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Opinión

La razón abortada

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Cuando Bibiana Aído, aquella vaporosa ministra del zapaterismo que se arregló la vida con su breve paso por La Moncloa, defendió por primera vez el aborto de las menores sin consentimiento usó un argumento inopinado: «Una joven puede ponerse tetas sin que sus padres lo sepan». Desde entonces nos han vendido como grandes avances sociales asuntos como la operación de cambio de sexo de niños de 12 años sin dictamen de un especialista ni aprobación de sus padres, entre otras piruetas. Para esta izquierda hueca, pegatinera y estabulada en los arquetipos del pensamiento supercalifragilístico, el desarrollo consiste en conceder derechos de manera irracional. Pero un derecho es el mayor bien que merecemos y, por tanto, debemos cuidarlo como se cuida un sagrario.

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