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Soy adicta al ‘true crime’, pero me he informado y eso no me convierte en una psicópata

Si te gustan las series, películas y, especialmente, los documentales sobre crímenes reales, sabes que a veces es imposible parar. ¿Qué nos pasa en la cabeza?

A menudo relacionado con el morbo, la telebasura o el interés innecesario por conocer detalles escabrosos de notables sucesos, no se puede negar que el género ‘true crime’ goza de una salud excelente en la actualidad. Dolores Vázquez. Marta del Castillo. Michel Peterson. Alcàsser. Madeleine McCann. Los crímenes de Ted Bundy. La lista es interminable y promete seguir en aumento. La proliferación de series y películas documentales sobre crímenes reales se ha multiplicado en los últimos años y el público no sólo las ha recibido, una detrás de otra, con los brazos abiertos, sino que algunas de ellas se han colado entre lo más esperado del mes, del año o de la semana y han causado un absoluto revuelo en redes sociales.

En mi caso, he de entonar el ‘mea culpa’. Lo que empezó con Making A Murderer de una forma completamente inocente -Netflix acababa de aterrizar en España y la serie documental sobre el ahora archiconocido caso de Steven Avery sería ‘maratoneado’ en masa- acabaría convirtiéndose en una especie de ‘hobby’ inesperado y algo macabro que se ha visto alimentado por la constante aparición en los catálogos de las distintas plataformas de ‘streaming’ de nuevos títulos; un chorreo constante de títulos sobre sucesos y crímenes reales que complican bastante salir de la espiral.

A Making A Murderer la seguirían muchas otras. El verdadero terror tras la misteriosa desaparición de una monja que narraba The Keepers; la accidentada confesión de Robert Durst sin saber que su micrófono estaba abierto en The Jinx; los nuevos episodios de la aclamada The Staircase que cerraban, 17 años después, el caso de Michael Peterson; la truculante trama que albergaba la muerte de un repartidor de pizza en Un golpe maestro, o la verdadera historia en Lorena de Lorena Bobbit, la mujer víctima de violencia de género que le cortó el pene a su marido. ¿Cómo resistirse?

Desde entonces no he parado. ¿Qué rayos me pasa en la cabeza? ¿Tengo que preocuparme? ¿Por qué me siento irrefrenablemente atraída por documentales o ficciones sobre crimenes reales? Para descubrirlo hablamos con Álvaro Trujillo, psicólogo y creador de Psico Vlog, un canal de YouTube con más de 200.000 suscriptores dedicado a la divulgación de psicología en todas sus facetas cotidianas.

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Netflix
Fotograma de ‘El caso Alcàsser’ (Netflix)

¿POR QUÉ DISFRUTAMOS CONOCIENDO LOS DETALLES DE UNA DESAPARICIÓN O ASESINATO?

Es una de las primeras preguntas que le hacemos a Álvaro, quien amablemente accede a explicarnos, desde su condición de experto, por qué sentimos placer conociendo los detalles de sucesos en los que se han producido muertes o personas han protagonizado sucesos traumáticos. “Dicho placer viene del hecho de que el suceso en cuestión nos provoque esas sensaciones y emociones intensas”, explica el creador de Psico Vlog. “Es como cuando vemos una película de terror. No nos divierte o atrae el pasar miedo. [Nos atrae] que la obra nos haga pasar por multitud de sensaciones en un entorno controlado”.

El morbo es aquello que nos atrae a lo prohibido. Lo ilícito. Lo desconocido. El morbo se despierta no por lo que se enseña, sino por lo que se insinúa

“Algo se considera morboso cuando es explícito o cercano a lo prohibido. Pero tampoco tenemos toda la información disponible”, continúa Álvaro. “Lo que el morbo despierta en nosotros es una contradicción. La tensión que genera el conflicto entre el miedo a las represalias o a lo desconocido, y el interés por aquello que desconocemos o nos está prohibido. Esa tensión no es agradable, pero vivirla como si fuera un espectáculo sí nos genera placer”.

Esa atracción por lo misterioso es absolutamente natural y, de hecho, es la misma que podemos sentir ante cualquier historia que consideremos emocionante. “El saber que ha pasado algo malo y querer saber su resolución. Saber de sus personajes, profundizar en los detalles, ir descubriendo la historia poco a poco, que todo encaje en un final revelador, etcétera”. Al fin y al cabo, “aunque sean casos reales, no deja de ser un programa […] Estamos lejos de la situación real tanto espacial como temporalmente. Es un entorno seguro para presenciar esos sucesos”.

