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Espectáculos

San Sebastián 2022 Día 3: Ulrich Seidl repugna con ‘Sparta’, la polémica película sobre un pedófilo

En Sección Oficial también vemos ‘Winter Boy’ y ‘Il Boemo’. En Velódromo, lo nuevo de Paco León: ‘Rainbow’.

Antes de meternos en faena y hablarte de las películas de la tercera jornada del Festival de San Sebastián, un poco de contexto. El tercer día del certamen ha estado marcado por una polémica, la de Sparta. Dirigida por Ulrich Seidl, el filme es la historia de un pedófilo y, aunque el cineasta iba a venir para defender su película, ha cancelado en el último momento. “Me he dado cuenta de que mi presencia en la premiere podría ensombrecer la recepción de la película. Ahora es el momento de que la película hable por sí sola”, ha anunciado en un comunicado. 

Todo comenzó con la publicación de un artículo en Der Spiegel en el que afirmaban que Seidl violó las normas laborales de Rumanía explotando a los niños actores del filme. A su vez, también aparece en el artículo que el director les ocultó a ellos y a sus padres el tema de la película. Seidl ha negado estas acusaciones, pero el Festival Internacional de Toronto (TIFF) retiró Sparta de su selección. No ha ocurrido lo mismo en San Sebastián, decisión de la que su director José Luis Rebordinos ha dicho: “solo una orden judicial que lo establezca nos llevaría a suspender una proyección programada”.

Hoy ha sido el día de Sparta en el certamen, pero no es el único título de la jornada: Il Boemo y Winter Boy también compiten por la Concha de Oro y te hablamos de Rainbow, la nueva película de Paco León.

Sparta

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Otro San Sebastián, otra polémica más. La de la 70ª edición del certamen español la ha protagonizado Ulrich Seidl con su repugnante Sparta. El filme del director austríaco compite por la Concha de Oro en Sección Oficial y tiene como protagonista a Ewald (Georg Friedrich), un hombre que rompe su relación con su pareja y regresa a Rumanía intentando empezar de nuevo. Además de cuidar de su padre enfermo, compra un antiguo colegio y lo reforma para enseñar judo a los niños de la zona. Ewald también es un pedófilo. 

En su escuela de judo, a la que llama Sparta, Ewald juega con los niños a los que ha invitado a formar parte de ella. Les enseña a pelear, pero también les saca fotos sin camiseta que luego ve embobado en su despacho en penumbra. Se ducha desnudo en los vestuarios comunes mientras los muchachos van en calzoncillos y les disfraza de espartanos. Ewald tiene un niño favorito cuyo padre empieza a desconfiar del protagonista y pondrá a los habitantes de la zona en su contra. 

En Sparta, Ewald no llega al abuso sexual, pero el simple hecho de colocarle en espacios infantiles ya provoca repulsión y amenaza. Y no hace falta que haya niños presentes: verle dentro de un colegio vacío y abandonado -el que luego compra para crear su escuela de judo- ya incita al temblor. Así que, cuando Seidl hace que Ewald cure la herida de su niño favorito o se le quede mirando dormir, la náusea no tarda en llegar. El director coloca al espectador en un continuo estado de alerta y anticipación, adivinando los terribles pensamientos que se le pasan por la cabeza al protagonista mientras, a su vez, intenta que empatices con Ewald -conmigo no lo ha conseguido- situándole en una posición de víctima. 

Aguantándonos el vómito, es cierto que Sparta es una propuesta más compleja de lo que puede parecer a simple vista y que lo que consigue Seidl es interesante: despertar sentimientos tan horrendos sin hacer “nada”. Pero, por otro lado, también es una experiencia tremendamente desagradable, incómoda y asquerosa. Todavía sigo con el estómago revuelto. 

Winter Boy


Lucas tiene solo 17 años cuando ve cómo su vida cambia de la noche a la mañana. Su padre ha muerto en un accidente de coche y a él, a su hermano y a su madre les toca seguir adelante con su vida mientras se enfrentan al trágico duelo. Winter Boy, dirigida por Christophe Honoré, es otro de los títulos de la Sección Oficial.

