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Los barones del PSOE no son unánimes sobre el resultado andaluz

Madrid Actualizado: Guardar

El PSOE insiste en negar, al menos en público, que el fracaso electoral del pasado domingo en Andalucía, donde el PP alcanzó por primera vez en la historia la mayoría absoluta y los socialistas perdieron tres escaños y más de cien mil votos, sea extrapolable a las elecciones generales del año que viene. Pero no son los únicos comicios que tendrán lugar en 2023, ni es Pedro Sánchez el único dirigente o gobernante socialista que se enfrenta a su relección. En la misma situación están los dirigentes territoriales del partido, incluidos los presidentes autonómicos, que ante el 19-J se han manifestado con distintos matices y mensajes.

El que más se alineó con la línea oficial de Ferraz fue el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, quien afirmó que «los andaluces han elegido gobierno», una manera de respaldar, aun con sus propias palabras, la tesis de que la pandemia está reforzando a quienes están al mando en cada comunidad autónoma.

Preguntado sobre un «cambio de ciclo» como el que augura el PP, Puig recordó que en 2018 los populares llegaron por primera vez a la Junta de Andalucía pero sin embargo meses después Sánchez ganó, por primera vez, las elecciones generales, que luego tuvieron que ser repetidas ese mismo 2019.

Por su parte, el presidente de Aragón, Javier Lambán, afirmó que «el resultado ha sido tan contundente y en una comunidad tan importante para España como Andalucía, no en vano es la más poblada de todas, que merece una reflexión profunda por parte de todos los actores implicados, y desde luego merece una reflexión muy profunda por parte del Partido Socialista Obrero Español [PSOE], desde el ámbito de su Comisión Ejecutiva Federal» advirtió a primera hora, antes de que se produjese la reunión de la cúpula del partido en la sede central del mismo en Madrid.

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Otro presidente autonómico, el del Principado de Asturias, Adrián Barbón, en principio de los más afectos a Sánchez, remarcó desde la misma noche electoral, y lo repitió ayer, que «si hay una noticia positiva en Andalucía es que Vox sale muy débil, tocando techo y muy por debajo de las expectativas electorales que tenía». Una lectura en positivo del resultado ligeramente distinta a la habían hecho los dirigentes nacionales como Adriana Lastra y Felipe Sicilia, más preocupados en enfatizar los vínculos entre el PP y Vox que en destacar que Macarena Olona no haya logrado su propósito de ser la nueva vicepresidenta de la región.

Un perfil más discreto mantuvo el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, quien ya en 2011 sufrió en sus propias carnes una debacle general de su partido, como la vivida por José Luis Rodríguez Zapatero ante la crisis de la zona euro que le obligó a realizar unos recortes en el gasto público que terminaron forzando su renuncia a volver a presentarse como candidato. Vara perdió entonces la presidencia regional que luego recuperó en 2015, tras una legislatura del popular José Antonio Monago. Y tampoco dijo esta boca es mía Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, otro de los que se enfrenta a la reválida en las autonómicas del año que viene. Fuentes de su entorno niegan preocupación específica para su territorio, ya que consideran que el perfil del presidente autonómico socialista es, precisamente, el mejor voto útil contra «extremismos» como el que pueda representar Vox.

En otras federaciones del partido se comparte la idea de que el fracaso andaluz no tiene por qué extrapolarse directamente al resultado de las próximas elecciones generales. Desde el PSC, su responsable de política municipal, Jaume Collboni, insistió en la idea de que «la ciudadanía distingue un ámbito de otro» informa Alex Gubern.

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