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Cultura

El poeta «al que no quiere nadie»

Cuando visité Soria el mes pasado siguiendo las huellas de Dionisio Ridruejo (1912-1975), hubo alguien que me dijo: «lo que le pasa a Dionisio Ridruejo es que no le quiere nadie». Me extrañó aquella frase pues había visto que en esa localidad donde nació, Burgo de Osma. le dedicaban dos placas, insertadas en las fachadas de las dos viviendas de la familia y el nombre de una calle, lo que parecía una contradicción. También en la capital soriana se ha levantado un monumento con un poema suyo al envidiable Duero, dispone de una mención en la Casa de la Poesía y la Biblioteca de Soria alberga todo su legado. Más extraño parece porque Dionisio amaba su tierra: a su localidad natal la retrató en un precioso soneto «fluyendo de las cumbres del olvido» donde «vuelve todo y mana / el para siempre ayer eternamente». Y a Soria la llamó «tierra de mi sangre» dedicándole uno de los volúmenes de su última obra, la ‘Guía de Castilla la Vieja’ (1974). Y raro resulta también ese supuesto desamor por el poeta y político cuando todo lo que hizo, equivocado o no, lo hizo por España.

Dionisio Ridruejo ha sido víctima del exclusivismo político que aún se practica hoy en día: el ensillsillamiento, la política de bandos, el «tú no eres de los nuestros», las izquierdas, las derechas y los del baile de la yenka, las memorias sin memoria, los escorados más alienados, los demócratas absolutos, los sin consenso, los anticoalición, los opositores porque sí, y los puristas de lo suyo.


Monumento que tiene a las orillas del Duero en Soria

 

Vaya por delante a la hora de escribir de Ridruejo que no creo que nadie tenga que purgarse a sí mismo por los hechos del pasado, ya bastante es la purga a que le someten sus consecuencias. Pero él sí lo hizo, brutal en su admisión: «conviví, toleré, di mi aprobación indirecta al terror con mi silencio público y mi perseverancia tolerante» cuenta en Escrito en España (1962), y no menos en su contrición. Se hizo falangista con 20 años. Era joven, utópico, un teórico, un poeta, en aquel momento el fascismo era la vanguardia europea, y estaba enamorado de Marichu, falangista e inspiradora de su poemario ‘Primer Libro de Amor’ (1939), por cuya mediación y en una velada literaria pudo conocer a su líder más admirado: José Antonio Primo de Rivera, también poeta, fusilado durante la Segunda República (1931-39) por «conspiración militar».

Y vaya también por delante que a nadie se le puede exigir ser un héroe, si acaso como mucho ser un superviviente, que no es poco. Hay quien dice que lo fue-un héroe- porque se enfrentó a un dictador-Franco-, otros le vienen a llamar algo parecido a criminal «reinsertado» (Benjamín Prado, ‘Mala gente que camina’) porque en su juventud, además de jefe local de Falange en Segovia, fue jefe provincial en Valladolid (1937), una provincia «de cunetas llenas» durante la Guerra Civil. Es de justicia recordar que ese mismo año, el 9 de abril, Valladolid (y Toledo) fueron noticia en el diario Ahora: «La Aviación Republicana bombardeó ayer intensamente la Estación del Ferrocarril de Valladolid y afueras de Toledo», resultado, 40 muertos.

Lo de Ridruejo no fue una simple transformación ni una transmutación, fue una metamorfosis completa de capullo (larva) falangista a mariposa socialdemócrata, y las valoraciones de su trayectoria, por lo sesgadas, no acaban de mostrarnos su verdadera naturaleza. Hay quien dice que murió socialdemócrata, otros que lo hizo representando el centro, y otros que siendo falangista (Benjamín Prado). Dudan también de su catadura moral: unos le llaman traidor y desleal, otros creen que fue un hombre honesto e íntegro y otros que durante toda su vida perseveró en la equivocación (Cela, Umbral). Hasta hay quien dice de él que fue «un tonto de los c…» (Alfonso Vila), porque cuando tocaba vivir del cuento, se cambió de bando. Hubo quien le llegó a decir que mejor que fundar un partido político «se hiciese cartujo» o «se pegase un tiro» (Eugenio Montes).

