Por el lado interno, la actividad económica enfrentó una nueva ola de infecciones que alcanzó su pico en febrero y empezó a declinar en marzo. Así mismo, las condiciones monetarias se vieron forzadas a apretarse aún más ante la virulencia de la inflación. La inversión privada se mantuvo reticente frente a la persistente hostilidad creada por las medidas del gobierno para limitar su participación en la economía.
En el frente externo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia introdujo incertidumbre e interrupciones en el funcionamiento de los mercados globales. Mientras que las interrupciones en las cadenas globales de suministros continuaron limitando los procesos productivos en algunas industrias, particularmente en las manufacturas.
Por el lado positivo, las exportaciones mexicanas continuaron beneficiándose del avance del mercado estadounidense, tanto en la demanda de productos manufacturados como agropecuarios.
Las remesas continuaron fluyendo al país y apoyando el consumo de las familias de menores ingresos. El mercado laboral agregó nuevos puestos de trabajo en el periodo, aunque el empleo total aún no se recupera completamente sobre todo ante los efectos negativos derivados de la eliminación de la ley de subcontratación.
Durante el primer trimestre, las actividades esenciales continuaron funcionado a su capacidad, mientras que algunas no esenciales se mantuvieron operando por debajo de su capacidad.