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Opinión

Radiografía del centro-derecha

editorial

La Intermunicipal del PP fue ayer la reivindicación del voto útil en un espectro, el del centro-derecha, que se había anulado a sí mismo y fragmentado en los últimos años

Editorial ABC

La fotografía que ayer protagonizaron el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y sus antecesores José María Aznar y Mariano Rajoy representa algo más que el simbolismo de un reencuentro, o la reedición de una imagen que hace mucho no se producía por las serias discrepancias internas en ese partido durante la última década. Por eso tiene valor esta expresión de reunificación en torno al actual liderazgo de Núñez Feijóo a menos de cuatro meses para las elecciones municipales y autonómicas, y en año de comicios generales. La imagen tiene mucho de reconciliación emocional para tratar de cerrar las heridas que han permanecido abiertas largo tiempo, pero también tiene mucho de mensaje político cuando el PP recupera públicamente la figura de Aznar, porque es precisamente quien inició el viaje del partido hacia el centro político a mediados de los años noventa tras la salida de Manuel Fraga. De igual modo, Rajoy, pese a haber tenido diferencias sustanciales con Aznar y haber desatendido la esfera más ideológica del partido, promoviendo por encima de todo criterios de gestión y tecnocracia, representó siempre un mensaje de moderación. Esa es la idea que quiere transmitir Núñez Feijóo, y de ahí el valor interno que supone para el PP la cita de la Intermunicipal de ayer como punto de partida para esta larga precampaña.

En este contexto, la Intermunicipal es también una reivindicación pública del voto útil en un espectro, el del centro-derecha, que Núñez Feijóo quiere consolidar, y que se había anulado a sí mismo en los últimos años, fragmentado en tres partidos que se arrebataban escaños unos a otros, y que en virtud de la ley D’Hondt se han perjudicado mutuamente, favoreciendo a la izquierda. Hoy el escenario parece ser otro muy diferente al de las elecciones generales de 2019, con el suicidio político en que está incurriendo Ciudadanos. Hace ya más de un año que la inmensa parte de sus votantes decidieron inclinarse por el PP. Muchos de ellos se habían fugado precisamente de ese partido, atraídos por una opción liberal fiable, centrista, abiertamente constitucionalista, y nacida bajo la bandera de una atractiva regeneración política. Sin embargo, sus fallos han sido determinantes, y desde que Albert Rivera renunció a todos sus cargos por el fracaso electoral de 2019 –quedó solo en sus actuales diez escaños–, no ha levantado cabeza con Inés Arrimadas.

Sus peculiares primarias de días atrás, en medio de una fuga incesante de dirigentes hacia el PP, solo demuestran que el acta de defunción del partido se acerca de modo acelerado. En los tres últimos comicios celebrados no obtuvieron un solo escaño autonómico en Madrid, solo lograron uno en Castilla y León, y desaparecieron del mapa en Andalucía. Hoy parece ser el PP el partido que, según los sondeos, recoge el voto huérfano de Ciudadanos, pero también Vox y el PSOE optan a atraer a sus votantes descontentos. De ahí la mimetización con el voto moderado que, en las formas y en el fondo, está planteando estratégicamente el PP fagocitando a Ciudadanos y desmarcándose de Vox. Es la apuesta de Núñez Feijóo para tratar de recuperar autonomías y ayuntamientos como paso previo al plebiscito sobre Sánchez que serán las generales a final de año. Si a efectos electorales la variable de Ciudadanos desapareciese definitivamente de la ecuación del centro-derecha, el sistema electoral proporcional que rige en España premiará al PP en detrimento del PSOE en muchas provincias. En eso radica la lucha por el centro, donde el PP parece estar ganando ya todo el espacio real a Ciudadanos.

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