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Mis planes favoritos de fin de semana en Madrid

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Lo cierto es que desde hace meses que he vuelto a colaborar en ‘Viva la Vida’, en Telecinco, mis fines de semana han cambiado mucho. Ahora tengo menos tiempo para hacer lo que me apetece, así que intento elegir algún plan que me llene mucho y compense el tiempo que estoy trabajando. Tengo la suerte de vivir en el Barrio Salamanca y tengo a dos pasos el Mercado de La Paz, así que el sábado por la mañana (ya que los domingos está cerrado) es obligatorio pasar por el puesto de Sanabria Minimarket y comprarme unas palmeritas de Morata de Tajuña de chocolate, que están brutales. Creo que una vez las pruebas ya no hay ningún otro dulce que te guste más.

Cuestan 32 euros el kilo, no digo más. Y bien las tomo para desayunar el domingo o me las como el sábado de resopón cuando vuelvo de juerga.

Como he dicho, mi plan ha de ser de sábado por la noche y elijo siempre seguro, entre mis restaurantes favoritos están El Pescador, donde llevo yendo muchos años a comer su rodaballo, salpicón, atún en escabeche y de postre filloas. Ahí me pierdo, y el pan está riquísimo. Si no, otra opción canalla pero más espaciada en el tiempo es enviar a mi hijo hacer cola a StreetXo, el restaurante de Dabiz Muñoz, al que admiro. Me pierde su sándwich club con huevo de codorniz o la lasaña y ahora han puesto de postre un bizcocho fluido para morirte. Y otro lugar por el que mato es Roostiq, donde tienen el torrezno más rico del mundo y del que me gusta su pizza al horno. Cuesta reservar, pero vale la pena esperar. Ya ha llegado un momento en mi vida en el que he comido en tantos sitios y tan ricos que prefiero no salir si no voy a uno de mis restaurantes favoritos. Si no tengo sitio me quedo en casa y pido una hamburguesa de Five Guys por Glovo.

Los domingos que tengo libre no perdono el aperitivo y las compras. Tengo diagnosticado el síndrome de la compradora compulsiva. Todos los sábados necesito comprar algo, o bien ropa o bien algo del hogar, o de papelería, algo que calme mi ansiedad. Recomiendo Nest para las forofas de los cuadernos y Papelorio en el ABC Serrano o en El Corte Inglés (sobre todo el de Castellana y Callao), donde tienen un arsenal para adictas. En cuestión de ‘outlets’, el nuevo de Arapiles y el clásico de Las Rozas Village. Y sin son mercadillos o rastros, me pierdo. Y comer mejillones con patatas fritas. Para eso elijo Casa Sanchís en El Retiro, donde ponen unos boquerones de morirte. Suele estar lleno, pero como en realidad voy a comer y no a posturear, soy feliz tomándolo dentro en las mesas bajas o altas. Y si no, El Doble, el local mítico de Jesús, que me dieron a conocer mi chico y sus amigos y es una pasada. Allí llegamos a las 12 y nos vamos cuando cierran, todo exquisito y hay un ambiente genial. Soy más de vinos que de copas, porque en lo que a ‘copazos’ se refiere solo tomo whisky The Macallan con hielo y sin agua, y auténtico no lo hay en todos los sitios. Suelo tomarlo en la terraza de Abascal o en El Hórreo Asturiano, donde también caigo muchas veces para comer su cachopo.

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Como veréis, mis fines de semana son ‘c’, de comprar y comer. Y otro de mis vicios es ver series, así que aprovecho las tardes-noches del domingo para hacer un maratón de varias horas en el sofá. Estoy abonada a todo (Netflix, HBO, Filmin, Amazon y Movistar). Soy muy comercial y suelo leer y ver lo que están viendo mis amigos para poder interactuar con ellos.

Sé que Madrid tiene muchos planes culturales, pero cuando eres de fuera como yo y has tenido que visitar tantas veces los monumentos en 23 años que llevo viviendo en la capital, llega un momento que ya no te apetece volver a verlos. Y con el teatro me pasa lo mismo, trabajé varios años en Comunicación y solía ver hasta tres obras a la semana. Creo que aún no me he repuesto de la sobredosis teatral, por eso ahora elijo muy bien lo que veo. Y también me encanta ir al cine de vez en cuando con mi hijo, al Yelmo Cine Luxury Palafox, donde nos acostamos en las cómodas butacas y en realidad lo que hacemos es ponernos morados a nachos y palomitas, pero vamos y volvemos en bici por aquello de compensar.

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