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Internacional

Ayuda a Kiev: de las mascarillas al envío de carros Leopard

De las mascarillas al envío de carros de combate Leopard 2A4. Este es el variopinto abanico de la ayuda española a las fuerzas armadas ucranianas que, en sus inicios, fue vista como escasa e incluso sonrojante por los países de la OTAN y en el seno e la UE. No obstante, una llamada telefónica comenzó a cambiarlo todo.

Fue tres días después de la invasión rusa de Ucrania cuando España anunció un primer envío de 20.000 toneladas de equipos de protección individual y material sanitario con destino a Ucrania. Las fuerzas ucranianas vivían las horas decisivas para repeler la invasión rusa –como efectivamente fueron esas dos semanas iniciales– y España sólo arrimaba el hombro con material sanitario digno del Covid (mascarillas, guantes y trajes de protección médica) y material de defensa muy políticamente correcto (cascos, chalecos antifragmentos y de protección NBQ). Hasta la pista de la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) se desplazó la propia ministra, Margarita Robles, para dar cuenta del envío médico-defensivo.

En aquellos días las declaraciones públicas del Gobierno hacían hincapié en el asunto «defensivo» de la ayuda enviada. Se rehuían términos que pudieran dar a entender que con armas españolas se iba a matar a soldados rusos.

Asimismo se ofrecían 75 camas en el Hospital Central de la Defensa y 25 en el Hospital Militar de Zaragoza para atender a heridos ucranianos. Todo hacía presagiar que la ayuda iba a ser para parar la ‘sangría’ ucraniana.

Cuando el paseo militar de Putin se reveló como fracasado –tras el uso de las fuerzas ucranianas de una combinación de misiles contracarro británico-suecos NLAW y estadounidenses Javelin junto al empleo del sorpresivo dron de combate Bayraktar, de fabricación turca–, España tuvo que volver a reposicionarse.

Lanzagranadas y munición

De repente, el relato se quiso cambiar. España tenía que escenificar de manera más pública y notoria su compromiso con el Ejército ucraniano. Ya no valía material médico-defensivo. Fue entonces cuando se echó mano de los lanzacohetes y la munición almacenada en agrupaciones logísticas del Ejército. Y, esta vez en una entrevista en ‘prime time’ en Antena 3, Robles anunció el giro: «España enviará 1.370 lanzagranadas, 700.000 cartuchos de fusiles, ametralladoras y ametralladoras ligeras a Ucrania».

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No obstante, en el seno de la OTAN y la UE se esperaba aún más de un país que cuatro meses después iba a ser el anfitrión de la Cumbre de la Alianza Atlántica.

«Fue Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el que alertó al Gobierno de que el apoyo de España a Ucrania era el penúltimo de los países europeos, solo superado en este apartado por Bulgaria», relata una fuente militar conocedora de las conversaciones que se mantuvieron aquellos días. Y España, no lo olvidemos, iba a ser el país anfitrión de la Cumbre de la OTAN que se iba a celebrar en Madrid (29-30 de junio).

Los titulares saltaban a la prensa y en forma de informes europeos sobre la cuantía de la ayuda: «España, a la cola de la ayuda militar a Ucrania» era una de las ideas más repetidas. Incluso el Gobierno ucraniano dejaba filtrar ese sentir a medios de comunicación españoles.

España tenía que reaccionar. El presidente Pedro Sánchez viajó el 22 de abril a Kiev y prometió más ayuda militar: «200 toneladas de material militar, el mayor envío realizado por nuestro país hasta el momento, lo que duplica el volumen entregado hasta ahora». Había que ponerse las pilas.

Formación, clave española

Ya con la respuesta de los ucranianos consolidada y entrado el otoño, España dio un paso más en su ayuda militar a través del Grupo de Contacto de Defensa para Ucrania: cuatro lanzadores de misiles Hawk del Ejército de Tierra, así como el sistema antiaéreo de misiles Aspide del Ejército del Aire iban a ser proporcionados a los ucranianos para proteger sus cielos frente a misiles rusos. Ya antes había enviado también cuatro grupos electrógenos o se había realizado donaciones de ambulancias. Por ejemplo, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, visita Kiev el 2 de noviembre e hizo entrega de 30 ambulancias.

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España también envió 70.000 uniformes de invierno y otro tipo de envíos. En total, 50 vuelos logísticos por aquella fecha.

El 11 de noviembre, ya en una escalada mayor de la aportación española a la ayuda ucraniana, el Ministerio de Defensa presentó por todo lo alto a la Prensa su misión de adiestramiento de militares ucranianos en suelo español, que ya había comenzado semanas antes y que tiene como epicentro el ‘Toledo Training Command’ de la UE, en la Academia de Infantería.

En ciclos de dos meses España adiestra a 400 nuevos militares ucranianos que se incorporarían a filas. En esa jornada también se anunció el envío de artillería –media docena de obuses remolcados 105/14– y otros dos lanzadores del sistema de misiles Hawk, similares a los cuatro que ya se habían enviado el mes pasado.

El 1 de diciembre, Robles ponía un pie en Ucrania. Viajó a la ciudad portuaria de Odesa, símbolo de resistencia ante el avance sur de Rusia. Y allí escenificó la ayuda que había presentado España ante el Fondo Fondo Europeo de la paz: 300 millones de euros. Además, quiso enfatizar que España había apoyado a Ucrania desde el inicio de la invasión.

Los carros Leopard

Ahora se presenta una nueva escalada en la ayuda militar española a Ucrania: el envío de carros de combate Leopard. España reaccionó inmediatamente después del anuncio alemán. Se ha sumado sin titubeos a la ‘coalición de los Leopard’. Esta vez hubo rapidez aunque las condiciones de los carros elegidos para el envío hacen inviable su operatividad antes de la primavera. España, eso sí, se siente más cómoda participando también en el adiestramiento de los futuros carristas ucranianos del Leopard. De lo defensivo se pasa ya, sin medias tintas, al combate.

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