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Asimetrías

Cuando un terremoto sacude determinada región del mundo, como desgraciadamente ahora fue en Turquía y Siria, suelen repetirse una serie de reacciones que parecen mucho más el cumplimiento de una rutina que una verdadera preocupación por lo sucedido.

En las primeras reacciones está el estupor por la enorme cantidad de muertos y los ofrecimientos globales de ayuda, una corriente de solidaridad movida por el miedo ante la fragilidad por el reconocimiento de nuestra propia pequeñez ante las fuerzas de la naturaleza que jamás podremos ni siquiera soñar con controlar.

A estos llamados espontáneos le sigue la normalización ante el hecho y comienzan a saltar las diferencias entre unos y otros. Los ofrecimientos de la ONU, la OTAN y otros en el sentido de ayudar sin importar si se trata de aliados o no comenzarán a difuminarse entre las mezquindades de la geopolítica.

Parecerá que los muertos y los damnificados tienen mayor o menor valor de acuerdo con el lugar en el que se encuentran. Con una dolorosa facilidad veremos cómo la comunidad internacional le da un mayor peso a los muertos en Turquía, porque nacieron y viven en una país miembro de la OPEP, que a los sirios, quienes forman parte de una nación que es considerada como enemiga por las acciones bélicas de DAESH.

¿Es muy diferente un ser humano de otro? No quiero pecar de ingenua, pero tampoco de cínica. Una vez pasado el golpe inicial, los políticos comenzarán a realizar cuentas que no tienen que ver con la humanidad y la aspiración de un mundo mejor en el que haya lugar para todas las razas y las creencias.

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