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Opinión

El problema de medir el retorno de inversión del conocimiento

Su dependencia de la IT incrementa las inversiones y los gastos, de forma que el gasto en tecnologías de la información -medido como porcentaje de los ingresos de las empresas- ha aumentado más del 50% desde principios de siglo. Saber cuáles han sido las utilidades obtenidas en un determinado momento y si, en efecto, el negocio ha crecido, requiere de un indicador bien conocido: el Retorno de Inversión (ROI por sus siglas en inglés).

Pero, a partir del surgimiento de la Economía del Conocimiento, en años recientes ha cobrado interés el poder determinar el retorno de inversión de la gestión del conocimiento o “ROKI” (Return on Knowledge Investment).

Muchas empresas llevan más de una década intentando sin éxito calcular el ROKI; los primeros esfuerzos eran poco convincentes y no incluían el punto fundamental: determinar cuánto de ese conocimiento se utilizaba realmente para beneficiar a la organización y si todo, o la mayor parte de él, dejaban alguna rentabilidad. Por ejemplo, saber si el tiempo y esfuerzo dedicados a recuperación y sistematización de datos contribuye al rendimiento y compensa los costos de su ejecución.

Profesionales en la gestión del conocimiento en más de una docena de organizaciones en diversos sectores sugieren que se han adquirido más conocimientos al respecto. Al menos ahora ya se comprende cuándo es necesario buscar un retorno de la inversión en la gestión del conocimiento. Algunas empresas ya miden con éxito el rendimiento de sus inversiones en administración del conocimiento, pero solo para ciertos tipos de trabajo, pero cuando se trata de consultoría estratégica o de investigación básica, a menudo es imposible conectar y medir el conocimiento suministrado con el dinero ganado o ahorrado de manera directa.

Las empresas de consultoría, que básicamente gestionan conocimiento, saben que no existe una fórmula para determinar cuánto contribuye al éxito la gestión del conocimiento. En ellas, por ejemplo, el ROKI en el ahorro de tiempo, en una estadística de gestión del conocimiento común, es menos importante que su impacto en la reputación de la empresa; por otro lado, aunque el tiempo ahorrado puede medirse, no hay garantía de que se utilice de manera productiva.

Tampoco hay una forma precisa de medir el ROKI en investigación que puede (o no) producir una innovación muy rentable dentro de cinco años. Los intentos de cuantificar el rendimiento de las inversiones en gestión del conocimiento en tales casos probablemente midan las cosas que no importan y se pierdan las que sí.

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Entonces, ¿cómo abordan las organizaciones basadas en el conocimiento el problema de la medición del ROKI? Los líderes de las organizaciones que tienen los programas de gestión del conocimiento más dinámicos, abordan el problema aceptando indicadores blandos de que la gestión del conocimiento se está ganando su sustento en lugar de exigir números fijos que pueden resultar engañosos.

Insisten en que se evalúen los programas, pero aceptan como los mejores indicadores de valor: anécdotas sobre la reutilización del conocimiento con éxito (o fracaso), historias de proyectos de colaboración productivos (o improductivos) y encuestas sobre la satisfacción de empleados y clientes. Se dan cuenta de que una anécdota reveladora es mejor “medida” que un número preciso pero irrelevante.

Una parte importante de los intentos de medición del ROKI evidencian la gran complejidad, teórica y empírica, que constituye el establecer indicadores que logren captar todas las dimensiones y elementos que intervienen en la economía del conocimiento. Por lo regular se tiene alguna claridad sobre los componentes fundamentales de esta economía, pero parece no haber un consenso sobre cuáles serían los indicadores más adecuados para evaluar cada uno de ellos y lograr más claridad sobre el retorno de inversión, aun cuando en algunos países ya se han determinado marcos conceptuales y estadísticos para llevar a cabo este trabajo de medición.

Si consideramos que, para muchas empresas el conocimiento es el único activo y es el responsable de los resultados, que el conocimiento es un intangible y que es un medio, no un fin en sí mismo, que muchos sistemas y herramientas organizacionales no fueron diseñados para gestionar los intangibles, y que el conocimiento es siempre una de las causas (a veces es la única causa) de cualquier problema empresarial y, por lo tanto, también es una parte vital de la solución, entonces surgen algunas interrogantes cuyas respuestas podrían variar de acuerdo con las experiencias personales. Por ejemplo: ¿Tenemos que medir el ROKI? ¿Cómo podemos medirlo? ¿Las herramientas tradicionales nos permiten gestionar el conocimiento? ¿Qué retos tenemos para el futuro? ¿Qué metodologías y herramientas nos permitirían medir el ROKI?

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Cada quien tendrá su respuesta.

Nota del editor: Pedro López Sela es Team Principal de ExO Builder, el ecosistema global de emprendimiento tecnológico más diverso del mundo. Ha co-fundado 10+ empresas y entrenado a 5,000+ personas en casi todos los sectores en Africa, América, Asia, Europa y Oceanía. Es un autor de innovación, negocios y emprendimiento reconocido globalmente. Como ponente internacional ha compartido escenarios con Peter Diamandis, Bob Dorf, Salim Ismail, Jeff Hoffman, por mencionar algunos. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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