Al final, esta maquinaria de inteligencia deberá evolucionar por sí sola y llegar a ser una potenciadora de la mente humana, con capacidad de autonomía y autogestión de un tipo de pensamiento meta humano.
Ahora bien, todos estos sistemas son posibles a través de complejas vías de interacción entre unidades de información que emulan el cerebro humano y son llamadas redes neuronales y es justo la complejidad de dichas redes lo que profundizará la evolución tanto de la IA misma como de sus interacciones con los seres humanos.
Grandes iniciativas como el Proyecto BRAIN, liderado en su inicio por el neurobiólogo español y Profesor Rafael Yuste de la Universidad de Columbia en los Estados Unidos, que ha levantado millones de dólares en inversión destinados a entender la complejidad biológica de las mas de 80 millones de neuronas y sus interconexiones dentro del cerebro humano, y cómo se debe utilizar este complejísimo mapa para desarrollar las tecnologías futuras que impactarán en la aplicación de los sistemas inteligentes en áreas como la salud, la robótica, las comunicaciones y las relaciones humanas.
Google y otras empresas tecnológicas utilizan ya esos conocimientos en sus propios desarrollos generando millones de dólares de retorno.
Ya existen modelos experimentales donde pacientes con discapacidad motora, como consecuencia de la enfermedad de Parkinson o en la esclerosis lateral amiotrófica, tendrán la posibilidad de controlar robots con interfases cerebro-máquina que les permitirán la movilidad e independencia que la enfermedad actualmente les impide.