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Cultura

Cortes, piezas rotas y decenas de capas de pintura: la estatua del general Baquedano vuelve a la vida tras las revueltas en Chile

La remoción del monumento al general Manuel Baquedano la madrugada del 12 de marzo de 2021 de la Plaza Italia es una de las imágenes que marcó las protestas sociales en Santiago de Chile. La escultura de bronce del artista chileno Virginio Arias (1855-1941), colocada hace casi un siglo en el centro de la capital, se había convertido en símbolo de disputa durante las revueltas. Tras un serio daño a la estructura, el Consejo de Monumentos Nacionales le encargó urgentemente al taller de escultura Montes Becker retirar y reparar la obra. Esta semana, sin que esté claro su destino final, el monumento fue reinstalado en el Museo Histórico Militar. Los protagonistas de la reconstrucción, Luis Montes Becker y su hijo Luis Andrés Montes Rojas, revelan los pormenores de la operación y el trabajo que supuso recuperar la obra oculta bajo una costra de pintura.

“Cuando la gente ve el monumento restaurado dice: ah, lo limpiaron no más”, afirma este miércoles el escultor Luis Montes Becker en su taller de La Pintana, al sur de la capital. La apreciación está lejos de la realidad. A la fina labor de restauración liderada por la dupla Montes durante seis meses hay que añadirle la complejidad de sacar de su sitio la obra contrarreloj en un clima social y político agitado.

Durante el estallido social, las esculturas de calles, avenidas y plazas fueron pizarras para las demandas, tapadas bajo la pintura de los aerosoles. Pero algunas fueron arrancadas de sus pedestales o destruidas a golpes. El monumento al general Manuel Baquedano, considerado un héroe de la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile contra Bolivia y Perú entre y 1879 y 1884, sufrió especialmente por su ubicación en el corazón de las revueltas.

En enero de 2020, tres meses después del inicio de las protestas, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) le solicitó a los Montes una evaluación de la figura. Los escultores recomendaron restaurar algunas piezas seriamente afectadas, pero dejar la obra en su sitio. “Las esculturas en Chile no se posan sobre los pedestales y por lo tanto no se retiran con una grúa simplemente. Están pensadas para soportar hasta un terremoto de 10 grados. Lo más probable es que se caiga un edificio antes de que una escultura”, explica Montes Rojas, doctor en Escultura. Además de la solidez de los sistemas de anclaje, pusieron en valor el diálogo existente entre el patrimonio público con la ciudad.

Detalle de los daños sufridos por la escultura del general Baquedano durante las revueltas de 2019 en Santiago.
Detalle de los daños sufridos por la escultura del general Baquedano durante las revueltas de 2019 en Santiago. Archivo Taller Montes Becker

El escenario dio un vuelco cuando un grupo de hombres vestidos con overoles blancos intentó derribar la escultura con herramientas de corte durante la manifestación del Día Internacional de la Mujer, el lunes 8 de marzo de 2021. En 20 minutos consiguieron desestabilizar el 50% de las patas del caballo sobre el que posa Baquedano, hasta que las propias manifestantes les impidieron continuar. La caída de la obra de 4.000 kilos sobre la muchedumbre podría haber tenido consecuencias catastróficas. A primera hora del día siguiente, los Montes acudieron a evaluar nuevamente la estructura y presentaron la gravedad del asunto ante el CMN, el que les encargó retirar urgentemente la obra con la ayuda de otras entidades.

La tarea suponía un desafío mayúsculo porque no existían documentos que detallaran cómo estaba sujetada la icónica pieza. Informes encargados por el CMN a ingenieros estructurales daban cuenta que la escultura -el jinete sobre el caballo y la peana (base)- estaba anclada al pedestal por dos barras de acero apernadas al centro. A los escultores les resultaba evidente que por esos tubos habían rellenado con cemento el pedestal, pero no sabían si el hormigón tenía atrapada la peana internamente, lo que impediría retirar la obra completa.

