La variedad de usos que admite ChatGPT es realmente amplia e impresionante. Van desde un motor de búsqueda e investigación, hasta la generación de contenidos (artículos, folletos, manuales, etc.), la edición, corrección y traducción de textos, la preparación de resúmenes y la redacción de correos electrónicos, contratos y otros documentos legales, entre muchos otros. Si no la has utilizado aun, te recomiendo que lo hagas. Estoy seguro de que quedarás maravillado.
La capacidad y la versatilidad de esta herramienta han llamado la atención de una profesión que -en gran medida- se había sentido ajena a la disrupción tecnológica de gran escala: los abogados.
Desde hace años existen soluciones tecnológicas que agilizan y reducen los costos de ciertos trámites legales que suelen ser lentos y caros para el ciudadano promedio, como la creación de una sociedad, el otorgamiento de un testamento y la celebración de un contrato común. Sin embargo, por varios motivos, su adopción ha sido más lenta en nuestro país que en otras jurisdicciones, protegiendo al abogado ‘tradicional’. ChatGPT derribará muchas barreras y es una llamada de atención para quienes ejercemos la abogacía.
Durante varias semanas y con ánimo exploratorio, he probado ChatGPT para realizar tareas que son comunes a los abogados. Por ejemplo, redactar correos electrónicos, memorandos y contratos simples, responder dudas legales sencillas, sintetizar un tema legal complejo en unas cuantas líneas y hasta escribir un poema chusco de contenido legal. La velocidad de respuesta me ha maravillado, pues es capaz de redactar varios párrafos -bien escritos- en unos cuantos segundos y la calidad del producto me ha parecido razonable como primer borrador para la revisión de un experto.
Surgen entonces preguntas incómodas: ¿Los abogados seremos reemplazados por ChatGPT? Mi respuesta es no… por el momento. ¿Tendrá impacto en la industria legal y en la forma en que prestamos nuestros servicios? Sin duda alguna.