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Opinión

‘Nacionalidad’: palabra veneno

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En el bello volumen de ‘Aforismos’ de Auden y Kronenberger, topo con este pasaje de Hannah Arendt: «Hasta su declive en el siglo XX, el territorio del Estado-nación ofrecía a todas las clases un sustituto de la vivienda privada de la cual habían sido privadas las clases pobres». Clave trágica de nuestro siglo: el Estado como sucedáneo afectivo.

Un contemporáneo de Arendt, atrapado en la Alemania nazi, Victor Klemperer, diseccionará ese infierno que trueca a la nación en monstruo cálido con coste cero. Convertir en corteses asesinos a gentes hasta entonces civilizadas, es un proyecto que exige inventar una lengua que fije el canon de valores a insertar en las mentes de todo hablante: esos valores, entonces, no podrán ya ser cuestionados.

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