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Jugamos a ‘Return to Monkey Island’: la legendaria saga de piratas no envejece

Si fuiste niño entre los ochenta y los noventa y amante de teclear con los ojos pegados a la pantalla, es probable, altamente probable, que, en algún momento, hayas jugado a la descacharrante saga de aventura gráfica Monkey Island. La franquicia, lanzada a principios de los noventa, supuso toda una revolución y todavía, a día de hoy, son muchos los que recuerdan con nostalgia las obras protagonizadas por el descuidado y descacharrante pirata Guybrush Threepwood.

Después de un silencio extraño de unas tres décadas, de esos que tienen poca justificación atendiendo a la fama de la obra, los jugadores han recibido hace escasas semanas la continuación de la aventura: ‘Return to Monkey Island‘, desarrollado por Terrible Toybox y a cargo de Ron Gilbert y Dave Grossman, dos de los máximos responsables de la creación de la saga. Está disponible para Nintendo Switch, donde hemos jugado en ABC, y en ordenador.

Para todos los jugadores

Cuando los años van cayendo, es normal que el jugador, igual que ocurre con el amante del cine o con el lector empedernido, idealice aquellas obras con las que disfrutó de niño. Otra historia bien distinta es que si decide revisitarlas de adulto la sensación que dejen siga siendo la misma.

En el caso de ‘Return to Monkey Island’ podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que se trata de una propuesta que aguanta perfectamente el peso de la franquicia a la que representa. Sabe a Monkey Island y sigue siendo perfectamente disfrutable. Por tanto, no creemos que decepcione a nadie. Ni a los jugadores más añejos, que se reencontrarán con la clásica aventura gráfica con sus puzles y sus acertijos, ni a los nuevos. El videojuego es capaz de convencer, y divertir, a cualquiera que agarre el mando.

Con todo, no cabe duda de que el videojuego está pensado especialmente para emocionar al fan. El jugador no solo volverá a controlar al mítico Threepwood; también se reencontrará con su querida Elaine y con el pícaro Stan, entre otros tantísimos personajes. Además, volverá a atracar su barco en muchas de las islas que pudo descubrir en las obras de los noventa.

En caso de que el jugador sea novato en la franquicia, evidentemente, se perderá muchas referencias, pero eso no implica que no vaya a entender y a disfrutar la obra. Ni mucho menos.

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Tómalo con calma

Durante la propuesta, efectivamente, el usuario vuelve a intentar hacerse con el secreto de Monkey Island y, para ello, compite de nuevo con el mítico villano de la saga, el pirata fantasma LeChuck, así como contra otros bucaneros de los que no diremos más para no pasarnos con los detalles.

En lo jugable, la aventura sigue siendo conversacional y, además, habrá que completar varios puzles. El usuario tendrá que ir recabando información a base de charlar con los personajes y afinar el intelecto para ir resolviendo, poco a poco, todos los rompecabezas presentados por la propuesta.

El título cuenta con dos modos de juego, uno más sencillo y otro algo más enrevesado, que es el que hemos escogido durante la prueba y que, avisamos, puede ser algo complicado en caso de que el usuario sea novato. Aunque la propuesta aprieta pero no ahoga. Poco después de empezar a jugar, Threepwood, el protagosnista, consigue un libro de pistas que te indica por donde tirar si tienes alguna duda. Viene bien en esos momentos en los que uno se queda completamente atascado.

Sea como fuere, remarcamos que pasárselo, jugando bien, no va a ser coser y cantar. El título puede reclamarle al usuario cerca de diez horas, o más, si se decide a completarlo todo sin recurrir a las pistas. De todos modos, no recomendamos jugar a Monkey Island echando una carrera. Es preferible detenerse, dedicarle a cada enigma el tiempo que sea necesario, y solo recurrir al libro de pistas si no tenemos ni idea de qué hacer. Pero primero hay que pensar un poco, que es ahí, precisamente, donde está la gracia del videojuego.

A nivel gráfico estamos ante una obra preciosa, muy en línea con lo que estamos viendo en otros videojuegos de corte independiente. Los personajes tienen algo de movimiento y hay alguna animación suelta en momentos clave. Lo mismo se puede decir de la música, que le sienta genial a la propuesta.

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