Por su parte, una investigación de 2018 realizada en Harvard, descubrió que la edad media a la que un fundador exitoso comienza su empresa es de 45 años. Eso está “entre el 0.1% de las mejores startups en función del crecimiento en sus primeros cinco años“. Esto quiere decir que quienes llegaron a los 34 años con un emprendimiento exitoso, ya habían tenido uno o varios fracasos antes de lograr su cometido. Otro estudio reciente reveló que la mayoría de los emprendedores de éxito no corresponde precisamente a jóvenes y que la edad media en uno de cada 1,000 nuevas empresas de más rápido crecimiento es de 45 años.
Así que, aunque el pensamiento convencional tiende a pintar a la generación joven como innovadores excepcionalmente creativos y grandes pensadores, parece que las generaciones mayores son más propensas a poseer rasgos que facilitan el éxito empresarial.
En general, las investigaciones revelan que las mayores tasas de éxito en el emprendimiento provienen de fundadores de mediana edad y mayores, lo que implica que a mayor edad, las personas acumulan habilidades, recursos y experiencia.
Del otro lado, también dejan ver que los emprendedores más jóvenes parecen tener una fuerte desventaja en su tendencia a producir las empresas de mayor crecimiento. Debajo de los 25 años parecen hacerlo mal aunque hay un fuerte aumento del rendimiento a esa edad. Entre los 25 y los 35 años, el rendimiento parece bastante plano, pero a partir de los 35 años se observa un aumento de las probabilidades de éxito, superando a los de 25 años. Otro gran aumento del rendimiento se produce a los 46 años y se mantiene hacia los 60.
Las conclusiones sobre la edad y el éxito también implican que los jóvenes emprendedores no deberían caer en la trampa de buscar equipararse con las historias de éxito de los jóvenes atípicos: los Zuckerbergs, Musks y Gates del mundo. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos, aproximadamente el 20% de las pequeñas empresas fracasa durante el primer año, el 30% de las empresas habrá fracasado al final del segundo año y aproximadamente la mitad lo hará hacia fin del quinto año.
Por lo general el hombre teme al fracaso porque de inmediato se asocia con “dolor”, con “debilidad” y/o con “derrota”. Sin embargo, aceptar el fracaso y fallar en el camino es algo que debemos reconocer y aceptar, para obtener los mejores aprendizajes. Fracasar es la mejor manera de aprender. Thomas Alba Edison decía: “No he fracasado, simplemente he encontrado 10,000 formas que no funcionan”; es decir, quien más falla, recibe más aprendizajes. Aprende a reconocer lo que sí funciona y lo que definitivamente no ayuda.
Cada falla es una sencilla señal de que algo no está funcionando y que es necesario hacer algunos cambios para lograr lo que se busca; se encuentran las debilidades, los obstáculos o las limitaciones que impiden avanzar, luego de lo cual se puede determinar qué es necesario para cambiar o mejorar.