos muy amplios para primera atención a distancia y desde donde se pueda canalizar a adictos o familiares a centros especializados que sí funcionen y tengan recursos para atenderlos. Y las campañas deben girar en torno a ello. 

Para todo eso se requiere que las estrategias estén en manos de verdaderos especialistas, y en México los tenemos, incluso algunos cercanos al actual gobierno, y deben estar alejadas de cualquier contaminación ideológica, mucho menos utilizarlas como argumento para temas que, por su naturaleza, deben estar desligados: atacar la inseguridad y la violencia puede tener relación con el narcomenudeo, pero las estrategias para evitar el consumo y combatir las adicciones se definen por sus propias lógicas de salud pública, no de seguridad. Criminalizarlas es el peor camino que se puede seguir.

Por lo pronto, si lo que se quiere es hacer una campaña contra las drogas, lo primero que se debería tener es una estrategia y unos recursos para sustentarla que, hoy, sencillamente, no existen.

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