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Xavi en su tormento

De vez en cuando conviene recordar que el Barça, el fútbol, es básicamente un entretenimiento, con un espectacular impacto social, pero un entretenimiento. Se gane o se pierda, en cuanto acaba el partido, los aficionados, en general, regresan mentalmente a sus preocupaciones del momento o a sus proyectos vitales. O buscan otro entretenimiento. 

Nos quedamos anclados un rato más los que opinamos del partido, que solemos rizar el rizo y dar apariencia de que lo sucedido sobre el césped marcará el estado de ánimo de no se sabe cuánta gente, quizá hasta un país, cuando como mucho proporcionará un rato de conversación animada de sobremesa. Simplemente alargamos el espectáculo. Y luego está el entrenador. Ese sí que ve su bienestar emocional supeditado al resultado, al estilo del juego y a las críticas publicadas o vociferadas.

Solo hace falta escuchar las palabras de Xavi el martes en un acto en Terrassa para hacerse una idea del tormento del entrenador. Condicionado quizá por el hecho de hablar en su ciudad natal rodeado de gente próxima, el técnico barcelonista se abrió a exponer el estrés con que vive esta etapa profesional con una honestidad desarmante. 

Venía de proclamar en la rueda de prensa previa al último Madrid-Barça que se sentía «eufórico» de disfrutar de la oportunidad de dirigir al equipo de su vida, pese a la presión que conlleva el cargo. Y se reía mientras lo decía con esa carcajada franca y desdramatizadora que tan bien le funciona. Pero debe ser la ciclotimia y vaivenes emocionales que supone ponerse el chándal de entrenador del Barça, y estar con los suyos, que se puso a airear el lado oscuro de su actual experiencia. Existe un desgaste, casi un martirio, que Xavi verbalizó sin pudor y sin máscara.

“Los peores días”

«Los peores días de mi vida han sido como entrenador del Barça. En muchos casos me he hecho la pregunta de si compensa», dijo. «Es muy duro cuando te dicen que no sirves o no tienes personalidad», añadió. «Estoy constantemente juzgado y criticado. Es duro, tengo una familia y niños pequeños. Hay muchos momentos en los que no compensa ser entrenador del Barça», remató en una suerte de psicoanálisis público. Palabras de desgarro, aunque leídas suenan más desgarradas que escuchadas de su voz, porque Xavi se expresa con una cercanía que hacía tiempo que no tenía un entrenador del Barça y que hace que todo suene más relativo.

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Recientemente ya habló con estos términos torturados. Fue tras el partido ante el Valencia. «Yo soy muy culé y tengo la sensación a veces de que fallas a la gente. Y eso es complicado de gestionar», indicó cuando se le cuestionó el modelo de juego de los últimos encuentros.

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Uno diría que Xavi, pese a que cada cual vive la presión a su manera, no es un técnico con el que haya habido un particular enseñamiento, como sucedió con Koeman o Setién. Va líder en la Liga, que es lo que se le pedía, y en general la masa social le tiene cariño y se ha hecho cargo del difícil contexto en que se subió a bordo. 

Solo cabe decirle que le toca construirse una coraza bien dura y recordarle que, a la postre, esto es ante todo un show. Ocupa ahora el puesto soñado, la cumbre de su proyecto profesional como técnico, y eso añade carga, pero sería una pena que no lograra disfrutarlo de verdad.

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