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La selección se duerme a balón parado

España decidió complicarse otra vez la vida. Se durmió a balón parado y se aplanó demasiado tiempo en ataque y acabó condenado ante Suiza. Y se obligó así a ganar a Portugal (que sí goleó en Praga, 0-4) en Braga, el martes, para poder pasar de nuevo a la final a cuatro de la Nations League. Sufrimiento hasta el final. Un rasgo enfermizo de esta selección.

Luis Enrique arrojó sobre La Romareda un once teñido de Barcelona, con los seis convocados del club azulgrana dentro, los que juegan con Xavi y los que no. Los cinco restantes fueron Unai y Pau, habituales en sus equipos, más Azpilikueta, Sarabia y Asensio, que apenas cuentan con minutos en los suyos. El madridista, de delantero centro, falso, ya que por una vez esta España no fue Morata y diez más. El técnico renunció a uno de sus diez mandamientos.

Sí fue reconocible el talante del equipo. El aprecio por la posesión de la pelota y el esfuerzo (que no la eficacia) en la presión sin ella. La huida del pelotazo en la salida pese a que Suiza apretó muy arriba. El riesgo. Y también fueron muy identificables los agujeros defensivos, esa sensación de vivir siempre en el alambre, muy expuesto al susto en el balón parado o a la espalda de la línea adelantada.

El balón era de España, sin gracia ni profundidad, pero las amenazas eran todas del rival. Crecientes. Sow, Xhaka, Embolo (extraordinario Unai para negarle el mano a mano, aunque el banderín luego invalidara la escapada del demonio suizo) fueron testando los desajustes locales, su debilidad, y Akanji acabó aplicando el castigo a la salida de un córner. Un centro altísimo, parabólico, más apetecible para el despeje que para el remate, que el central del Manchester City conquistó a golpe de oficio (la carga para desactivar con exagerada facilidad a Azpilikueta) y astucia (el cabezazo muy picado que confundió a Unai: el balón botó abajo muy rápido y llegó a la red por arriba). La célebre fragilidad de esta selección, su peor cara. Sufre ante cualquiera.

 


  • España:

    Unai Simón; Azpilikueta (Soler, m.87), Eirc García, Pau Torres, Jordi Alba; Gavi, Busquets, Pedri (Marcos Llorente, m.70); Ferran Torres (Yeremy, m.63), Asensio (Borja Iglesias, m.63) y Sarabia (NIco Williams, m.63).

  • Suiza:

    Sommer; Widmer, Akanji, Elvedi, Ricardo Rodríguez (Steffen, m.46); Freuler, Xhaka; Shaqiri (Ndoye, m.68), Sow (Zakaria, m. 68), Vargas (Aebischer, m.79); y Embolo (Seferovic, m.87).

  • Goles:

    0-1. M. 21 : Akanji. 1-1. M. 55. Jordi Alba. 1-2. M.58. Embolo

  • Árbitro:

    Turpin (Francia). Amarilla a Akanji,

Le costó más a España desplegar la otra parte de su retrato, ese es capaz de hacer sufrir a cualquiera. Ayer no logró meter en aprietos a Suiza. Le faltó velocidad, verticalidad, movilidad, ingenio. Si se quería parecer al Barça, no lo conseguía. Suiza vivió el primer tiempo en la hamaca. También cuando tras el 0-1 se dejó dominar sin poner cara de disgusto. Y siguió ofendiendo de vez en cuando, como en una incursión de Shaqiri entre seis españoles (se limitaron a mirar el eslalon) que Unai desbarató hacia el córner a última hora. La selección pedía a gritos el descanso.

Hubo propósito de enmienda español en el intermedio, pero solo dialéctico. Un intento de rectificación, pero con los mismos actores que naufragaron en la primera mitad. Sin ariete específico para atacar (ni trabajar como primer defensa), pero sí para asociarse y hurgar entre líneas; sin luces en el centro del campo y sin desborde por los costados (Ferran sí le puso más empeño). Solo insistencia en un plan que no carburaba. Y si acaso más agresividad, más intención, más actitud. Cierta rebeldía.

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Suficiente para que una genialidad de Asensio, en una conducción horizontal que fue sorteando y atrayendo defensas, dejara solo a Jordi Alba en la otra punta del área y activara el empate. La mejoría de la selección, y su momentáneo botín, quedó en nada enseguida porque lo que no se corrigió fue la vulnerabilidad defensiva.

Otro córner verbena puso a Suiza por delante (Akanji burló esta vez a Busquets, prolongó el balón en el primer palo, y Embolo empujó a placer). Cada aventura de Suiza, a pelota quieta o contraataque, sembraba el pánico en la zaga española.

Luis Enrique, ahí ya sí, se desdijo. Modificó todo su frente de ataque con dos extremos regateadores (Nico Williams y Yeremy) y un nueve referencia (Borja Iglesias). Y un rato después arrojó al campo a Marcos Llorente por Pedri. Todo el vértigo y la verticalidad de golpe. La fórmula de la desesperación.

Y sí, fue mejor esa España final, más atrevida y decidida, pero demasiado tarde. Rondó el gol (Soler). Esta vez la querencia a resolverlo todo en el último arreón, virtud o peligrosa costumbre, no le dio beneficios. Braga tiene la última palabra.

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