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Él simplemente decía «hago lo que tengo que hacer». «Si me equivoco no me callo, es mi modo de contrición denunciar aquello que antes canté, por mi compromiso con España y los españoles». Sin embargo, su recuerdo, su estela en la historia de España como uno de los hombres clave de la oposición al régimen franquista que apostó por la reconciliación, la democracia y la pluralidad se ha quedado desdibujada, como el cuadro suyo que cuelga en las paredes de la Biblioteca del Burgo de Osma. Puede que sea verdad eso de que nadie le quiere, unos recelosos de su pasado totalitario y otros espantados por su deriva social. Quienes le admiraron como poeta, prosista o político, dicen de él que era un hombre lúcido, valiente, noble y abnegado (Laín Entralgo). Yo me quedo con este comentario de Carmelo Dueñas, investigador y bibliotecario burgense, por lo conmovedor: «cuando conocí a Dionisio Ridruejo me sorprendió su tristeza, su profundo arrepentimiento por haber participado en la Guerra Civil, y mucho más su coraje». Y también, con el mimo y el detalle con los que el investigador soriano Juan Vicente Frías ha desgranado su primera trayectoria vital en el monográfico de la Revista de Soria publicado en el centenario del nacimiento del poeta, imprescindible.


Historia de España, entre los fondos de su biblioteca, que forma parte de los fondos de su legado, ubicados en la Biblioteca de Soria.

Dionisio les recitaría a todos ellos estos versos de ‘en Armas (1940): «la lealtad verdadera/es apearse del burro/ y desmontar la quimera». Sí, parece haberse usurpado de la memoria de la Historia y del Reconocimiento a una figura que apostó, como otros, por la reconciliación, la democracia y la pluralidad, una figura clave, casi un adivino, de lo que sería la transición y posterior monarquía parlamentaria en España. Yo no sé si murió falangista (auténtico), o socialista (moderado), pero creo que lo hizo con la tranquilidad y la certeza de que había sido fiel a sí mismo, y de que había hecho en su vida lo que le había dado la gana en buena razón, o sea lo creía que en cada momento que debía de hacer.

Ridruejo dejó al morir un legado de 10.500 volúmenes y otros documentos y colecciones que un poco «a la desesperada», recalaron en la Biblioteca de Soria. Destaca su fondo antiguo con la Historia de España de Juan de Mairena de 1713. Durante años, estuvo en cajas y sus herederos, al no carecer de apoyo de ninguna institución para crear una Fundación en El Burgo de Osma (como Antonio Machado la tiene en Soria), lo vendieron al Ministerio de Cultura (1997) que finalmente lo cedió a la Biblioteca de Soria (2004). Teresa León, su directora, nos dirigió a sus sótanos, donde se ubican, bien catalogados, junto al busto que le esculpió Emilio Aladrén, escultor también de Franco y que provocó el viaje de despecho de Lorca a Nueva York.

Muerto su padre siendo él un niño, fue educado por maristas, jesuitas y agustinos. Fundó el partido en Segovia (1933), escribió dos versos del Cara al Sol: «volverán banderas victoriosas/al paso alegre de la paz» (1935), fue jefe de Falange en Valladolid (1937) y nombrado por Franco jefe del Servicio Nacional de Propaganda con el apoyo del cuñado del general y amigo del poeta, Ramón Serrano Suñer(1938), participó en la ocupación de Barcelona por las tropas franquistas (1939), se alistó como soldado a la División Azul para luchar en Rusia con las tropas de Hitler, a quien llegó a conocer (1941). Cuando volvió se produjo el primer «desenganche» (1942): escribió una carta a Franco en la que dejaba todos sus cargos y que concluía así: «el Régimen se hunde como empresa, aunque se sostenga como tinglado». Sufre exilio en Ronda y en Cataluña (1943), donde conoce a su esposa, Gloria de Ros, su fiel aliada. Entendía que La Falange, poética, proletaria y revolucionaria, había sido tan solo «un disfraz» utilizado por Franco para forjar un Estado conservador, bancario, inmovilista y burgués. Pasó así de tener coche oficial a sufrir prisión, embargos, multas, exilios, persecución y todo tipo de represalias. Aunque Franco nunca quiso acabar con él del todo.

La otra vuelta de tuerca se produce en los 50, en 1955 pronuncia una conferencia en el Ateneo de Barcelona: «Sobre el envilecimiento de la vida civil española», participa en las revueltas estudiantiles de 1956, siendo encarcelado en Carabanchel. En 1957 funda el partido Acción Democrática y se declara demócrata y monárquico instrumental. Participa en el ‘Contubernio de Múnich’ (1962). Se exilia en París, y la asfixia económica le lleva a dar clases en EEUU. Cuando vuelve a Madrid, funda la USDE (1974), la Unión Socialdemócrata Española, un partido político cuyo proyecto acaba prematuramente por su muerte repentina en 1975, cinco meses antes de que lo hiciera Franco.

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