Al mismo tiempo, en muchos casos también nos sentimos más atraídos por sucesos que nos tocan más de cerca, aunque la fuente es el mismo tipo de interés: el interés por el misterio. “Al ser sucesos cercanos nos puede incluso llegar a afectar de algún modo. Por ejemplo, un secuestro perpetrado en tu localidad. No te ha pasado a ti, pero conoces a gente que sí está implicada directamente, así que también se añade un estado de alerta muy necesaria”, razona Trujillo. “También podemos incluir tu propia visión moral. Sabes que lo que está pasando está mal y quieres encontrar responsables. Todo esto genera más tensión y, en consecuencia, crece el interés por saber los detalles del suceso para encontrarle esa resolución de la que hablábamos al principio y aliviar así dicha tensión”.

QUÉ DICE DE NUESTRA PERSONALIDAD SER UN AMANTE DEL ‘TRUE CRIME’

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“Lo máximo que puede decir es que somos humanos”, resume Álvaro. “El morbo es algo que nos ha acompañado desde siempre. Forma parte de ese ‘lado oscuro’ que todos tenemos. Nuestros gustos y atracciones ‘prohibidas’. Es algo que siempre ha estado presente en nuestro cerebro”. Entonces, ¿cuándo podemos considerar que el morbo que estamos sintiendo es insano? “Un morbo insano es el que cruza la línea de lo socialmente aceptable, entendiendo esto último como aquello que puede ser una amenaza para la seguridad personal o de terceros. Nos puede gustar el cine gore por el asco de la sangre y las vísceras. Otra cosa es que te atraiga eso mismo… sin el cine gore y sin el asco”.


Netflix
Fotograma de ‘La desaparición de Madeleine McCann’ (Netflix)

Para que lo entendamos, sentir esa curiosidad, ese morbo, no quiere decir que disfrutemos con el mal que están sufriendo o han sufrido otras personas. “Podemos perfectamente diferenciar que un asesinato, un secuestro o un robo siguen siendo actos delictivos y denunciables”, matiza Álvaro.

Lo que nos atrae es el porqué de ese acto ilícito, prohibido y misterioso. El completar la historia que hay detrás

Como explica el ‘youtuber’, ese morbo tampoco significa en absoluto que seamos personas violentas o que vayamos a serlo, a pesar de que hayamos oído en numerosas ocasiones que estar expuestos a la violencia nos hace violentos. “Esa afirmación se ha pronunciado centenares de veces y centenares de veces ha sido refutada. El estar expuestos a la violencia no nos hace violentos. Nos hace menos sensibles a ella; eso sí es verdad […] “Esa afirmación se aplicaba a los dibujos animados y videojuegos violentos y, hasta la fecha, no hay ningún estudio que relacione a la audiencia de estos productos culturales con la perpetración de crímenes o el aumento de la violencia juvenil”.

QUÉ PUEDE PASAR SI NOS EXPONEMOS DEMASIADO AL ‘TRUE CRIME’

¿Qué consecuencias podría tener -si es que puede tenerlas- ver demasiados documentales sobre crímenes reales? “Convalidarnos la carrera de Criminología seguro que no”, bromea Álvaro. “El ver documentales sobre crímenes reales tiene la misma consecuencia que ver cualquiera de tus programas favoritos con mucha asiduidad. Ser fan de Cincuenta sombras de Grey no te convierte ni en dómina, ni en esclavo. Ni jugar muchas horas al Grand Theft Auto te convierte en un gánster. Y escuchar mucho heavy metal no te convierte en satánico”.

Según el psicólogo, ser aficionado a este contenido como hecho aislado no tiene un efecto directo ni revela nada oculto que tengamos dentro. “La violencia nunca viene sola. Siempre es multicausal. Consumir muchos programas de este tipo no termina en nada nocivo para nadie”. Para comprender mejor que los casos que se relacionan con cualquier sobreexposición siempre albergan también otros factores causales, Trujillo pone como ejemplo un caso que “el famoso juez de menores Emilio Calatayud ha relatado en más de una de sus conferencias”: “Un chaval que salió a la calle a robar un par de coches y, cuando lo detuvieron, deliraba diciendo que era Dios. Eso después de haber estado expuesto a jornadas maratonianas de videojuegos sin nada más que hacer. Aunque solo la exposición de este caso podría deshacer lo que dije anteriormente, con un análisis menos superficial se podría concluir que no fue solo la exposición de videojuegos. Sino el aislamiento, el cansancio y el desequilibrio, que ya de por sí producen un posible problema de adicción”.
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