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Qatar, el anfitrión incómodo

En un Mundial cualquiera, actuar en la ceremonia inaugural supone un timbre de orgullo para los artistas participantes. Junto con la apertura de los Juegos Olímpicos y por encima de la final de la Super Bowl, ningún otro espectáculo músico-deportivo garantiza una repercusión planetaria tan absoluta. La colombiana Shakira lo sabe bien. Ha actuado en tres Copas del Mundo de fútbol (Alemania, Sudáfrica y Brasil) y consiguió crear un himno, el waka-waka, que la hizo inmensamente popular en los cinco continentes.

Shakira, después de un año doloroso, marcado por sus problemas fiscales y sus conflictos de pareja, se veía otra vez ante la oportunidad de cimentar aún más su fama universal y de engrosar aparatosamente su cuenta corriente. Pero, por más que la FIFA y los organizadores se empeñen en dibujar el país anfitrión como un paraíso de hospitalidad, Qatar se está convirtiendo en un nombre tóxico que causa a los artistas un daño en sus reputaciones que prefieren evitar.

Los cantantes que van a participar en el show previo al partido inaugural no se han dado aún a conocer, aunque la presencia de Shakira, que nunca fue confirmada, se daba por segura. No era la primera vez que la estrella de Barranquilla tenía tratos con la familia real catarí, que es, desde 2019, uno de los patrocinadores de la Fundación Pies Descalzos, que ella fundó en 1997 para ayudar a los niños víctimas del conflicto político en su país. Pero si en esa ocasión el objetivo benéfico podía justificar el acuerdo con los emires, ahora se trata solamente de fútbol, música y dinero. Mucho dinero. Cantidades absurdas de dinero.

Shakira tiene muchos seguidores en la comunidad LGTBI, a la que hace continuos guiños, y muchos de ellos se sentirían traicionados si vieran a su diva rindiendo de algún modo pleitesía a los emires de Qatar, un país que posterga a la mujer y en el que la homosexualidad se considera un delito castigado con siete años de cárcel.

Los organizadores del torneo se han esforzado por vender una imagen más amable del emirato, asegurando que todo el mundo será bienvenido siempre y cuando los gais mantengan a raya sus efusiones amorosas, una apostilla que resulta muy incómoda para Shakira y para la mayoría de las grandes estrellas, que, con independencia de su ideología o de sus opiniones particulares, viven pendientes de su imagen y tratan de gustar a todo el mundo. Al fin y al cabo, debe ser un trago difícil salir a corear alegres soniquetes una semana después de escuchar a uno de los embajadores del Mundial 2022, el exfutbolista catarí Khalid Salman, explicando en la cadena alemana ZDF que la homosexualidad no solo es un pecado, sino también «una desviación mental».

Así que Shakira, si alguna vez tuvo intención de participar en su cuarto Mundial, se lo ha pensado mejor. Ella no ha explicado las razones, simplemente ha dejado que su «entorno familiar» le indicara a la Agencia Efe que no acudirá a Qatar, ni para la inauguración ni para cualquier otro acto.

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Tampoco veremos en Doha a Dua Lipa. La modelo y cantante británica, de origen albanokosovar, ni siquiera permitió que su teléfono sonara. Ante los rumores que la situaban este domingo en el césped del estadio Al Bayt, Dua Lipa salió de arrastro y dejó las cosas claras: «Hay mucha especulación sobre si estaré actuando en la ceremonia de apertura de la Copa del Mundo en Qatar. No estaré actuando ni he estado nunca involucrada en ninguna negociación con ellos. Estaré animando a Inglaterra desde muy lejos. Espero visitar Qatar cuando haya cumplido con todas las promesas de derechos humanos que hizo cuando ganó el derecho de albergar la Copa del Mundo».

A Dua Lipa, según su propia confesión, no llegaron a llamarla de la organización, pero sí lo hicieron con Rod Stewart. Era una elección irreprochable. A Rod, el viejo rockero de voz rasgada y pelos encrespados, le encanta el fútbol. Es un hincha furibundo del Celtic de Glasgow y durante su juventud soñó con convertirse en futbolista profesional, pero ni se le pasó por la cabeza aterrizar en Doha para entonar alguna de sus míticas canciones. Él mismo lo contó en una entrevista para el ‘Sunday Times’, en la que reveló lo que habían ofrecido: más de un millón de dólares. «Lo rechacé. No me parecía correcto ir». Stewart iba más allá y proponía también la eliminación de Irán, una de las selecciones clasificadas, por suministrar armas a Rusia.

Shakira, Dua Lipa y Rod Stewart hubieran estado encantados de cantar en cualquier otro lugar, pero Qatar arrastra mala fama y si el emirato pretendía lavar su imagen con el Mundial no parece estar consiguiéndolo, al menos de momento. Incluso la fiesta de inauguración, una ceremonia inocente en la que el país anfitrión saca pecho para ofrecerse al mundo con una sonrisa, se les está torciendo. Resulta insólito que todavía no se conozca todo el plantel de artistas, aunque se especula con la actuación de los Black Eyed Peas, de un conjunto coreano de K-Pop y de Robbie Williams, que ya ha firmado una actuación en el Doha Golf Club para el próximo 8 de diciembre.

La renuncia de otros compañeros por razones éticas incrementa la presión sobre quienes sí han aceptado cantar en un escenario tan manchado. Las críticas alcanzan a David Beckham, que accedió a ser embajador oficial del torneo y cuya imagen de elegancia impoluta aparece en varios anuncios publicitarios de Qatar 2022. El exfutbolista del Real Madrid defendió su participación por su convencimiento de que «el campo de fútbol puede ser una plataforma para el progreso». En ese convencimiento tal vez hayan influido de manera decisiva los 170 millones de euros que, según apunta el diario ‘The Guardian’, David ha recibido del emirato del golfo como pago por sus servicios.

Aunque los focos apunten directamente a la ceremonia de inauguración, no es la única zona acotada para conciertos en la Doha mundialista. Con menor presión mediática, pero con idéntica responsabilidad, el reguetonero colombiano Maluma y la libanesa Myriam Fares, una de las cantantes árabes más populares del momento, abrirán hoy la Fan Zone, situada en el parque Al Bidda, a cuatro pasos de La Corniche, una especie de república independiente en la que aseguran que incluso se podrá comprar y beber cerveza. Los dos han compuesto, junto con la rapera Niki Minaj, uno de los temas oficiales del torneo, ‘Tukoh Taka’.

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Maluma no se hace tantas preguntas como Rod Stewart o Dua Lipa sobre los derechos humanos. Él, al menos en su cuenta oficial de Instagram, se confiesa feliz: «Colombia sí va al Mundial. Vamos a cantar en el ‘fan event’ la canción oficial de la Copa del Mundo. Ya nos vamos Qatar. ¡Qué viva la fiesta del fútbol!». En días posteriores, por este mismo escenario pasarán Calvin Harris o Trinidad Cardona, un cantante estadounidense de blues cuyo mayor éxito se titula, qué casualidad, ‘Dinero’.

Cuando apenas faltan 24 horas para que arranque la Copa del Mundo no se sabe aún cómo será la ceremonia que precederá al primer partido del torneo, un Qatar-Ecuador que a bote pronto tampoco parece particularmente excitante. Es muy probable que, a golpe de talonario, los organizadores hayan conseguido convencer a estrellas de relumbrón para lucir palmito mañana en el estadio Al Bayt, pero las renuncias de Rod Stewart, de Shakira o de Dua Lipa demuestran que este Mundial se ha convertido en un torneo incómodo, incluso tóxico, capaz de erosionar los prestigios más sólidamente asentados.

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