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Opinión

Imprevisión y exceso de confianza ante la sequía

Según avanza el verano, las restricciones al consumo doméstico de agua potable se extienden por una geografía española en la que hace ya meses apareció el fantasma de la sequía, fenómeno cíclico cuya intensidad se ha visto acentuada por las olas de calor y la ausencia de precipitaciones.

A diferencia de los incendios forestales, también relacionados con la falta de lluvias y las altas temperaturas, la sequía no es accidental, sino previsible en función de los registros y las previsiones hídricas. El verano se da por perdido, pero si no llueve en otoño, a la vuelta ya de la esquina, las consecuencias de esta crisis dejarán de ser episódicas, hasta alcanzar una dimensión nacional, con repercusiones no solo en el consumo doméstico, sino en la agricultura, ya muy debilitada por los sobrecostes de producción.

La secular desvertebración hidrológica de España y la falta de previsión del Ejecutivo añaden factores de riesgo a un desastre que no puede quedar al albur de una climatología tan adversa como predecible.

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