Teoría de juegos

01/12/2022

Actualizado a las 22:19h.

La primera media hora española fue fabulosa. Japón tan dócil como Costa Rica y España recuperando la pelota de una manera abusiva, tal como había ensayado Luis Enrique durante la semana.

Pero en el descanso cambió todo. El juego dejó de ser lo habitual y entró en escena otra cosa. Japón es mejor cuando es kamikaze y ya no tenía que defenderse, pero los fallos de España no tenían mucha explicación. Balde otra vez, mal Unai. El conjunto entero se disolvió. Y el escenario cambiaba. Alemania era empatada a la vez en el otro partido. Era como si, al fallar España, Alemania le mandara un mensaje instantáneo: si no me ayudas contra Japón, puedo hacer que Costa Rica te supere. A un solo gol. Obviamente, no era así, pero lo parecía. No sería voluntario, claro que no, era solo el fútbol siendo fútbol, endemoniado, pero las cosas se daban de esa manera. España pendía de un hilo y si no marcaba, salvando a Alemania, Costa Rica estaría a un gol de dejarla fuera. Parecía teoría de juegos el grupo. Dos partidos, dos equipos favoritos, cada uno cogiendo al otro de los testículos, como si las gónadas ajenas fueran granadas de mano. ¡Pum! Y explotaron. Otro fallo estrepitoso de Neuer era el segundo de Costa Rica. Alemania se volaba por los aires, y a nosotros nos arrastraba con ella. Había que marcar. Veinte minutos para marcar, aunque Alemania empatara, ya pendíamos de un hilo, de un solo gol en otro campo. España se había ido de la idea ‘luchesca’, del partido y hasta del Mundial, y se tenía que volver a meter en las tres cosas, cosa muy difícil una vez activado el sentido del honor nipón.

¿Cómo escribir sobre un partido cuando importa el otro? Cuando Alemania marcó su tercero, España estaba clasificada pero… viendo los cruces ¿convenía realmente empatar? ¡Claro que sí! ¡No podemos dudar de eso!… pero el aficionado no podía celebrar los intentos de Olmo por marcar. España rozó el desastre, pero sale de pie.