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El presidente Andrés Manuel López Obrador y el paradigma imparable

DESDE El SEXTO SOL

Hay un México que fue creador de zombies ciudadanos, que mientras vivían la rutina cotidiana, también de fiesta y de mariachi, no sabían lo que les esperaba si eran estudiantes, electricistas, petroleros o ferrocarrileros, se cubría en la rudeza del protocolo y el saludo de mano levantada a distancia del paso de los convoys de su presidente en turno y así crecimos y creíamos que todo estaba bien, en mi México lindo y querido y cantabas con las rancheras a pedido, sí, caminos de Guanajuato o sigo siendo el Rey.

Tanquetas del ejército recorren la calle de mi infancia en Salvador Díaz Mirón para asaltar el Casco de Santo Tomás y ya quería ser reportera y me subí a la azotea de la casa y sabía que algo estaba mal, si eras estudiante en ese 1968, México, su gobierno, te mataría a punta de metralla, te desaparecería y te negaría y si eras afortunado y no serías de los masacrados en tlatelolco, te enseñaría a callar.

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México no dejaba de cantar y no sabría lo que habría de llorar. La fuerza trabajadora forjaba el México moderno y todo parecía normal, ya andabas de novia y por todas las calles, el amor te besó.

Sólo dábamos sonrisas, no conocíamos el dolor. Un día la Patria te mira y te pide que no sólo mires, que luches por ella.

Y ves a los petroleros caer un 10 de Enero por el ejército de aquel, que también masacra, humilla y golpea, ves a los electricistas ceder y todo se va destruyendo, como esas vías de juegos y risas, de la emoción infantil, de ver pasar el ferrocarril.

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Y hoy, hay quienes dicen que el que destruye es él.

El presidente Andrés Manuel López Obrador entrelazaba su lucha en esas décadas de gobiernos neoliberales y decide ser el opositor que, entre múltiples y constantes conflictos, encabezaría la lucha para devolverle su Alma al pueblo y a México.

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Ya no más ciudadanos de tercera o de quinta, ya no más un pueblo callado, sometido, extorsionado con frijol y gorgojo, no más privatizaciones de la industria petrolera, ni robo, ni saqueo y ya no más, un ejército solapador de presidentes para meternos miedo.

Lo arriesga todo, hasta a sí mismo y gana, avasallando a todas las encuestas y a todos los que supieron crear confusión y pánico con la campaña “es un peligro para México “.

El país es una multitud de sonrisas, aplausos y vítores al presidente que cambiará todo.

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Y entonces, se convierte en el Paradigma Imparable, de sonrisa total que no se apiada de sus opositores a los que les quitó el poder, el control del poder a través de grandes empresas en muchos sectores y les derrumba todo, hasta las ganas de pelear.

El pueblo de México, es un alma hoy que celebra, que no se le acaban los días ni las fechas para, como buen mexicano, convocar a la fiesta, al mariachi, a los Tigres del Norte, al vecino para dar gracias a su propia voluntad popular y al presidente Obrador, porque juntos, desplomaron de un solo golpe, a un sistema político creador de violencia, desigualdad e injusticia.

Votó el alma del pueblo, votaron las víctimas, el voto avasallante, le permite romper con esquemas, desestructurar a todos y su Paradigma, queda como bien de la nación, resguardo político de lo nuevo establecido, acompañado del carisma del pueblo que votó y venció.

A cuatro años de gobierno del Presidente López Obrador, qué puede venir.

El paradigma ya ganó y seguirá ganando, deseo que abarque más cambios a favor de la seguridad, la paz y el desarrollo y que el mayor bien, recorra a México.

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Rocío Sesma en Twitter: @RocioSesma

Soldesoles.blogspot.com

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