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Opinión

Unicornios, ¿una fascinación peligrosa

Lo que tienen en común los unicornios, además de su enorme valoración, es que generalmente no son rentables y necesitan de fuertes inversiones de capital para seguir adelante. La mayoría está en fase de “hipercrecimiento” (blitzscaling) alimentados del capital riesgo de los inversores. Los unicornios gastan dinero hasta el punto de que la “tasa de consumo” es una métrica real.

Muchas miniseries que se pueden ver en plataformas de streaming describen los inicios y la incesante carrera por el crecimiento de los unicornios. En una de estas series podemos ver al cofundador de Uber, Travis Kalanick, pedir a un fondo de inversión millones de dólares después de haber recibido varios millones un par de meses antes. Y vemos cómo Uber consigue ese dinero.

El lema de los unicornios es universal: “crecer o morir”. Los inversores creen que en cada nuevo espacio de mercado (y Uber ha creado uno de estos espacios) habrá un unicornio. Por tanto, piensan, hay que apostar por el adecuado y aguantar.

Pero estas empresas no suelen tener un modelo de ingresos sostenible. Su objetivo es superar a cualquier competidor potencial porque se encuentran en una situación de “winner takes all” (el ganador se lo lleva todo). Los extremos a los que llegó Uber para conseguir nuevos clientes y conductores en sus primeros años son un ejemplo perfecto. Los inversores tienen la estrategia de “high risk high reward” (riesgo alto, recompensa alta). Su objetivo es alimentar el negocio, hacer que salga a bolsa (IPO) y hacer caja.

Las políticas públicas suelen apoyar la aparición de unicornios. Hay muchas razones sensatas para ello. Los unicornios tienen, de hecho, un importante impacto en la economía. Son fuente de empleos directos e indirectos, pero también de innovación. Pueden liderar ecosistemas enteros compuestos por start-ups y pymes como el que ha conseguido construir la china Alibaba. De este modo se crean oportunidades para el talento como, por ejemplo, ingenieros altamente capacitados que, de otro modo, podrían abandonar el país o la región y beneficiar a otros.

Dicho esto, hay muchas voces que cuestionan el modelo de los unicornios.

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Los unicornios son los “cisnes negros” del mundo emprendedor , en referencia a la teoría de los cisnes negros de Nassim Taleb. Los unicornios son extremadamente raros y aleatorios, pero igualmente se presentan como modelos aspiracionales.

Como académica, y basándome en mi trabajo y en el de otros colegas, discrepo de que estas empresas puedan servir de modelos. En primer lugar, las políticas públicas están orientadas a las empresas de alto crecimiento (gacelas). Todo está hecho para la aparición de gacelas, unicornios y otras criaturas míticas. Aunque estas representan una parte infinitesimal del panorama empresarial, eclipsan por completo al resto de las start-ups y pymes. Esto se traduce en menos apoyo y reconocimiento para las empresas que de verdad hacen funcionar la economía.

En segundo lugar, este modelo poco realista de éxito empresarial puede inducir a determinados comportamientos poco saludables. La obsesión por el crecimiento y la presión de las diferentes partes interesadas (los inversores en particular) fomentan el oportunismo irresponsable. Es el ejemplo de Theranos, cuya ex directora general ha sido condenada recientemente por fraude. Y, de una manera más general, fomentan un comportamiento tóxico que se traduce en lugares de trabajo tóxicos, algunos de los cuales se han señalado en unicornios famosos (como es el caso de WeWork en sus inicios), pero que también existen miméticamente en startups desconocidas.

En tercer lugar, el modelo de crecimiento antes de la rentabilidad es, la mayoría de las veces, una vía rápida hacia el fracaso. En un estudio reciente que abarca el 40% de todas las pymes europeas en un periodo de ocho años, mi coautora y yo descubrimos que las empresas (de todos los sectores) que inicialmente priorizaban la rentabilidad antes que el crecimiento tenían 2.5 veces más probabilidades de asegurar con éxito tanto la rentabilidad como el crecimiento, a medio y largo plazo, que las que se centraban principalmente en el crecimiento.

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Se trata de un gran logro, ya que es muy difícil que las empresas acaben obteniendo a la vez rentabilidad y crecimiento, ya que estos objetivos pueden ir a veces en direcciones opuestas. Además, descubrimos que las empresas que centraban su estrategia inicial en el crecimiento tenían 2.6 veces más probabilidades de acabar con malos resultados, tanto en términos de crecimiento como de rentabilidad.

Esto significa que, en general, los beneficios tiran del carro del crecimiento y no al revés. Los responsables políticos deberían replantearse sus estrategias orientadas al crecimiento para centrarse más en la importancia de la rentabilidad. Por supuesto, se necesitan políticas y mecanismos de apoyo específicos para los unicornios y otras empresas de alto crecimiento, pero estos no son relevantes para la mayoría de los emprendedores que no tiene tales ambiciones de crecimiento.

Nuestros resultados implican que las estrategias orientas al crecimiento no deberían fomentarse indistintamente. Y, cuando se fomenta el crecimiento, la rentabilidad debe ser el objetivo inicial, si queremos conseguir mantener el crecimiento y beneficiar sistemáticamente a la economía.

Nota del editor: Cyrine Ben-Hafaïed es profesora de Emprendimiento, Innovación y Estrategia de IÉSEG. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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