El director de películas como La belle personne (2008) y Vivir deprisa, amar despacio (2017); hace que Lucas narre su propia historia a cámara. Como si de una vez por todas el joven se atreviese a contarle a su madre lo que ocurrió antes, durante y después del accidente. También lo que pasó los días que se marchó de su pueblo a París con su hermano para cambiar de aires tras el funeral de su progenitor. Su testimonio es el motor de la película y las vivencias de Lucas van mostrándose a medida que él decide contarlas: omitiendo algunas cosas y saltándose otras para volver a ellas más tarde a placer.

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Winter Boy es un ‘coming-of-age’ emotivo con el que Honoré ha querido homenajear a su propio padre, pero el metraje el metraje se le va de las manos y es una historia con demasiados finales. A destacar: su impecable actor protagonista Paul KircherJuliette Binoche, que interpreta a su madre.

Rainbow


En Velódromo vemos Rainbow, la nueva película de Paco León como director que estrena Netflix el 30 de septiembre. No es su primera vez, el actor ya ha demostrado su buen hacer detrás de las cámaras con otros proyectos. En 2017 presentó en el Festival de San Sebastián la magnífica serie Arde Madrid, de la que también es su creador junto a Anna R. Costa. Tampoco hay que olvidar la estupenda Kiki, el amor se hace (2016) o la divertida Carmina o revienta (2012), a la que se le siguió la secuela Carmina y amén (2014).

Para Rainbow, León se ha inspirado en la popular historia de El mago de Oz escrita por L. Frank Baum. La historia sigue a Dora (Dora Postigo), una joven que vive con su padre (Hovik Keuchkerian) en un pequeño pueblo y que tiene una conexión especial con la música. Cuando cumple 16 años, Dora decide ir a buscar a su madre. La protagonista necesita respuestas y, al no encontrarlas en casa, agarra a su perro -igual que Dorothy dejó Kansas junto a Toto- e inicia la búsqueda de su misteriosa progenitora. En su viaje se va encontrando con diferentes personajes -los homólogos del Espantapájaros, el León y el Hombre de Hojalata- que la acompañarán en su aventura. 

El estilo que León ha mostrado en sus anteriores proyectos está en Rainbow elevado. Es el León más León: momentos musicales que bien podrían ser sacados de un videoclip, colores neón, dramatismo que se convierte en comedia y personajes caricaturescos. En esto último, la máxima exponencia son Carmen Machi y Carmen Maura, que dan vida a dos hermanas y dos mujeres poderosas conectadas con la protagonista. Las escenas entre Machi -con un pelo a lo Agnés Varda– y Maura es lo mejor que tiene Rainbow.

El filme tiene un arranque interesante, con el que León introduce al espectador los códigos de la historia en la que la fantasía tiene un gran peso metafórico. Pero a medida que el viaje de Dora va desarrollándose, el filme deja de interesar y las tramas de los personajes secundarios se vuelven insípidas. Solo el misterio sobre el paradero de la madre de la protagonista consigue echar alguna raíz para mantener la atención. En su abúlico desenlace, poco importa ya todo, y el clímax, un momento festivo y musical que parece destinado a provocar energía, poderío y emocionar, no cumple con lo que promete. Si esto es lo que hay al final del arcoíris prefiero quedarme sin saberlo. 

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Andrea Zamora

Il Boemo


Josef Mysliveček, siguiendo su apodo de “il boemo” (el bohemio), vivió sin restricciones, entre partituras y mujeres. Fue un dandi, que sin embargo acabó sus días arruinado, desfigurado por la sífilis. Mirándolo, está el cineasta Petr Václav, quien ya había dirigido el documental Confession of the Vanished alrededor de Mysliveček. En Il Boemo, a Václav no le interesan tanto los mecanismos de poder que su ascenso delata, ni los hechos que vertebran su cronología (los años pasan solo como cartelas), sino aquello que los cubre… Un abanico de emociones poderosas, arrebatadas, que nos remiten a los temas eternos de la ópera: la libertad, el deseo, el amor y la muerte.

Serán los ingredientes esenciales para una película que mezcla arias arrebatadas con diario íntimo, melodrama con ‘thriller’, y con comedia. La cinta recopila torrentes de sentimiento, que busca en la cercanía con los rostros de su reparto. El destilado resultante, confuso y enarbolado, vibra en sintonía con la ópera, quizás el género que mejor entendería la vida del compositor, intensa, gozosa y trágica como las grandes pasiones de las que tanto se habla.

Mariona Borrull
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