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Opinión

Nuevos aires para el Reina Sofía

EDITORIALES

La salida de Borja-Villel es una buena noticia; tras una primera etapa con indudables aciertos, su trayectoria se ha ido desgastando tanto en la gestión como en el enfoque cultural

Editorial ABC

18/01/2023 a las 02:28h.

Manuel Borja-Villel ha tomado la decisión correcta al anunciar que, después de quince años en la dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Mncars), no se presentará finalmente al concurso que el Ministerio de Cultura convocará el día 1 de febrero con el fin de elegir al mejor candidato para sucederle. Después de su larga etapa al frente de una de las instituciones culturales más importantes ha tenido tiempo suficiente para cumplir su proyecto. Es unánimemente aceptado que logró en sus inicios, desde 2008, impulsar la imagen internacional del museo y que, incluso en los años de la crisis financiera, encontró vías para engrosar las colecciones con depósitos y fórmulas creativas que abrieron el centro al arte iberoamericano. En la última mitad de su mandato, sin embargo, también se han alzado las voces críticas por el escoramiento de sus posturas y el reordenamiento de la colección permanente, en la que muchos echan en falta nombres, movimientos y líneas argumentales fuera de sus obsesiones enfocadas a ciertos aspectos de las militancias ideológicas.

Pero la investigación sobre sus contratos publicada por ABC días atrás ha podido demostrar más allá de cualquier duda razonable que Borja-Villel se encontraba en una situación de fraude de ley. Sus dos últimas renovaciones (2013 y 2018, sobre el contrato original de 2008) contravinieron lo dispuesto en la ley específica que regula el Reina Sofía, la 34/2011. Además, había suscrito un contrato en 2012 que adaptaba su situación a la reforma laboral y la normativa de contratos directivos de la administración -también mejoraba sus condiciones- pero sí tenía en cuenta la norma específica tan solo para preparar su continuidad bajo la nueva denominación del cargo en la ley. El Tribunal de Cuentas había detectado ya el problema y solicitó al Gobierno que nombrase, «con la mayor inmediatez», a Borja-Villel según el procedimiento que marca la citada ley 34/2011. Pero el Gobierno había hecho caso omiso de las advertencias del órgano fiscalizador del Estado.

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Su salida permite una mayor transparencia en la convocatoria del concurso para elegir al nuevo director, al que figuras de calado internacional dudaban si presentarse mientras él no despejase la duda. Hay que decir que la decisión final habría sido aún más creíble si se hubiera producido antes de publicarse su situación contractual, pero aunque llegue tarde hay que aplaudirla. No obstante, hay que señalar una coincidencia llamativa que conocemos hoy: el hecho de que, justo antes de abandonar el cargo, haya blindado con empleo público fijo los puestos de su personal de confianza. El director entrante se va a encontrar un equipo difícil de modificar, una programación avanzada y por tanto un serio desafío cuando quiera aportar una nueva visión del arte, de la que el museo está muy necesitada, si escuchamos a relevantes artistas y profesionales de la cultura que han expresado en los últimos tiempos serias críticas al proyecto personalista e ideológicamente marcado de Manuel Borja-Villel.

La institución está por encima de todos estos problemas. Un Museo Nacional muy importante que nació en plena democracia, tras la Transición. La casa del último exiliado, el ‘Guernica’, y del arte moderno. El lugar donde el arte español contemporáneo debe contar su historia y encontrar su público. Más allá del sectarismo, el Reina Sofía necesita nuevos aires. Con su decisión, hoy Manuel Borja-Villel lo ha hecho un poco más plausible.


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