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Montes Becker, con más de 30 años de trayectoria, recuerda el peso que sintió al inicio de la operación. “Estábamos trabajando a las 12 de la noches, con el público en contra, con la televisión, los focos, era casi como un reality. Muy tensionado. Con militares, carabineros, tres círculos de seguridad… Uno no está acostumbrado a trabajar con esa tensión, menos con el simbolismo y la carga política que tenía el monumento. Si uno erraba, se acababa la carrera”, sostiene. Comprobaron que la peana estaba rellena de cemento por lo que no podían extraer la obra completa sin riesgo de que se produjera una fisura. Tampoco podían demoler el pedestal al ser de carácter patrimonial. Obligados a aplicar el plan B, separaron la peana del caballo: realizaron dos cortes rectangulares en la superficie de la base, cada uno con dos patas del animal.

“El objetivo era retirar la obra, pero a mí personalmente me interesaba rescatar la obra del escultor”, afirma Montes Becker. Padre e hijo son académicos de la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, de la que Virginio Arias fue director. “De alguna forma nosotros somos herederos de su tradición escultórica y académica. Baquedano es una obra de uno de los tres maestros de la escultura chilena en el siglo XIX. Tenemos una deuda con él”, añade Montes Rojas.

Tras dos horas de trabajo, una grúa logró extraer limpiamente al caballo con su jinete y llevarlo a los hangares del exaeropuerto de Cerrillos, hoy pertenecientes al Ministerio de Cultura. Ese espacio fue convertido en taller de reparación. “Los daños que tenía la escultura no solamente fueron por las intervenciones del público, sino también por las enormes capas de pintura que se le fueron aplicando para borrar las intervenciones”, explica Montes Rojas.

Probaron varios métodos de limpieza, pero solo la microesfera de vidrio les permitió descubrir lo que ocultaban los cientos de colores con que había sido intervenida. Apareció un corte profundo en el cuello del jinete. Pero también el escudo nacional en la montura, en el cinturón, los ornamentos de la chaqueta, entre otros delicados detalles hechos a mano. “Cuando uno hace la limpieza dice: oh, estamos viendo algo que nunca habíamos visto”, afirma Montes Becker. No limpiaron toda la pieza. Con el propósito de dejar un testimonio histórico de lo vivido durante el estallido, dejaron intactas cuatro áreas pequeñas y casi imperceptibles. Una entre las orejas del caballo y otra en la parte delantera de la montura.

Cuando limpiaron la peana, que fue retirada hace un año, se dejó ver una firma de 1928: Virginio Arias. Los escultores también reestructuraron la cola del caballo, las piernas del jinete y repusieron las piezas faltantes basándose en registros fotográficos. Moldearon y fusionaron la espuela, el broche, la dragona, entre otras. Lo tiñeron con químicos hasta dar con el color que les parecía adecuado y crearon un nuevo sistema de anclaje. Con emoción recuerdan cuando, finalmente, recolocaron a Baquedano en su peana. La restauración de la figura costó cerca de 68 millones de pesos (unos 78.000 dólares), financiada por la Delegación Presidencial.

Qué se hace ahora con la escultura de Baquedano es una de las preguntas que aún no tiene respuesta. En un principio, el Gobierno de Sebastián Piñera pretendía recolocarla en Plaza Italia antes de acabar su mandato en marzo, pero la idea no prosperó. “Yo ya estoy conforme con que está restaurada. En este momento está en un lugar en el que no va a sufrir daño”, afirma Montes Becker, que de todas formas plantea que pudiese quedar en un lugar público, como la explanada de la Comandancia en Jefe del Ejército, frente a la facultad de ingeniera de la Universidad de Chile.

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Montes Rojas aboga por debatir el tema con los especialistas, los políticos y la ciudadanía. “Una discusión sobre un símbolo tan importante amerita que hagamos todos los esfuerzos para encontrar una solución consensuada”. “Hay que quitarle dramatismo a que la ciudad cambie. La hemos cambiado mil veces”, sostiene. “Y también hemos borrado la mitad de la historia mil veces”, añade su padre.

Luis Montes, padre e hijo, en las instalaciones del taller Montes Becker.
Luis Montes, padre e hijo, en las instalaciones del taller Montes Becker.Cristian Soto Quiroz

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