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Irán pierde un partido pero gana otro

Al saltar los jugadores al césped del estadio Bin Ali, en Doha, daba la impresión de que estaban a punto de comenzar dos partidos. Uno muy importante y otro en el que Irán y Galés se jugaban buena parte de sus opciones de seguir en la Copa del Mundo. El partido más importante solo duró dos o tres minutos. Los jugadores persas, alineados, se dispusieron a escuchar el himno oficial de su país, adoptado en 1990 tras la muerte del ayatolá Jomeini. Su negativa a cantar la letra hace cuatro días causó una enorme polvareda en todo el mundo y hoy se sabían bajo todos los focos.

Quizá por quitarse presión o tal vez por miedo a las represalias, los futbolistas entonaron los versos, que concluyen haciendo votos por la permanencia y la eternidad de la República Islámica de Irán. No lo hicieron de manera exultante, como gritaron los galeses el suyo, sino desganada y tristemente, sin epopeya alguna. No se le vio mover la boca a Sardar Azmoun, delantero del Bayer Leverkusen, uno de los más activos en contra de la represión contra las protestas y el más ovacionado de largo por el público iraní presente en el estadio Bin Ali.


  • Gales:

    Hennessey, Davies, Mepham, Rodon, Williams, Roberts (Johnson, m.57), Ramsey (Ward, m. 87), Ampadu (Allen, m. 77), Wilson (James, m.57), Bale, Moore.

  • Irán:

    H. Hosseini; Mohammadi, Pouraliganji, M. Hosseini, Hajsafi (Torabi, m. 77), Rezaeian, Ezatolahi (Karimi, m.81), Gholizadeh (Jahanbakhsh, m. 77), Noorollahi (Cheshmi, m.77), Taremi, Azmoun (Ansarifard, m. 67).

  • Goles:

    Cheshmi (m. 90+8), Rezaeian (m. 90+9)

  • Árbitro:

    Mario Alberto Escobar (Guatemala). Mostró amarilla a Rodon, a Rezaeian y a Jahanbakhsh y roja a Hennessey.

  • Estadio:

    Ahmad Bin Ali.

Y así terminó por hoy ese partido, el partido más importante: los jugadores persas, en su mayoría, movieron los labios. En realidad, este es un partido larguísimo, mucho más de lo esperado, que todavía no ha acabado. Se inició hace dos meses, cuando la joven Masha Amini murió tras ser detenida por la Policía de la Moral, acusada de llevar el velo mal puesto, y todavía sigue en las calles de Teherán, de Isfahán, de Shiraz, de todas las ciudades iraníes. De momento van ganando los ayatolás, que han encarcelado a más de 15.000 personas y ya han comenzado a dictar las primeras penas de muerte por «atentar contra el Estado», pero hay señales de que la población, harta ya de tantas prohibiciones, se está resistiendo a encajar una nueva derrota.

Del otro partido, del partido menos importante, habrá que señalar que Irán ganó con dos goles en el tiempo añadido y mereció haberlo hecho antes. Gales dominó durante todo el primer tiempo y buena parte del segundo, como señalan puntillosamente las estadísticas, aunque fue un tener la pelota sin entusiasmo y sin saber muy bien qué hacer con ella. Ni siquiera la pasión por la hipérbole de la afición galesa, que celebra como una ocasión clarísima cualquier falta esquinada a más de cuarenta metros, esconde la realidad pedestre de una selección que vive mejor en la galopada que en el control. Los iraníes, que parecieron olvidarse de los himnos en cuanto la pelota echó a rodar, se aplicaron a sujetar a su rival en defensa mientras confiaban en la astucia atacante de Azmoun. Tuvo el efervescente delantero del Leverkusen varias oportunidades, algunas de las cuales se las fabricó él solito, aunque la principal le llegó al comienzo de la segunda parte, cuando estrelló un balón en el poste tras una vibrante carrera por la derecha. La pelota, repelida, le cayó a Gholizadeh, cuyo misil impactó en el otro poste. Finalmente, Hennessey paró el agónico remate final de Taremi.

A Gales se le fue haciendo cada vez más largo el partido, con Bale flotando por el campo como un fantasma de otros tiempos y los demás jugadores sin chispa para echarle algo de picante al juego. Irán, en cambio, cada vez veía más cerca la portería rival, incluso cuando se retiró Azmoun, exhausto, y Queiroz decidió aprovechar para mover el banquillo como quien agita un manzano. La jugada del partido sucedió en el minuto 84, uno después de que Gales hubiera acariciado el primer gol. La pelota le llegó en carrera a Taremi y Hennessey salió en tromba, con la única intención de convertirse en un muro. El árbitro pitó la falta y la sacó la amarilla, pero las imágenes del VAR, congeladas, parecían sacadas de una película de kung fu, así que Escobar decidió rectificar su primera decisión y expulsar al portero galés. Ramsey se fue al banquillo para que, en su lugar, accediera al campo el guardameta suplente, Danny Ward.

A Irán se le había despertado el apetito y Gales parecía una selección mustia, incapaz de detener las acometidas de los delanteros persas. En el tiempo añadido, cuando Bale y los suyos ya soñaban con seguir sumando otro punto, aunque fuera a trancas y barrancas, Cheshmi recogió un despeje al borde del área, ajustó la pierna y soltó un obús al que no pudo llegar Ward. Con Gales noqueado, aún tuvo tiempo el equipo persa de redondear su victoria con un segundo gol fruto de un toque sutil de Rezaeian.

Después del batacazo sonoro frente a Inglaterra, la selección de fútbol de Irán mira hoy el futuro con optimismo. El futuro del país…, eso ya es otra cosa.

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