Las características de la población y las circunstancias del mundo actual, en definitiva, no son las mismas de hace un par de décadas. Estamos ante una expectativa de vida cada vez mayor, lo que nos enfrenta a enfermedades crónico-degenerativas más prolongadas; los malos hábitos de vida han afectado notablemente la salud global teniendo hoy como amenazas la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
La alta movilidad de la gente entre países, así como los fenómenos migratorios nos han expuesto –COVID-19 es prueba de ello- a un nuevo panorama en la prevalencia de las enfermedades, a la par de que el crecimiento poblacional que la ONU anticipa pase de 7.8 a 9.7 billones de personas para 2050, tendrá como epicentro a África y Asia influyendo de esta manera en una nueva huella genética.
Con estas circunstancias en mente, además del avance de la ciencia y la cantidad exponencial de información que se genera a diario, para los médicos hoy ya no hay manera de poder obtenerla y analizarla más que a través de bases de datos y filtros sistemáticos. Por tanto, los sistemas educativos deberán exponer a los estudiantes a una medicina basada en evidencia científica que sea sustentada en el mejor conocimiento disponible al momento y apoyada para su análisis con inteligencia artificial.
El conocimiento en el sector salud requiere que el médico interprete de manera crítica lo que sabe en lugar de solo recordar lo que aprendió y para ello deberá ser entrenado en el análisis de sistemas complejos y el pensamiento crítico. Genómica, bioestadística, salud global y urbana, codificación y análisis predictivos, adicionales a las clásicas asignaturas de anatomía, fisiología y bioquímica aplicadas, son las materias que los currículos de las carreras de medicina y ciencias de la salud deberán tener con el propósito de capacitar a los médicos de los siguientes 30 años.
Por otro lado, cobra mucha relevancia el sentido humanístico en las ciencias médicas. El médico debe ser educado considerando al paciente el epicentro de su actuar, pero con un enfoque poblacional. Una profunda educación en valores, derechos humanos, inclusión y diversidad deberán tener un papel más relevante dado que el sentido humano no es un atributo sustituible con la tecnología.
Es prioritario también comprender quién es el nuevo estudiante de medicina. Hoy es una persona altamente social, digital e hiperconectada, con necesidades de retroalimentación y creación de comunidades de aprendizaje, que estará acostumbrada a la colaboración entre disciplinas y muy ajena a los sistemas tradicionales de modelos de enseñanza y aprendizaje.
El médico solitario, gurú y todopoderoso ha quedado en el pasado: los maestros debemos quitarnos la bata del médico tradicional y adaptarnos también a los cambios que el progreso de la ciencia y la nueva realidad del mundo nos imponen.
Ahora bien, no hay modelo educativo en salud que sustituya las profundas ineficiencias y desigualdades generadas por sistemas de salud pública anacrónicos instalados en premisas de hace más de 50 años. El cambio para tener un mejor sistema de salud en el futuro está en la educación y preparación también de quienes toman las decisiones de política pública. Ahí, con algunas excepciones, nuestras expectativas en verdad van a la baja.