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Opinión

Nuevo modelo de comercio internacional

El presidente ha sido mal informado y peor asesorado. Los tiempos nos llevan hacia una fuerte e irresistible integración regional, en la que los procesos de producción invitan a desvanecer fronteras en provecho y beneficio de la población, brindándole acceso a bienes y servicios a costos accesibles. Perder el tiempo en ver cómo nos desconectamos de los mecanismos que integran empresas, industrias y conglomerados comerciales, como parte de procesos transfronterizos, solo demorará nuestra adaptación a una realidad avasallante. A la vista, tenemos la imperiosa necesidad de integrar regionalmente las cadenas que la pandemia rompió o deterioró.

No debemos confundir la satanizada globalización con la integración comercial regional. Será el evidente abaratamiento de algunas mercancías, particularmente, alimentos, lo que nos permitirá superar atavismos que los políticos propalan en forma egoísta, buscando controlar el acceso a ciertos satisfactores que granjean apoyo electoral o que permiten hacer diferencia en procesos comiciales.

El Ejecutivo Federal se ha encerrado en un falso debate, postulando que debemos aspirar al autoabastecimiento, al tiempo de que abre fronteras para que ingresen al país alimentos, fertilizantes e implementos para el campo. Le preocupa la inflación. Veladamente, piensa que, abriendo desordenadamente las fronteras, ataca y castiga a quienes aquí comercializan esos productos, sin advertir que así hace víctima a nuestro empresariado de prácticas desleales, que redundan en la afectación del aparato productivo nacional, propiciando, irremediablemente, desabasto local, y con ello, alza de precios de lo que aquí se produce. Además, se desprecian sin razón riesgos sanitarios y se desincentiva la inversión en sectores en los que intereses políticos provocan injustas distorsiones.

Las medidas que se han adoptado para importar cárnicos, fertilizantes, maíz y otros productos relacionados con el campo, afectan a éste, debilitando a los productores. Se acudió a ellas porque, en el cortísimo plazo, permiten ocultar problemas estructurales. A la larga, se fomentan vicios que atan al consumidor a gravosas importaciones. La lógica seguida proponiendo el cabotaje aéreo se inspira en la misma noción de oculto castigo a quienes no acomodan sus estrategias a la narrativa oficial, pero, claramente, esa medida acabaría con las aerolíneas nacionales, las cuales vienen de afrontar tiempos difíciles; se entregaría, sin motivo, un importante mercado y fuente de ingreso al exterior.

La inexistente coherencia y congruencia en los anuncios hace patente que no se cuenta con una política de Estado de largo plazo en lo comercial e industrial. Las contradictorias medidas y el apego a nociones superadas hace décadas harán inviable que el gobierno lidere los procesos de reintegración de cadenas productivas.

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Será el sector privado el que, por necesidad, rebasará al sector público. Se precisa armar, a la brevedad, una plataforma comercial en la que México y sus socios comerciales estructuren alianzas que permitan competir con otras regiones que ya nos llevan la delantera. Ello supone tener una visión regional, y no individual, al diseñar estrategias que articulen, aprovechen y optimicen las ventajas que podemos explotar regionalmente, compartiendo los beneficios en un entorno de comercio internacional que, tarde o temprano, reestablecerá su dinamismo.

Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas.

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