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Internacional

La sequía obliga a la Festa da Agua a mirar a sus orígenes

Para buena parte de los vilagarcianos es una catarsis. Saltos, bailes y vivas a San Roque y cánticos recriminatorios a los vecinos que, con cubos y mangueras, no dan abasto para satisfacer las exigencias de quienes con los brazos en alto reclaman agua, y más agua: «¡Aquí no llega, aquí no llega!». Una ‘limpieza’ —más de espíritu que de cuerpo— por la que los vilagarcianos esperan cada verano como ‘agua de agosto’. Y más este, tras dos años sin ‘purificarse’ por la pandemia. Pese a la sequía, la Festa da Auga volverá a celebrarse —el próximo martes—, pero con algunas restricciones. La más notoria, la renuncia a los manguerazos de los camiones cisterna en el centro de la ciudad, habituales desde hace años pero que no formaban de la fiesta en sus orígenes, hace casi cuatro décadas.

En definitiva, la de 2022 será una edición «adaptada a las circunstancias» y «más tradicional», apuntan desde el Concello, pero sin renunciar en ningún caso a la fiesta. Los protagonistas volverán a ser, si alguna vez dejaron de serlo, los cubos de agua, lanzados desde balcones y ventanas y desde las mismas calles. Y es que aunque, como en las últimas ediciones, las fuentes ornamentales de la ciudad estarán vacías, no se cortará el agua de aquellas ‘de botón’, en las que los asistentes podrán rellenar sus cubos y pistolas para desafiar ‘cuerpo a cuerpo’ a sus convecinos y foráneos con el líquido elemento como munición. La «diversión» y «las mojaduras», insisten desde el Concello, estarán garantizadas pese a la renuncia de las mangueras con la que se evitará despilfarrar miles de litros de agua.

Será una fiesta que recordará a sus orígenes en cuanto a recipientes y aparejos, pero no desde luego en afluencia. La fiesta del agua surgió de forma espontánea a principios de los ochenta durante la procesión del 16 de agosto a mediodía. Tras dejar al santo en su capilla, y ante el calor que hacía, un grupo comenzó entonces a reclamar agua para refrescarse. Año tras año aquella costumbre acabó consolidándose, hasta atraer desde hace más de dos décadas a miles de personas. Y en esta edición no se espera que sea diferente. Vilagarcía volverá a recibir a miles de visitantes y por ello Renfe reforzará sus servicios con más de 900 plazas adicionales en el eje La Coruña-Vigo (con parada en Vilagarcía).

Las medidas decididas por el Concello para adaptarse a la grave sequía de este verano, sin embargo, para algunos no son suficientes. Ecoloxistas en Acción Rías Baixas, por ejemplo, lamenta que se fomente el «despilfarro» de agua en plena alerta de sequía y oleada de incendios. La entidad no critica tanto los litros que se usarán sino el mensaje que se traslada, y pide transformar la fiesta para convertirla «en una oportunidad para concienciar a los vecinos de la importancia de hacer un consumo responsable de un recurso cada vez más crítico».

Pero los vilagarcianos que no quieren renunciar al éxtasis líquido —del agua, entiéndase bien— podrán respirar tranquilos. A este respecto, los únicos jarros de agua fría que recibirán serán los que le lancen sus vecinos.

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